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11 mayo 2014

¿VOTAR EN EUROPA?

En esta ficción que nos hemos dado los ciudadanos del mundo (iba a escribir primer mundo, pero, ¿qué significa eso?) más o menos rico, optamos por crearnos para nosotros mismos todo un cúmulo de instituciones, organizaciones, entidades, organismos, entes, fundaciones, y no sé yo qué cosas más, con la única y básica idea de crear un armazón que por sí sólo sostenga esta llamada democracia, que es algo que van imitando poco a poco esos países que cada vez son menos pobres para integrar con paso firme la nómina de los más ricos (curiosamente, a más rico es un país más democrático parece, a excepción de China, claro está). Ya llegará su turno -se dicen a sí mismos los padres de todo- para los países emergentes, esos que hacen los deberes y cumplen con las normas de la riqueza y el libre mercado. De los pobres de solemnidad ni hablamos. Total -se dicen-, si sus ciudadanos ya están cruzando nuestras fronteras, ¿qué sentido tiene que fomentemos la riqueza en sus propios países?. 
Y todo ese armazón lo intentamos estructurar a lo largo y ancho de los cinco continentes, con la particularidad de que ni todos somos igual de ricos, ni existe una riqueza homogénea dentro de cada continente. Por tanto, el resultado que va a salir de todo eso siempre será un tira y afloja. Es decir, tirarán y exigirán los ricos y aflojarán y se dejan arrastrar los pobres, que es algo que pone mucho a la Merkel en Europa y seguramente que a otros líderes en otros continentes.
Pues bien, toda esa ficción que nos hemos montado se va a renovar ahora en Europa, el día veinticinco de este mes sin ir más lejos. Y, claro, los políticos de toda esta Europa de los veintiocho están de los nervios. En primer lugar, porque saben que el ciudadano medio europeo, ese que paga todo ese armazón, está cada vez más desanimado. Entre otras cosas, porque por muy poco atento que esté y por poco que esté pendiente de las noticias que se arrojan desde esos lugares tan untuosos y enmoquetados, entre otras cosas , decía, sabe que algo no es cómo le cuentan. Observa que es cada vez más pobre, mientras que otros cada vez son más ricos. No lo digo sólo por Grecia, Portugal o España, también lo digo por la totalidad de las clases medias de cada uno de los veintiocho países. 
Y, entonces, ese ciudadano medio europeo se pregunta: ¿yo quiero seguir así? ¿Yo quiero seguir fomentando con mi voto cada cuatro años que sea cada vez más pobre, mientras otros son cada vez más rico? ¿Yo puedo detener esta sangría económica con mi voto? 
Y, claro, cuando se hace esa pregunta, las privilegiadas castas que integran todo ese armazón comienzan a acojonarse y a la vez se preguntan: ¿se estará preguntando el ciudadano medio para qué sirve su voto? ¿Habrá advertido que con su voto está contribuyendo a que yo tenga el estatus que tengo? Es lo que tiene preguntarse mucho.

Que cunde el desánimo a la hora de votar es evidente. El pasado sábado veía por televisión el festival de Eurovisión, no porque me interese el tipo de música que ahí se interpreta, a pesar de que a veces sale gente que canta muy bien (la música me la busco yo por mi cuenta), sino porque me divierte y me aclara mucho lo que se maneja ahí a la hora de votarse unos países a otros, y de esa manera comprender hacía dónde van las lealtades y las deslealtades entre países, toda vez que quien vota es el ciudadano medio desde su casa.
Y desde que llevo a cabo ese ejercicio, compruebo que los países del antiguo bloque del Este son una piña, los del norte, por lo general también, pero los fundadores de la actual UE y ubicados más en la zona central y escorados al oeste, van por libre. Es más, observas como los demás ni los miran apenas, (salvando siempre la calidad artística del algún ganador que otro, como el caso de este año con la mujer barbuda, que en realidad es un señor barbudo, como tantos). Lógicamente, no se trata de un análisis que nos vaya a dar todas las claves de hacía donde va Europa, pero sí ayuda bastante. Para muestre fíjense siempre en qué lugares se quedan los países más potentes de la vieja Europa, caso de Gran Bretaña, Alemanía, Francia o Italia.

Así que, reflexionando sobre todo eso, y volviendo al hecho de preguntarnos sobre qué es lo que votamos cada cuatro años, al ciudadano europeo le asaltan infinidad de dudas acerca de sí merece la pena o no sostener todo ese armazón al que me refería.
O pongamos el caso de España. ¿Hemos ganado o no los ciudadanos desde que estamos en la UE? ¿Hemos ganado con la moneda única, con la libertad de prestación de servicios y trabajo, con la homogeneización de normas básicas en materia económica y laboral? Es la hora de preguntárnoslo.
Lógicamente, los políticos patrios de la mayoría de los partidos afirman que sí. Igual que afirma que sí el tendero cuando se le pregunta sobre la calidad de los productos que vende. Sin embargo, lo importante no es que lo digan los políticos, sino que lo digamos nosotros, los ciudadanos. Que digamos, por ejemplo, si lo que se gana es calidad de vida en nuestros respectivos países o si por el contrario lo que se gana no es otra cosa que la preservación de la cantidad de parásitos que viven a nuestra costa, que viajan gratis total por toda Europa, que se someten dócilmente a los intereses de las grandes multinacionales, que se autoimponen por ello enormes sueldos sin el más mínimo rubor (por ejemplo, la imputada por el saqueo de los ERES andaluces, Magdalena Álvarez, cobra cada mes  27.000 -sin contar dietas- € como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, que no olvidemos se trata de un Banco que sostenemos con nuestros impuestos todos los ciudadanos europeos. Por su parte un eurodiputado cobra al mes 8020,53 euros brutos más 4.299 euros de dietas, sin contar los viajes gratis y otras prebendas). 
Sí, la idea de una Europa unida es muy atractiva. Yo siempre he apostado por esa unión. Y estoy convencido de que los grandes teóricos posteriores a la Segunda Guerra mundial se hilvanaron los sesos para construir algo sólido y positivo. Pero no esta Europa que se está construyendo, que en realidad no es otra cosa que un vasto enjuague burocrático montado de espaldas a los ciudadanos. Una prueba evidente es que la Constitución hizo aguas y está ahí, apalancada.
Por tanto, ya doy las claves hacía qué deriva cogerá mi derecho al voto el próximo día veinticinco. 

26 agosto 2012

LA INSOPORTABLE LEVEDAD DE LA POLÍTICA

Se me ha ocurrido dar como título a esta entrada un parafraseo de aquella excelente novela del escritor checo, Milan Kundera, con la idea de hacer ver hasta qué punto la política se está convirtiendo en algo insoportable -mucho más que nunca- y leve en su argumentario. 
Y, pensaba en ello, cuando el otro día fue miembro de una tertulia improvisada a pie de calle en mi pueblo, tras completar la ruta de 19 kilómetros a la que me refería en la anterior entrada. En esa tertulia participaban dos destacados miembros de la política local y viejos conocidos, con adscripciones políticas totalmente dispares. Pero lo curioso, es que había un total acuerdo en el argumentario de cada uno de nosotros en todos los temas que íbamos repasando (inmigración, prebendas políticas, crisis, desempleo, monarquía...), a pesar de haber representado en el pasado a opciones políticas totalmente opuestas en el Ayuntamiento de la localidad. Además, todos expusimos nuestra defraudación política actual y lo poco que ya nos interesaba lo que en otro tiempo formaba parte de nuestra existencia. 
Ocurre que la política, o los temas políticos, a estas alturas de nuestra mal llamada democracia ya se ha alejado definitivamente del pueblo -si es que alguna vez ha estado cerca-  y pertenece cada vez más a los intereses de los grandes partidos, que comulgan con una ideología cada vez más al servicio de intereses económicos y mediáticos. Y eso hace que los asuntos políticos cada vez sean más leves e insignificantes al haber perdido ya los partidos su verdadera esencia ideológica.  
Que los miembros de esa improvisada tertulia coincidieran en asuntos básicos no es más que un síntoma del enorme e irreversible divorcio que hay entre el pueblo y los políticos profesionales que, conscientes de su misión, no disimulan ante el cambio de rumbo que imprimen cada día a sus principios básicos que llegaron a prometer, incluso, en campañas electorales y programas recientes. 
De lo contrario, muy mal se puede comprender la deriva del PP -por ejemplo-, en asuntos relacionados con el terrorismo, salvaje subida de impuestos -incluso los directos-, la reducción de las retribuciones de los empleados públicos, aspectos éstos en los que han desarrollado, no ha mucho tiempo atrás, unas políticas completamente contrarias a las actuales (meses antes, el propio PSOE introdujo políticas más propias de la derecha, ajenas a su teórico credo político), traicionando de esta forma a sus votantes. Esa forma de actuar de los políticos en la alta política actual supone una nueva etapa hasta ahora desconocida, que consiste en olvidarse de todo credo político, olvidarse de votantes, simpatizantes e, incluso, afiliados si la ocasión lo requiere. No se trata de lo que conocíamos hasta ahora, es decir, incumplir promesas o programas, que es algo a lo que los ciudadanos ya estábamos acostumbrados. Se trata de un nuevo pragmatismo ajeno a ideologías y que pende de otros criterios inquietantes y hasta ahora desconocidos. 
Esos nuevos criterios pueden responder a diversas causas que, lógicamente, no nos van a explicar a los ciudadanos, pero posiblemente tengan mucho que vez con el obligatorio rescate de España a principios de otoño, del que la propia clase política y sus privilegios puede salir esquilmada. 


Es algo muy complejo -y que sólo intuyo- pero habrá muchas sorpresas en los próximos meses, ya que la capa de poder de los políticos españoles se verá superada por la de los de la Unión Europea -esos inquietantes 'hombres de negro'-. Habrá que estar atentos en los próximos meses.     

08 diciembre 2011

¿HACIA DÓNDE NOS LLEVA RAJOY?



Al parecer Rajoy está contando en la Cumbre de Bruselas ante sus socios comunitarios lo que aún no ha contado en España para acabar con el déficit y seguir la estela poderosa de Alemania y Francia.
Está contando en Europa lo que aún no está contando aquí, que es donde debe, ya que ha salido elegido por los votos de casi once millones de españoles. Por tanto, estamos asistiendo a una nueva forma de manifestación democrática -digámoslo con todo el sarcasmo que las palabras escritas no saben recoger-, que consiste en dirigir un país con el beneplácito de otras potencias europeas.
O sea, que eso era la Unión Europea, algo que nos ha costado veinticinco años entender, desde la entrada de España en 1986.
Ante el silencio de Rajoy acerca de hacía donde van a ir sus recortes podríamos barruntar dos opciones: Una: que estos serán muy drásticos y no conviene ir anunciándolo así tan de golpe; Dos: que no se tenga ni idea de cómo están las cuentas públicas y, por tanto, no se tenga ni idea hacía donde habrá que recortar, hasta que no nos marque la senda la señora Merkel, guardiana de sus poderosos bancos teutones.
Seguramente que el engaño de la moneda única, prolongado desde el año 2000, ya sea un clamor y nadie sepa cómo salir de este feo asunto, a no se que hagamos lo que ya hizo Argentina al FMI -obviar parte de su deuda-, una formula que le hizo salir de la crisis y que le está haciendo crecer actualmente.
He de admitir que me daba miedo Zapatero y mucho más su inútil equipo de paniaguados y aficionados; pero también debo de admitir que también me da mucho miedo Rajoy y su equipo de tecnócratas sabelotodo. Ambas opciones son para temblar.
Y lo son porque ambas opciones tienen ciega fe en el euro y consideran que es la única opción que existe, sin llegar a valorar otras, como podría ser volver a la moneda nacional (de hecho, países de la UE que optaron seguir con su moneda como son los casos de Dinamarca e Inglaterra no no tienen tan crudo). Pero la realidad de los mercados está demostrando cada día que el euro es un presa fácil, un gran chollo para los especuladores -muchos de los cuales operan desde paraísos fiscales-. Mucho más chollo que el dólar americano, la libra esterlina inglesa y el yens japonés.
Por tanto, tener fe ciega en el euro puede ser la ruina de países como España que, además, no tiene el potencial industrial de Alemania o Francia; ni tan siquiera, de Italia. Y para colmo nuestra destrucción de empleo es aún superior a Grecia y Portugal.
De ahí que lo vea todo negro y comience a sospechar que como con los impuestos no se llegará ni tan siquiera a pagar la deuda, éstos seguirán subiendo, habrá recortes a empleados públicos -otro día hablaré de este asunto- y el estado de bienestar se quedará hecho unos zorros. Sin embargo, no quiero hablar de recortes en un sentido general porque seguramente muchos de éstos habrá que llevarlos a cabo, -sobre todo los gastos abusivos que acarreamos, comenzando por la clase política y es monarquía que se cae a trozos-; seguramente habrá que comprender que se prepara un sinpar cambio de ciclo. Un cambio de ciclo que nos costará asimilar pero que está al llegar. Ya nada será igual. Se acabaron las vacas gordas e incluso cada vez será más difícil ni tan siquiera ver vacas o que éstas se vuelvan sagradas, como en la India. Así de dramático resulta todo esto porque no olvidemos que España es una máquina de gastar gracias a sus 17 Autonomías y a sus muchos Ayuntamientos estrella.
Yo lo veo así y opino desde la ignorancia y desde falta de preparación económica: el euro ha sido un fiasco. Hecho a la imagen y semejanza de la Europa de los mercaderes como ya vaticinó el bueno de Anguita. Unos mercaderes que ya nos atisban desde todos los rincones del mundo. La carroña nos amenaza.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...