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30 diciembre 2012

RELATOS BREVES DE INVIERNO

LA COLA DEL INEM

En una rutinaria mañana, a eso de las 12 horas y en plenas Navidades, el antiguo empresario de la construcción Fernando Colmenerejo se encuentra en la cola del INEM de su localidad. Justo tres personas detrás, se encuentra el que fuera su oficial jefe de albañilería, Rafael García, que fue durante diez años su encargado y persona de mayor confianza. 
Fernando Colmenerejo mira para atrás de manera distraída mientras espera su turno para que le sellen la revisión para seguir poder cobrando el desempleo y reconoce enseguida el rostro de su antiguo oficial de albañilería, el cual hojea o parece que hojea un periódico gratuito que le acaban de entregar en la entrada de las oficinas. 
Es una situación violenta, porque parece que ambos se han visto, pero aquellos que durante tantos años compartieron tantas cosas, tanto profesional como personalmente, no parecen tener el más mínimo interés en saludarse, después de cómo acabaron las cosas entre ellos. Uno se refugia en la lectura del periódico y al otro le basta con no volver a mirar atrás, ya que al no poseer la nuca ojos, no existe peligro de ver.  
Sin embargo, de pronto, se produce una situación violenta. Ninguno dos la esperaba, pero en un pis pas, las dos personas de la cola, que se interponían entre ambos, se retiran de la misma y se dirigen a otra ventanilla. De esta manera, entre ambos ya no hay nadie y aunque la nuca del antiguo empresario de la construcción sigue sin tener ojos, la situación del antiguo oficial jefe de albañilería, es mucho más complicada: ya no es posible mantener los ojos clavados en el escuálido periódico, imitando leer por enésima vez la efímera prensa gratuita.
Así que violentado, el antiguo oficial jefe decide retirarse de la cola y de esa manera, perder el derecho a cobrar el desempleo ese mes, toda vez que es el último día para la revisión y la ventanilla está a punto de cerrar.
Sale de la cola con enérgico enfado, diciéndose para sí mismo que ese tipejo le iba a estar puteando toda su vida.

27 diciembre 2012

RELATOS BREVES DE INVIERNO (EN DOS ACTOS)


¡QUÉ BELLO ES VIVIR! (O CENA DE NOCHEBUENA EN DOS ACTOS BREVES)

Primer Acto

           Nada más asomar la cabeza en el hall de la casa, ya se apreciaba ese agradable olor que vaticina una cocina a pleno rendimiento; incluso, la temperatura es alta en toda la vivienda debido a los elevados grados de los fogones. El calor va en aumento por la cada vez mayor presencia de miembros de la familia que  para celebrar la Nochebuena se reunirán,  al menos, una vez al año. Curiosamente muchos de los hermanos, cuñados, sobrinos y primos no se han visto apenas a lo largo de los trescientos sesenta y cinco días y, lógicamente, tienen pocas cosas en común, pero la tradición es la tradición. Al menos, mientras vivan los progenitores.  Lo haremos por ellos, es la frase más utilizada por todos.
        Preparadas las viandas, comienza la cena para aproximadamente 13 personas, entre adultos y niños; y con ella comienzan las primeras conversaciones, que parecieran forzadas, según observaría un testigo imparcial. 

  Segundo Acto

        Rompe el hielo la madre y abuela; la progenitora y dueña de la casa. Mujer de bastante edad, la experiencia le ha enseñado que es ante una buena mesa cuando pueden ocurrir las mejores y las peores cosas. Consciente de ello comienza a hablar nada más sentarse todos a la mesa:
        -Bueno, ¿qué tal vuestras vacaciones? -hace la pregunta genéricamente a grandes y pequeños-
      Los niños son los primeros en contestar: ¡ya no tenemos cole hasta enero! es la frase más utilizada; pero los adultos siguen guardando silencio. Así que la madre y abuela cambia la estrategia, consciente de que muchos de sus descendientes y parejas apenas se han saludado.
       -¿Y qué tal el trabajo? -pregunta dirigiéndose en concreto a los adultos?
      -¿Qué trabajo mamá? ¿No sabes que lo perdí hace nueve meses? -contesta secamente el hijo mayor ante la inquisitiva mirada de su esposa-.
     -Pero los demás sí lo conservamos. Siempre piensas que las preguntas solo van dirigidas a ti -le reprende con dureza el segundo de los hermanos-.
     -Sí, claro que lo conservas. No todos pudimos disfrutar de tus privilegios -se defiende el hermano mayor-.
      -¿A qué privilegios te refieres? -le pregunta molesta a la esposa del segundo de los hermanos-.
     -Nadie ignora en esta casa que mientras yo me tuve que quedar cuidando el pequeño negocio familiar al enfermar mi padre, tu esposo querido pudo acabar la carrera de Veterinaria en Córdoba -contraataca el mayor de los hermanos-.
     -Sí, claro. Yo no tuve que joderme, quedándome en casa a cuidar de papá cuando tuvo la trombosis cerebral -intervino la hermana pequeña-. Por si no os acordáis tuve que dejar la carrera de Derecho en segundo, ya que el hermanito cerebro tenía que acabar Veterinaria.
   -Que yo tenga más inteligencia que vosotros dos juntos, no es culpa mía -dijo con malicia y mordacidad el veterinario-.Jamás pudisteis aceptar eso. 
    -Siempre has sido un miserable, un creído y un mal educado -terció el hermano mayor-.
  -No te permito ese tono....-dijo el segundo de los hermanos, haciendo ademán de levantarse de la silla-.
    -¿Vas a agredirle, en vez de estarle agradecido? -le preguntó amenazante la esposa del hermano mayor-.
     -Te dije que era mejor que no viniéramos a comer esta noche -le reprendió el joven esposo a su esposa, la hermana menor de la familia-.
     -No hubiera sido mala idea, de todas formas nadie te hubiera echado en falta -dijo con intencionada maldad la esposa del segundo hermano, que jamás tragó al joven esposo de su cuñada-.     
    El padre que no podía articular palabra desde la trombosis cerebral, comenzó a hacer grandes aspavientos con las manos, hasta el punto de tirar la sopera. Tal era su enfado ante el espectáculo que estaba presenciando, impotente y dolido. Mientras tanto, la madre, que con tanta ilusión había preparado la cena para la reunión familiar de Nochebuena, no pudo evitar dejar la mesa llorando, dejando caer la silla al suelo al levantarse enérgicamente.
    Mientras tanto, en la Primera, el aspirante a ángel de primera clase, Clarence, saltaba desde el nevado puente a las frías y turbulentas aguas del río, emulándole inmediatamente un atormentado George Bailey.
     No ajenos a la situación, los niños perdieron progresivamente el interés por el juego y la sopa dejó de elevar al aire sus anárquicos hilos de vapor que presagiaban un sabroso y cremoso sabor.    


(ESTE RELATO ES PURA FICCIÓN, PERO QUIÉN SABE SI, EN OCASIONES, LA FICCIÓN NO ES MÁS QUE UNA TORPE IMITACIÓN DE LA REALIDAD).  

Por José Antonio Flores Vera

25 diciembre 2012

RELATOS BREVES DE INVIERNO

Bueno, pues a pesar de que el día se ha levantado levantisco -valga la redundancia- por el sur, no hay que olvidar que seguimos en Navidad, y nada mejor que un pequeño relativo que funcione como Cuento de Navidad.  



LAS LUCES DE LA CIUDAD



Cuando llegó el día anunciado y el mayor y más conocido centro comercial de la ciudad no encendió sus luces navideñas, casi todo el mundo sintió indiferencia. No hubiera sido así en años anteriores, pero ese año que ya se iba evaporando no había sido en absoluto el mejor de todos. De hecho, la mayoría de la gente, una vez diagnosticada su situación, la de su familia y mejores amigos, prefería que las cosas que le rodeaban no tuvieran un brillo especial y mucho menos que ese centro comercial se dedicara a repartir destellos a lo largo y ancho de su enorme y bien situado edificio en el centro de la ciudad. Mucho mejor así, se dijeron unos a otros.
  Sin embargo, un grupo más pequeño de ciudadanos aguardaron gran parte de la tarde para convencerse que el tardío y anunciado encendido de las luces navideñas no se había llegado a cumplir por mor de alguna avería sin importancia. Eso produjo expectación y bromas, creando en el ambiente cierta algarabía y cierto aire festivo a mitad de camino entre la incredulidad y el desconcierto. Todo el mundo en esos momentos apostaría todo lo que llevara en sus bolsillos a que en un par de horas todo estaría solucionado y ese centro comercial, el más famoso de la ciudad, acabaría por conectar toda su luminaria. Pero eso no ocurrió, ni esa tarde ni en las siguientes.
  Por su parte los munícipes, encerrados en sus despachos hacían comentarios entre jocosos y nerviosos, toda vez que la iluminación de ese centro comercial significaba la única esperanza de que hubiera algún alumbrado navideño en la ciudad, ya que el presupuesto no había permitido ni tan siquiera poner una mínima bombilla.
  El grupo de los escépticos, los que habían mostrado total indiferencia ante la falta de iluminación del establecimiento comercial, casi se regocijaban y consideraban justo que no hubiera más iluminación que la de ordinario hay el resto del año. Sin duda, su pensamiento estaba amordazado por su estado de ánimo, el cual se había ido ennegreciendo a medida que iba transcurriendo aquel año horrible. Se asomaban curiosos y divertidos a las puertas del centro comercial y disfrutaban que éste siguiera sin dar señales de luz alguna.
  Entonces, los periódicos de la ciudad centraron sus críticas en el ayuntamiento, acusando a los munícipes de irresponsabilidad ante la falta de luces festivas en la ciudad en fechas tan señaladas. Ese asunto provocó un agrio debate entre los que consideraban que no habría que gastar dinero en algo tan fatuo y los que consideraban que era necesario gastar dinero para significar esas fechas tan señaladas.
  Pasaron los días y la ciudad seguía sin contar con una bombilla festiva, así que una comitiva de ciudadanos celebérrimos se dirigieron a la dirección del centro comercial amenazando con no hacer gasto alguno si no encendían las luces como todos los años. La dirección alegó que por solidaridad y ante el oscuro estado de ánimo de gran parte de los ciudadanos de la ciudad habían decidido ser consecuentes, pero esa argumento no convenció a nadie. Ni tan siquiera a los escépticos que a esas alturas, comprobando que ya pasaban demasiados días y que su frustración no era tampoco de tan largo alcance -y mucho menos en fechas tan señaladas- comenzaron a echar de menos esas luces navideñas, muchos de ellos presionados por sus propia familia y amigos.
  Ante la sorpresa de todos, tanto un grupo como el otro -el de los celebérrimos y el de los escépticos- decidieron unir sus fuerzas y organizarse; unos irían a visitar a la dirección del centro comercial y otros al ayuntamiento. Ante esa tesitura ni el centro comercial ni el ayuntamiento supieron que contestar, confundidos por esa reacción unívoca.
  -Mucho tiempo llevo en la vida pública y sigo sin conocer a los ciudadanos que intento gobernar -dijo el alcalde al director del centro comercial en la reunión urgente que convocaron -.
  -Yo estoy aún más confundido, alcalde, ya que tras muchos años dedicado al comercio, este año he comprendido que hay cosas que no están en venta.
Lógicamente, ante el cariz que habían tomado las circunstancias y con una semana de retraso, tanto el ayuntamiento como el centro comercial llenaron de luces la ciudad.    

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...