16 diciembre 2017

NOCHES TOLEDANAS

     Cuenta una leyenda toledana que hubo un hecho ocurrido en el año 797 de nuestra era, siendo emir de Córdoba Al-Hakam I, a la postre nieto del mítico Abd al-Rahman I, que se trasladó al lenguaje popular como noche toledana. Un hecho cruento de crímenes y venganzas. Optativamente, también se suele utilizar el término para definir una noche en blanco, bien por motivos desagradables o bien por motivos festivos y lúdicos. Sin embargo, las noches toledanas a las que me referiré nada tienen que ver con estos hechos, sino con la experiencia de un viaje a Toledo, en el cual —tal vez para escapar a los muchos relatos que habrá sobre la experiencia diurna en la ciudad-—, me centraré en su aspecto nocturno. Porque hay ciudades que por la noche pasan desapercibidas, ciudades que la noche no le ofrece nada especial, a no ser que decidas convertirla en una noche toledana especial de hedonismo. Sin embargo, la noche y Toledo si casan bien. Establecen una conexión indeleble auténtica y misteriosa, convirtiendo un paseo por la ciudad histórica en todo un acontecimiento, una experiencia que va más allá de lo viajero o lo turístico. La evocación de las estrechas calles de su judería, el misterio del perfil recortado en la luna de sus edificios antiguos e históricos, todo ese silencio que destila la ciudad como atrapada en el tiempo...De ahí que la experiencia viajera a Toledo no es completa si no se absorbe la noche paseando por sus calles y plazas, contemplando la quietud misteriosa de sus edificios, atributo que como decía es dable tan solo a pocas ciudades, pudiendo ser Toledo la que más realce el espíritu del viajero que procura dejar su imaginación a que vuele al mismo ritmo que transita por todo ese torbellino callejero, sin que apenas encuentre el momento de detenerse, a pesar de la soledad que fácilmente logrará apreciar.
           Este viajero lo ha hecho en una época idónea, porque considera que el frío otoñal —ya en puertas del invierno y por tanto de la Navidad— es, quizá, la mejor época para conocer ese entramado urbano. Pero no porque considere que el resto del año no lo sea, sino porque esa quietud de las calles, el frío y hasta es posible que el tenue y siempre melancólico alumbrado navideño, son elementos añadidos que pueden hacer la experiencia más enriquecedora. Pero es tan solo una apreciación personal. Para otros será la suave brisa nocturna de la primavera la que deba acompañar al viajero por su paseo nocturno. Es solo cuestión de gustos.

            Así que, con esas premisas, este viajero se adentró durante un par de noches por el Toledo nocturno. Antes, como mandan los cánones, había conocido la ciudad de día; había disfrutado de sus rincones, de sus museos, de sus edificios civiles y religiosos de distintas épocas históricas que se encuentran solapadas en la capital de Castilla-La Mancha. Un contacto diurno imprescindible para poder ubicarse en la noche y delimitar la ciudad diurna de la ciudad nocturna que, en esencia, no es la misma o, al menos, es eso lo que interpretó este viajero. 

(Párrafos de un texto más largo que formará parte del eBook "Relatos y artículos de viajes" de próxima aparición).

10 diciembre 2017

UN LIBRO NACE Y CASI NUNCA MUERE

Un libro posee una intrahistoria propia, incluso, ajena a su creador; incluso, a su lector. Cuando escribes algo, ya sean relatos, novela, poesía o ensayo, es posible que no sepas que estás escribiendo un libro. Éste se exterioriza, adquiere forma mucho más tarde, si es que llega a adquirirla. Un relato o un poema no hacen un libro, pero sí pueden hacerlo un conjunto de ellos. Luego, el destino, el tesón del autor, el interés de un editor y la siempre necesaria apuesta de los lectores, harán que se convierta en un libro. De ahí que no crea demasiado en quienes dicen que están escribiendo un libro.
     Un poco de todo eso es lo que pasó con mi primer libro, éste del que hablo ahora. Llegó el día en el que, por casualidad, consideré que podía ser un buen momento para que ese puñado de relatos escritos a lo largo de meses y años se convirtiera en libro, pero llegué a esa conclusión por casualidad. Es una historia muy larga, por tanto nos os voy a aburrir con los detalles, tan solo decir que un relato fue plagiado y si bien no entré en pánico, sí consideré que la mejor manera de proteger ese relato u otros hipotéticos que pudieran tener el mismo destino, era incluyéndolo en un libro junto a otros que tenía escritos, algunos inéditos y otros publicados en prensa o en antologías de premios literarios. Consideré que ese sería el mejor camino. Un libro en el que el lector identificara sin fisuras quién era el autor de los relatos. Pero no porque yo creyera que se trataban de relatos maravillosos y únicos, no, nada de eso. Sencillamente, por respeto a mi propio trabajo. Esto que digo lo saben bien quienes estén inmersos en la aventura de escribir. Saben que el proceso creativo es duro, costoso y casi siempre incierto.
     De esa forma nació Conversación en la taberna y 41 relatos. Y ¿por qué os meto todo ese rollo? Tan solo para plasmar un poco los pasos que ha dado el libro desde que nació en 2015. 
     Fue editado, en un primer término, por Editorial LUHU de Alcoy (Alicante), con una tirada pequeña, que iba creciendo a medida que se compraban ejemplares, gracias sobre todo a las dos presentaciones que hubo del libro y su puesta en escena en las redes sociales (ya sabéis quienes escribís que sin éstas cuesta mucho más llegar al lector). Al cabo de dos años, se rescindió el contrato con esta editorial, una vez que se agotaron los ejemplares en papel (no penséis que muchos) y firmé un contrato con Editorial Estratega de Granada, para que ésta se encargara de su publicación, con nuevo diseño y portada. Todo un riesgo, porque reeditar puede ser sinónimo de no vender ningún ejemplar más, sobre todo si tenemos en cuenta que la distribución de esta editorial era corta. Aún así, se vendieron ejemplares, aprovechando que estaba de por medio la Feria del Libro de Granada y nuevos lectores que lo fueron conociendo, sobre todo, a través de las redes sociales.
     Paralelamente, por mi cuenta, edité la versión eBook en Amazon y otras plataformas. El éxito fue casi nulo (bueno, quitaría incluso el casi), sobre todo porque para moverse en este mundo hay que tener experiencia en marketing editorial, aunque sea básico, por lo que si el libro no lo sacas de la selva que hay ahí muere. Lo promocioné poniéndolo gratis durante unos días y, sí, fue muy descargado, pero claro, lo gratis no cuesta "venderlo".  Es un mundo muy complicado, casi tanto o más que el sector del libro físico. Además, el libro estaba deficientemente maquetado y no cumplía los requisitos mínimos de calidad. Eso no ayudaba. Así que lo retiré. Y tras retirarlo sabía que tenía una asignatura pendiente. La misma que he aprobado en este puente de primeros de diciembre. Una asignatura, como todas las que apruebas, que ha exigido dedicación y estudio. Por tanto, ya está de nuevo en Amazon la versión corregida y totalmente renovada de Conversación en la taberna y 41 relatos, muy bien maquetado y con una atractiva portada, también diseñada por mí, su autor. Porque no sé si lo he dicho ya por ahí o por aquí, hoy en día ser autor de libros no consiste solo en escribirlos. Los tiempos que corren exigen conocer diversas herramientas digitales y nociones básicas de marketíng. Y aún así, sigue siendo difícil. 
    Por tanto, con todos vosotros, la nueva versión en eBook: 


  

04 diciembre 2017

NUESTROS AMIGOS LOS ANIMALES.

Resultado de imagen de GRABADOS ANIMALESEs posible que, a nivel particular, haya llegado a cierto estado de percepción del que antes carecía (o, tal vez, no carecía sino que no priorizaba al ser uno hijo de su tiempo y circunstancias concretas). Ese estado me hace ser cada vez más sensible con el maltrato a todos los animales. Tras documentarme bastante llego a la conclusión de que esa sensibilidad es evolución. Los animales son especies distintas a la humana que conviven con nosotros, no son ni mejores ni peores, solo distintas. A nosotros, los humanos, la evolución nos otorgó una mente para pensar y razonar, así como establecer códigos éticos y reglas morales. A ellos los dotó de más olfato, más oído, más vista o más agilidad. Pero otorgar no confiere ningún privilegio sino utilizamos esas virtudes para mejorarnos a nosotros mismos y a los seres vivos que nos rodean. El hombre no utiliza bien esas virtudes, sin embargo, los animales, al basar su conducta en la intuición y el instinto de supervivencia, suelen exprimir sus virtudes al máximo. Los humanos hemos errado bastante.  Nos autodesignamos la especie dominante, la que tiene derecho a destruir a las demás, pero eso no es más que otro error cultural histórico. Un error que se nos inculca al nacer: come carne, bebe leche, come pescado, dale una patada al perro si ladra, el toro nace para morir en una plaza, del cerdo hasta los andares, pisa a los insectos, mata de una pedrada a la serpiente, cazar es un deporte, los caracoles y cigalas como hay que cocinarlos es vivos en agua hirviendo...En fin, las frases hechas, los refranes y las aseveraciones relacionadas con el maltrato animal sin lugar a réplica son infinitas. Todo eso nos convierte en seres muy violentos, desde niños.
     Intento reconstruir y reinterpretar todos los mensajes que llegan de la sociedad y de los hábitos de consumo y no logro conseguir nada. Por ejemplo, en estas fechas navideñas que llegan, las celebraciones no suelen ser apenas nada si no hay de por medio un animal sacrificado, ya sea de la especie terrestre, avícola o marina. Es casi imposible concebir una celebración que no disponga de un plato de un animal previamente maltratado y finalmente exterminado, que bien aderezado hace las delicias de nuestros paladales, a pesar de que no es ético ni conviene casi nunca a nuestra salud. No importa ese dolor, esos ojos que suplican camino al matadero, todo ese miedo y chillidos espeluznantes antes de ser sacrificados. Solo importa nuestra ambición y bienestar.
     Leonardo Da Vinci dijo hace más de quinientos años que llegaría el día en el que se considere un crimen matar animales con el objeto de alimentarnos, pero es tan infinita nuestra obstinación que no han bastado quinientos años para que se cumpla lo que el genio italiano solía aventurar como algo que en el futuro se iba a realizar. Un genio que no falló en casi nada de lo que aventuró, falló en esto. Harán falta otros quinientos años o tal vez más.
     Pero nuestra violencia no solo está en el tenedor como venía a decir Ghandi, también lo está en nuestro comportamiento diario para con los animales. Es así porque los consideramos inferiores y si es eso lo que sentimos y pensamos, nada nos impedirá maltratarlos o matarlos. Sin embargo, existe -existimos- personas que un buen día nos replanteamos todo y reparamos en la mirada de nuestros animales, nos hemos compadecido de ellos, con indiferencia de su especie y forma, hemos conectado a nivel de empatía y cósmico con ellos; y sí eso ya ha ocurrido no hay vuelta atrás. Ojalá esa empatía se extienda como un reguero de pólvora por toda la raza humana. Es posible que ya haya comenzado el proceso de transformación. No lo sabremos, quizá, hasta que pasen otros quinientos años.    

30 noviembre 2017

ARTÍCULO: GRANADA, UNA CIUDAD QUE LLORA

Granada es una ciudad que llora. A veces llora de manera justificada y otras no tanto. Hay lágrimas de cocodrilo y lágrimas reales. Éstas apenas son visibles. Se conducen con discreción, como no queriendo ser descubiertas por las esquinas, por las calles, por las plazas; sin embargo, las primeras son histriónicas, desean llamar la atención. Que nadie piense que un cocodrilo llora de veras. 
En Granada hay aciertos y fracasos y cuenta con políticos con poca visión de ciudad, algo muy común en casi todas partes. Lo primero es algo normal, a veces transitorio, pero normal; lo segundo, no es más que el Principio de Peter aplicado a la política. Y si los partidos no quieren buenos políticos, gente que sepa interpretar la ciudad y le quepa en la cabeza, nada se puede hacer. Si los partidos están más pendientes del poder y de las lealtades soeces, nada que hacer. No votarles, sí, pero gracias al sistema electoral tan perverso que regula nuestra participación como ciudadanos, siempre habrá representación en nombre de la democracia por pocos votos que se emitan (cuántas barbaridades se hacen en nombre de la democracia). 
Pero yo no quería hablar de los políticos, sino de la ciudad y sus cosas. Y decía que llora con dos tipos de lágrimas. Las hay farsas y las hay reales, decía. Sin embargo, lo que siempre echo de menos en esta ciudad es la falta de loa de las pocas cosas que funcionan y están bien planificadas. De acuerdo, son pocas, pero las hay. Por ejemplo, la última innovación en materia de transporte público: el metropolitano. Gran invento, sí señor. Gran ocurrencia ésta, que no es novedosa y es posible que hasta renacida de las cenizas de aquel antiguo tranvía que surcaba la capital y una buena parte de pueblos adyacentes, lo que ahora viene a denominarse área metropolitana. Pero tampoco es único en España, ni mucho menos en Europa, lo que ocurre es que estaba por ver si Granada subía de categoría cuando ese atractivo artilugio eléctrico con forma de supositorio iba a suponer un antes y un después en cuanto a los caóticos desplazamientos a distintas partes de la ciudad y a los pueblos adyacentes más cercanos y poblados. Comprobar si con ese transporte rápido, ligero, sostenible, no contaminante y no demasiado ruidoso se podría solucionar el caótico tráfico de la ciudad y la circunvalación. Esto último, lo del tráfico, aún está por ver, ya digo, pero si está ya confirmado y demostrado que la ciudad y los pueblos a los que llega -solo a tres aún- han subido de categoría y la posibilidad de desplazarse sensatamente y sin agobios a distintos lugares de la ciudad ha mejorado exponencialmente. Lo pensaba el otro día mientras hacia un trayecto largo y mis asombrados ojos creían estar viendo pasar las calles, plazas y edificios que suelo ver cuando he viajado por Europa. Eso fue emocionante. Pero lo fue mucho más comprobar que llegaba fácil y rápidamente a lugares a los que ni siquiera me planteaba ir en autobús y mucho menos con coche particular.

Y todo esto lo digo aquí, porque como somos una ciudad que llora, no he localizado apenas loas a esta magnífica idea, que no ha hecho más que comenzar y que con sus desaciertos y errores va a ir mejorando la calidad en los desplazamientos de miles de ciudadanos y es posible que hasta transformar la forma de viajar tan torticera que tenemos en esta ciudad. Dicho queda.

24 noviembre 2017

EL ATROPELLO (RELATO NAVIDEÑO INCLUIDO EN CONVERSACIÓN EN LA TABERNA Y 41 RELATOS.



Había pasado tan sólo un año. Pero la percepción del paso del tiempo y de las cambiantes circunstancias no era acorde con esos breves doce meses. Apenas le era ya familiar la suntuosidad que rodeaba su existencia hacía un año. En su momento, toda esa abundancia, ese tren de vida, ese derroche, iban cómodamente sentados en su turismo cuatro por cuatro, como algo totalmente natural. Siempre consideró que se lo merecía porque su ambición siempre había estado muy afilada y había trabajado duro. Pero debía admitir que su suerte había cambiado, y quienes le rodeaban ahora ya no pululaban a su alrededor como moscas ante una cucharada de miel, por lo que habría que colegir que el goce y disfrute de  su compañía, como aseguraban todos, no era  tan  turbador  como  él suponía. Además, todo aquel cambio le había dejado fuera de lugar. Avanzaba diciembre, y con él el inevitable frío propio de aquellas fechas, siempre atento a resurgir en la ciudad, de contrastes increíbles. Eso que era invariable, pero todo lo demás se había transformado. Sin embargo, tenía a su favor una cosa: cuando gozaba de poderío económico jamás consideró que aquella situación formara parte de un plan preestablecido por el destino, ni que gozara de la suerte innata de ser elegido por un dedo divino. Simplemente había  tenido  suerte. Había tocado varias teclas no siempre honestas y la suerte le había sonreído. Nada más. Por eso, encontrándose ahora en circunstancias diametralmente opuestas, lo lógico sería seguir manteniendo la misma línea de pensamiento.

Decididamente, su forma de ver la vida y su propia existencia había sido siempre muy pragmática, alejada de sentimentalismos y alteraciones del ánimo, ni siquiera en estos días de derrota y pérdida con el trasfondo de las luces navideñas, tan melancólicas siempre. Ahora bien, había cometido un error en el pasado, consistente en no advertir que las claves de su éxito social habían sido el dinero y las muchas corruptelas orquestadas. Si la vida no era más que un carrusel de vanidades, tal y como siempre había sostenido, ¿cómo no fue capaz de advertirlo en su momento? Se encontraba en el mismo bar, en el que hacía justo un año había sido homenajeado, mientras pensaba en todo esto. De hecho,  todo lo relatado le vino a la mente por encontrarse precisamente allí. Recordó que por una puerta situada a su derecha apareció su esposa, enfundada en un ostentoso abrigo de piel de zorro. Un regalo que le costó un riñón, una cifra que ahora prefería ni recordar en las circunstancias en las que se encontraba. Por su parte, su mejor amigo lo arrastraba hacia la calle y le mostraba una flamante moto scooter de un negro brillante increíble, dotada de un potente motor. Tenía varias motos, pero se  había encaprichado de ésa y su amigo se la regaló. Un buen regalo, sin duda, pero calderilla en comparación con los ingresos que él le había posibilitado a su amigo de toda la vida, gracias a la presión que hizo en el ayuntamiento para que recalificaran aquellos terrenos imposibles. Así que con aquel fastuoso comienzo se inició una velada de increíble lujo, anegada por el champán y los caros delicatesen. Casi cien personas que lo idolatraban y lo agasajaban como a un héroe.

Lógicamente, la borrachera de vanidad y etílica fue descomunal y, tal vez, por eso no fue consciente de que, tras acabar la fiesta, montó en su potente vehículo y, trastornado por la volatilidad del alcohol, activó la marcha atrás en vez de activar la marcha adelante, sin advertir en absoluto que en aquel momento pasaba junto a la parte trasera del vehículo aquella pobre anciana. A pesar de su estado ebrio, le pareció advertir un golpe pero no era fácil afirmarlo, considerando las dimensiones y la solidez del vehículo, de manera que no se molestó en hacer comprobación alguna sobre el terreno. Naturalmente, le causó extrañeza que aquellas sirenas de la policía se acercaran a él a toda velocidad, sin ser capaz de advertir apenas que le estaban dando el alto. En pocos días, todo se convirtió en papeleo, declaraciones, retirada del carné de conducir, dinero y más dinero para cubrir los gastos de sus abogados y una constante caída  en  picado  de  sus  ingresos.  Aquella  mujer  no    había fallecido pero se encontraba muy grave y se demostró en el juicio que el atropello se produjo como consecuencia de la enorme cantidad de alcohol ingerida, y para colmo no existió el más mínimo acto del deber de socorro debido. Por tanto, el sistema  jurídico  no  le  iba  a  soltar  hasta  limpiarlo, sin duda. Curiosamente esa noche, que pasó en el calabozo municipal, no apareció nadie con un vestido de zorro y no lograba recordar qué había pasado con la scooter negra. De hecho, no había ni rastro de uno sólo de los casi cien invitados. Pareciera que a todos se los hubiera tragado la tierra. La única compañía de la que disfrutó aquella fría noche de diciembre fue la de aquel policía orondo con cara de bonachón que lo miraba,   de   hito   en   hito,   con   cierto   gesto   de desprecio.


Lógicamente, aquel largo proceso lo desplumó y todos sus negocios, legales e ilegales, cayeron en un pozo profundo. La propietaria del vestido de zorro se separó de él y su amigo probablemente desapareció con ella en aquella reluciente moto negra de potente motor. Desde entonces, tras salir de la cárcel a los seis meses, había adquirido el hábito de visitar a diario a aquella anciana, alojada en un hospital — cercano a aquel bar— desde hacía un año. De hecho, era la única visita que la octogenaria tenía.

20 noviembre 2017

NADA HAY ESCRITO SOBRE GUSTOS LITERARIOS

El día que el océano te mire a los ojos  Hace unos días acudí al FNAC del Centro Comercial Nevada de Granada, y a pesar de que no había apenas clientes porque era un día de semana y el personal se encontraba en plena jornada laboral o, tal vez, aguardando en casa la siguiente jornada, en un extremo de la tienda una escritora joven firmaba los gruesos ejemplares de su obra a un buen número de adolescentes, que hacían cola, no demasiada, pero sí destacable dado el día y lo poco que se lee en España, pensé. Me interesé por saber el nombre de la autora, pero me era tan desconocida como lo somos la mayoría de los escribimos. Publicaba en una editorial grande y consagrada y, por lo visto, gozaba de notable éxito de ventas.     
    No me preguntéis por su estilo literario, pero estaba englobado en algo relacionado con joven adulto, que no sé bien si es romanticismo mezclado con algo de erotismo, supongo, o quizás no sea eso, sino historias comunes que por lo que sea encandilan al joven lector. El caso es que este tipo de autores son los que más venden hoy día y tienen una legión de seguidores, muchos de ellos fraguados en las redes sociales, principalmente Youtube. Nada que objetar. La gente que se gasta sus cuartos en un libro tiene sus razones. Y no seré yo quien elabore discursos seudointelectuales sobre las tendencias de lectura de la gente. La realidad es la que es e -insisto- no seré yo quien discrepe o la intente cambiar. Principalmente, porque se trata de libros, que si bien no pertenecen a la órbita que prefiero, libros son; y en segundo porque no creo que sea necesario ni positivo envidiar las ventas de otros autores, tan solo porque la mayoría no lleguemos a ellas. Porque -me dije, mientras observaba aquella cola-, algo latentoso tendrá quien escribe una novela gorda y consigue venderla, a pesar de que el precio no baje de 20 €. Sobre todo, si tenemos en cuenta que a la vista de lo que presencie quien la compra no es gente con poder adquisitivo propio, sino adquirido en la mayoría de los casos. Es decir, gente joven que con 'la paga' o como se denomine eso que dan los padres a los hijos semanalmente, se apañan para salir un finde y poder hacerse con el libro de su autora o autor favorito, dando prioridad a un libro en vez de otra cosa más nefanda. Porque -seguí reflexionando-, ¿quién posee la verdad absoluto de las cosas y de la literatura en este mundo tan complejo y a la vez heterogéneo? ¿Quién tiene aquí la potestad de elegir los gustos de literarios de los demás? 
    He leído por ahí críticas puristas a este tipo de literatura. Críticas que derivan casi siempre de la ortodoxia literaria y me ha parecido percibir algo de envidia sobre esas buenas ventas, a las que no llegan muchos autores de los llamados consagrados, que son casi siempre los que hacen las críticas. He de decir que no me interesa ese tipo de literatura, la cual, obviamente, tiene una edad y un público, pero que a mí no me interese no significa que deba despreciar ni el trabajo de estos autores -autoras, la mayoría- ni la preferencia lectora de tanta gente. Es más, ojalá muchos pudiéramos poder firmar nuestros libros ante una cola de lectores un día de semana en una casi vacía y desangelada tienda-librería de un centro comercial.              

18 noviembre 2017

CINE: `42' (USA, 2013)


Me gustan las películas de épica deportiva basadas en hechos reales. Intento buscarlas y verlas con interés. Películas que narran hechos extraordinarios que están a caballo entre el deporte y la vida misma. De ahí que '42' se adapte a este tipo de películas que, además, guarda unos matices muy interesantes que la hace especial, distinta a otras del género.

Hablamos en este caso de deporte y segregación racial. En Estados Unidos el béisbol adquirió la etiqueta de "deporte de blancos", claro, hablamos de los años cuarenta en los que la población negra no contaba con derechos universales. Por tanto, para la práctica totalidad de la población era una osadía que su deporte tótem, su deporte estrella, que es una forma de religión y de vida, se viera contaminado por una piel manchada. A ello había que sumar que al negro como deportista se le consideraba un ser muy limitado (ya vemos hoy día la razón que tenían), por mucho que Jesse Owens humillará en su propia casa a la mismísima raza aria. Pero el béisbol era otra cosa, nada que ver con el atletismo, que a fin de cuentas no es más que un deporte básico y universal. El béisbol para los americanos es pasión, y como decía, vida y religión. 
     De ahí que cuando un joven negro llamado Jackie Robinson aparece en las ligas menores provisto de un talento especial para este deporte se transforme todo, con la ayuda -que siempre la hay- de cuatro blancos que, por unos intereses o por otros, consideran que quien vale para este deporte vale; y si aporta buenos cuartos mucho mejor. Y es así como lo comprendió un potentado del deporte, dueño de dos equipos, uno que podría considerarse como un filial y el grande, el profesional, perteneciente a la élite de este deporte, los Dodgers de Broklyn. Un jugador negro que lo fue todo en este deporte, pero que como es de suponer no lo tuvo nada fácil, ni dentro ni fuera del vestuario.
     Pero, al margen de toda esa historia épica y de segregación racial, ¿qué me ha gustado de esta película? Varias cosas. La buena dirección y los diálogos, excelentes diálogos. Una dirección y un guión que no cae en un sentimentalismo empalagoso, pecado de otras con temática racial. Todo lo contrario, se expone tal y como es, o como debió ser: una masa amorfa y cerrada que no quiere saber nada de negros y unos cuantos blancos con un enorme sentido común y muchos gramos de coherencia. Una lucha racial de hace aún pocos años que a día de hoy no ha visto su final en Estados Unidos por mucho presidente negro que haya tenido. 
    Una peli muy entretenida, bien hecha, bien interpretada (fabuloso Harrison Ford) y muy aconsejable para el fin de semana (o cualquier otro día).   

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...