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03 octubre 2021

99 DÍAS QUE PODRÍAN CAMBIAR EL MUNDO (AMAZON, 2020)

 


Al mes y medio de salir del enclaustramiento al que estuvimos sometidos por mor de la epidemia del por todos denominado en vulgata Coronavirus, me aventuré a publicar en Amazon un diario de la pandemia, que escribir a lo largo de todo el confinamiento, esto es, 99 días. Su título 99 días que podrían cambiar el mundo. ¿Y por qué decidí darle ese título? Porque estaba -y aún lo estoy- convencido de que este hecho no pasaría desapercibido en nuestra historia personal y colectiva. Un ser microscópico que ha detenido gigantescas estructuras sociales, económicas, deportivas, personales, que ha detenido el mundo. Un ser monstruoso en esencia, pero invisible, lo que demuestra que nada en este mundo obedece a un patrón concreto, que lo grande puede ser inofensivo y lo pequeño muy pernicioso.

El Coronavirus ha cambiado todo en este mundo y no sabemos (me temo que no) si todo volverá a ser igual que antes. Es más, es posible que no sea conveniente que todo vuelva a ser como antes. Nuestro planeta no es ni tan siquiera una mota de polvo en el Universo (sin contar que pudieran existir universos paralelos como ya apuntó Einstein y dejó dicho Hawking antes de fallecer), por lo que descartar que podamos ser barridos como se barren las motas de polvo no es ninguna afirmación gratuita. Estamos acostumbrados a pensar y a vivir como si fuéramos los verdaderos reyes de la creación, pero los animales (no sabemos si también las plantas, es posible que sí) nos han dado lecciones inolvidables en ese periodo de tres meses en los que no sabíamos ya qué hacer en nuestras casas. Se han acercado a nuestras costas cuando jamás lo hacían, han penetrado en nuestras calles, cuando no lo hubieran hecho en condiciones normales, han sobrevolado nuestra ciudades, cuando apenas salían de su entorno, en definitiva, ha mostrado mucho más sensatez que la mayoría de los humanos, como queriéndonos decir que siguen ahí a nuestro lado, pero guardando las distancias hasta que cambiemos, porque ¿estamos dispuestos a cambiar? Mi veredicto a más de un año desde aquello es que no, no estamos dispuestos a cambiar. Es más, observo síntomas de que es posible que vayamos a peor, que al individuo en general (con las lógicas excepciones que hay muchas, de lo contrario esto sería terrible) le interesa sobre todo sus intereses primarios, sin pensar en mucho más allá. Es posible que mi visión sea pesimista.

Escribí mucho de todo eso. Escribí lo que reflexionaba y observaba cada día y eso dio lugar un libro que en papel podría estar en las trescientas páginas; pero no está en papel, al menos no lo está aún, sino en formato digital pinchando aquí.



19 mayo 2021

SOY CORREDOR (DEL LIBRO CORRIENDO ENTRE LÍNEAS)





Comentaba en algún sitio que lo importante es que llegue el día en el que digas sin fisuras y con convicción espartana: soy corredor. Pero ese momento no llega ni de manera automática, ni como resultado de una metamorfosis mental inmediata. Ese día llega porque así lo has experimentado y así lo sientes como consecuencia de un proceso continuado. Antes de eso, todos hemos jugueteado en alguna ocasión con esa presunción, afirmando en la primera ocasión que se nos ha presentado: 'soy corredor'; probablemente porque haciéndoselo saber a nuestros interlocutores nos reafirmamos más en ese papel que anhelamos. En otras ocasiones, cuando aún estamos en esa fase indiciaria previa a ser corredor, nos hemos acercado a alguna tienda especializada y nos ha elevado sobremanera vernos inmersos en viva charla con otros corredores que sí lo son. Hemos preguntado por una marca y modelo de zapatilla técnica y cuando nos ha sido entregada, nuestras cejas se han enarcado como queriendo transmitir criterio y conocimiento acerca de la mercancía solicitada. Incluso, es posible que a la primera de cambio nos hayamos sorprendido intercambiando opiniones sobre carreras que, en algunos casos, no hemos corrido pero que pretendemos hacerlo en breve. Hemos escuchado a dos corredores hablar de la última maratón en la que han participado y en nuestro fuero interno nos hemos sincerado con nosotros mismos diciéndonos que aún estamos lejos de esas metas.
En otras ocasiones hemos acudido a comprar algún producto idóneo a algún herbolario, de esos que a veces solemos comprar los corredores, y no hemos dudado un segundo en decir al dependiente o dependienta que nos dedicamos a correr. O, incluso, en ese afán de convertirnos en corredores rápidamente hemos sido presuntuosos con nuestra delgadez cuando alguien nos ha comentado que nos ve más delgado. 'Es porque soy corredor', solemos responder. Son fanfarronadas inocentes e útiles que ayudan a crecer, como siempre mantengo.
Y qué decir cuando nos hemos ido apartando de manera voluntaria de fastos y farras, ante la extrañeza de nuestros amigos o pareja por nuestra decisión de prescindir de aquella fiesta o esta boda, esbozando una sonrisa, al tiempo que diciendo aquello de que 'no voy a ir porque no bebo y, además, me es muy molesto el humo del tabaco. Es más, mañana tengo que entrenar'. Y eso no es ficción, ya que a todos los corredores (o a casi todos) tarde o temprano nos ocurre. Un conocido mío, gran corredor, incluso pactó con una hermana si habría sala de no fumadores en un evento familiar.
Y también ocurre otro tanto con las comidas. Lo perciben tus compañeros de trabajo en los desayunos o en las cervezas del mediodía. Del suizo mixto que pedías habitualmente pasas a la media tostada de pan integral con aceite; y del tubo de cerveza pasas a la cerveza sin alcohol. Y claro, ellos que aún no saben que corres de manera cada vez más regular acaban por preguntarte el porqué de tus nuevos hábitos alimenticios.
Y toda esa travesía del desierto es la que, sin tu saberlo, paso a paso, te va convirtiendo en corredor, así que cuando ya lo eres todos esos hábitos inusuales, que quienes te rodean a veces censuran, son tu mejor carta de presentación. 
Es con el movimiento, la dedicación y el ejemplo cuando todos comprenden y acaban por respetar que eres corredor, con todo lo que eso conlleva.

ESTE LIBRO ESTÁ DISPONIBLE EN VERSIÓN DIGITAL EN AMAZÓN EN EL SIGUIENTE ENLACE: 






06 septiembre 2020

ACTUALMENTE TRABAJO EN TRES NOVELAS Y OTROS PROSAICOS ASUNTOS

Actualmente trabajo de  manera desigual en tres novelas, algo que es una enorme contradicción porque, por su propia naturaleza, no es posible trabajar en tres novelas al mismo tiempo cuando hacerlo en una sola ya es sumamente arriesgado y complicado. Por tanto, enmendemos la aseveración: tengo comenzadas tres novelas, dos de ellas muy avanzadas. Me pregunto por qué vuelvo a la novela tras la dureza que supuso para mí escribir Equis quería correr y los pocos resultados que ha cosechado. Seguramente será por algo relacionado con el masoquismo.
Además, antes de que acabe el año tengo la intención de subir a Amazon una nueva recopilación de relatos cortos inéditos, si bien es cierto que algunos ya han sido publicado en libros de antologías y concursos, algunos de ellos de cierta importancia. Incluso me estoy planteando una publicación independiente de relatos navideños (algunos de ellos inéditos) para esta próxima Navidad, que intentaré ponga gratis Amazon, si bien eso no depende de mí. Es lo mágico que tiene para un autor independiente como yo publicar en Amazon: de vez en cuando alguien a miles de kilómetros valora tu obra y a la vuelta de la esquina no la valora nadie. Es más, no sabe que escribes y si lo saben guardan silencio. De ahí que esta plataforma nos encante a autores que como yo han decidido no publicar, por ahora, con editoriales, aunque es cierto que tampoco es que llamen a mi puerta las importantes, aunque sí he tenido la opción de publicar en otras más pequeñas y es posible que de relativa importancia, no esto seguro. El caso es que me da mucha pereza el asunto de los editoriales porque suponiendo que quieran publicarte, hacerlo efectivo pasa por una serie de filtros, condiciones, tijeretazos a la obra y otras cosas que no van con mi carácter independiente y es posible que hasta indómito. Muchos dirán que es una excusa la mar de ocurrente para justificar la no publicación de mi obra en editoriales de gran calado. Sí, es posible, pero para eso siempre es fundamental enviar la obra para que la valoren. Y nunca lo hago.
Así que todo lo que publique, por ahora, será en Amazon o no será. Y publicando en la enorme plataforma, que es el futuro, si no el presente, pueden pasar dos cosas: una: la más probable, que nadie encuentre tu libros dentro de la selva o bien que los encuentren y no les interese; dos: que por las causas que sean se descargue mucho, aunque eso exige otras cosas que también me dan pereza. Así que lo único que hago es subir los libros a la plataforma y que Dios provea. Es un dicho cristiano en el que no creo, pero viene bien decirlo en este caso. Que es lo he hecho y hago con todos mis libros más grandes y más pequeños subidos a Amazon, un total de diez ya.
Por tanto, volviendo al asunto de las tres novelas, esbozaré muy brevemente para no aburrir la situación de cada una. Todas tienen títulos provisionales, pero de alguna forma hay que llamarles hasta que se publiquen con el definitivo: 

1. Donde los hombres íntegros. 

Es la más antigua de las tres y consta ahora de unas 80 000 palabras, porque también es la más larga. No sé muy bien por qué no la he acabado aún, a pesar de que ya dispongo de un final (más o menos). Seguramente porque la quiero hacer demasiado perfecta. Y eso es siempre un error paralizante.

2. Un mensaje desconocido.

Es la continuación de un relato de igual título incluido en Conversación en la taberna y 41 relatos. Contando con lo escrito ayer mismo, el número de palabras, hasta ahora, se eleva a 55 000. Me divierto mucho escribiéndola y no sé hasta dónde llegará, si es que llega a algún sitio.

3. Cuando fui carnívoro. 

La comencé en la pereza de agosto y no estoy seguro si llamarle novela o novela-ensayo. La técnica que he decidido es la narración en primera persona. y alterna lo que recuerdo de la infancia y juventud en cuanto a la relación con la comida procedente de animales y la relación con estos en general con lo que pienso en la actualidad. Adquiere un contenido crítico en contra de la comida y el maltrato de animales, como buen vegetariano que soy, por lo que el hipotético lector que tendrá, si algún día se publica, será sectorial, aunque yo siempre aconsejaré que la lea todo el mundo. Actualmente es la menos avanzada, contando con algo más de ocho mil palabras.
Y es que escribir y poder hacerlo en libertad sin ataduras de editoriales ni presiones para poder comer de ello es lo que realmente me ofrece estímulo para poder hacerlo. Es posible que no pudiera hacerlo de otra forma.
Y porque me divierte hacerlo a la vez que me transporta a otra realidad que casi siempre me gusta más que la actual.


29 agosto 2020

99 DÍAS QUE PODRÍAN CAMBIAR EL MUNDO: PRÓLOGO (AMAZON, 2020)


Amigos, ya está disponible en Amazon mi último libro, en formato eBook: 99 días que podrían cambiar el mundo.



Prólogo del autor

 

 

Tal vez, la función de escribir y la del escritor sea crear un testimonio directo sobre sucesos extraordinarios, bien personales, bien colectivos o, tal vez, una mezcla de ambos. El ser humano ha sentido, desde siempre, esa pulsión de dejar testimonio directo de lo vivido, mucho más si ha entendido que ha sido algo extraordinario. No siempre ha podido o ha sabido utilizar la palabra escrita, pero desde que dominó esa técnica siempre ha sido el medio más utilizado y, por qué no decirlo, el más expresivo, quizás por encima de las imágenes y otras formas expresivas distintas a la palabra.

            El catorce de marzo de 2020, así como los días previos, ya se sospechaba que algo estaba pasando en el mundo. Hubo un revuelo mediático impresionante y tan solo nos dijeron que se trataba de un virus que, al parecer, derivaba de China y que, como la pólvora, se estaba propagando a través de todo el mundo porque tenía la cualidad de ser muy contagioso y letal.

            El mundo que hemos creado, basada en la movilidad sin límites, era el espacio idóneo para que un virus de esas características pudiera extenderse a sus anchas y pronto muchos comenzaron a interpretar que, además de la existencia del virus, alguien poderoso estaba moviendo los hilos para que el orden mundial cambiara. No había mucha más información que ésa y ante la falta de información siempre es dable que comiencen las especulaciones, sobre todo porque ni los propios gobiernos sabían (o no querían) dar respuestas. Entonces, de repente, todo comenzó a ir muy rápido. Se cerraron fronteras en medio mundo, pero sobre todo en los países occidentales, se decretaron estados de alarma y de alerta, se comenzaron a elaborar normas de confinamiento… Muchas generaciones no habían visto nada igual hasta el momento.

            El virus -al que denominaron COVID-19, como acepción más técnica, pero Coronavirus, como denominación más vulgar por tener una especie de corona alrededor de su microscópica masa-, comenzó a azotar con fuerza en algunos países, entre ellos España, que es el lugar desde donde he escrito este diario que se expone a continuación de este prólogo. De hecho, España, junto a Italia y unos cuantos países más, fue el sitio en el que más repercusión contagiosa tuvo el Coronavirus. Con la extensión increíblemente rápida de los contagios en todo el país, comenzaron a llegar las primeras muertes y el gobierno no tuvo más opción que tomar medidas drásticas, siendo la principal decretar el Estado de Alarma, a partir de las cero horas del día 15 de marzo, sobre todo al comprobar que la histeria colectiva exteriorizada a través de la compra masiva en supermercados, era cada vez más preocupante, así como el temor al colapso del sistema sanitario público.

            Entonces, comencé a escribir este diario, cuyas primeras palabras subí a Facebook. Me movía la necesidad de plasmar y comunicar cómo veía esta situación novedosa, sobre todo para poder explicarme a mí mismo qué estaba ocurriendo. Con el paso de los días, y sin saber -porque nadie lo sabía- cuánto duraría esta situación, comprendí que necesitaba elaborar un diario en el que intentar plasmar mis sensaciones al tiempo que plasmar también los hechos objetivos que considerara más importantes cada día con relación a la pandemia, concepto que ya se había exteriorizado oficialmente. Poco a poco comprendí que ya no podía dejar de escribir cada día, con independencia del tiempo que durara la situación, así como mostrar una óptica personal. De manera inopinada me había sumergido en un diario.

            Y un diario es un instrumento que conecta con la sinceridad mostrada a través de las palabras de quien lo escribe en ese justo momento, que siempre tiene una vocación privada. Esa es precisamente su esencia: plasmar las inquietudes, sensaciones, reflexiones y emociones del momento, sin que esas palabras escritas, digamos, en caliente, sufran modificación alguna. De lo contrario, se convertiría en una obra de no ficción (o incluso de ficción)  fría y aséptica. De ahí, que en la revisión en profundidad que he llevado a cabo para su publicación no haya alterado ni un ápice de lo escrito cada, centrándome tan solo en la mejora estilística, ortográfica y gramatical.

            No sé si lo habré conseguido, pero apreciados e hipotéticos lectores, puedo aseguraros de que ese ha sido el propósito.

            El título que he decidido darle, Noventa y nueve días que podrían cambiar el mundo, es el cómputo de los noventa y nueve días oficiales del Estado de Alarma inicial y sus sucesivas prórrogas en España, es decir desde el quince de marzo al veintiuno de junio de 2020. No obstante, también incluyo el diario del día previo, el catorce de marzo, que a partir de una determinada hora vespertina se travistió de preliminar Estado de Alarma, a pesar de que éste aún no estaba en vigor. Esta situación fue muy similar en la mayoría de los países de la Tierra por lo que he considerado que la suma general de tan extraordinaria situación en todo el planeta ofrece argumentos sólidos para que pudiera cambiar el mundo.  

 

            Granada, surcando la canícula de agosto de 2020      

 

18 agosto 2020

NOVELA EQUIS QUERÍA CORRER: PRIMERA PARTE DEL CAPÍTULO I

 

UN TIPO GORDO

 1.

 Equis era un tipo gordo, eso nadie lo ponía en duda, pero sus amigos y familia apostarían su hacienda para desmentir que lo era. Y quería correr. No podía hacerlo ahora por circunstancias presentes y pasadas, aunque eso no importaba demasiado. ¿Por qué no podía correr ahora? Por su volumen, por sus pulmones mal oxigenados, por su hígado rehogado en alcohol, por sus desastrosos hábitos alimenticios. Algún día comenzaría. Estaba seguro. Se levantaría una mañana de domingo a una hora desacostumbrada y se iría a correr. No se lo diría a nadie, eso sí. Lo haría sin más, como lo hizo alguna vez en su lejana juventud o no hace tanto tiempo, aunque de eso prefiere no acordarse. Ese había sido, desde siempre, su anhelo. Todo eso lo pensó una tarde lluviosa y melancólica cuando volvía, como cada día, del bar de Javi tras acabar su jornada laboral en la construcción. Fue como una revelación, que le llenó de alegría, como si quisiera despojarse de esa vida que vivía porque dudaba que fuera la mejor posible, como si se tratara de un traje que vestía a diario y que, en algún momento, fue su preferido, si bien cada vez le satisfacía menos. La lluvia fina le rebotaba con suavidad en la cara, sin embargo a él no le molestaba. Es más, disfrutó ese momento de revelación con el mismo cosquilleo en el estómago que sentía cuando, en su lejana adolescencia, creía sentirse enamorado de la nueva chica del instituto. Incluso llegó cantarín a su casa ante la mirada escrutadora de Natalia, su mujer.  Los hábitos que había acumulado con los años suponían un enorme problema; lo sabía: una copa de brandy por la mañana, tras el café, antes de subir al andamio; las tres o cuatro cañas con su respectiva tapa mientras les preparaban el menú del almuerzo; el par de tercios de cerveza y los dos vasos de vino almorzando; el par de cubatas a la salida del trabajo con su amigo y colega Luis, las dos cervezas que siempre acompañaban su abundante cena y, ¿por qué no?, el cubata tras estar viendo tranquilamente los fogosos debates futboleros de la noche o cualquier película de serie B que dieran a altas horas de la madrugada. En fin, lo normal y cotidiano. Pero los fines de semana toda esa secuencia cambiaba de manera significativa: podrían darle las cuatro de la madrugada bebiendo ron con cola en el bar de Javi, a tan solo unos cuantos centenares de metros de su domicilio. Y en cuanto a hábitos alimenticios, pues los de toda la vida, los que había heredado de sus padres, y estos de sus abuelos, aderezados por los nuevos alimentos modernos que su pobre padre (nada más trabajar y trabajar, que siempre decía) no había conocido, aunque sí le dio tiempo a hacerse un devoto de los deliciosos sabores de las hamburguesas de McDonald’s que ingería con indisimulada ansia cuando viajaban a la ciudad; o esas deliciosas patatas fritas, al alcance de la mano en cualquier tienda, esas riquísimas salsas de roquefort, de pimienta verde, de mayonesa acaramelada, de kétchup, por no hablar de los kebab, que comenzaron a ponerse de moda cuando él ya apenas podía comer nada sólido, y otros alimentos deliciosos que habían llegado a su vida demasiado tarde. Vivía tranquilo con toda esos hábitos que había ido construyendo o le habían ido construyendo: los colegas y familia con hábitos idénticos a los suyos, las diversas ceremonias que llenaban su agenda cada fin de semana, la eliminación de la rutina diaria gracias a las continuas visitas al bar. Pero nada de eso tenía que ver con ser gordo. O al menos él no se consideraba como tal ni nadie de su círculo se lo decía en momento alguno. Gordo era su mejor amigo, Luis, que pesaba ciento veinte kilos (eso sí, repartidos a lo largo de ciento noventa centímetros de altura), y fumaba dos paquetes diarios porque adelgazaba lo suyo, solía decir; gorda era su madre y su hermana mayor, y lo había sido su padre; hasta su hermana menor, aún muy joven, también iba camino de ello. Incluso lo fueron sus cuatro abuelos. Era la genética de la familia. No había problema con eso. Para todos, él había sido  siempre el deportista, el más atlético y delgado y, por ello, aún acariciaba la idea juvenil de querer correr. Algunos de sus amigos de juventud, que ahora compartían sus hábitos, lo habían hecho con él por los caminos de esa amplia vega que circundaba el pueblo. Recordaba con orgullo que habían llegado a hacer hasta ocho kilómetros de una tacada. Eran los años deportivos, pero también los hedonistas y dispersos, años en los que se estaba forjando una de las dos opciones: o dedicarse al deporte en el tiempo libre tras una vida ordenada; o bien, dedicarse a una vida más pasiva y hedonista. No había muchas más posibilidades en el pueblo. Y la mayoría se inclinó por esta segunda opción. Ya se sabe: el curro, la mujer, los niños… Poco se podía elegir en aquel ambiente preestablecido. Si es que se quería elegir, que no parecía que existiera mucho interés en hacerlo. Pero una tarde, tras aquella revelación que tuvo días atrás, Equis, se fue del bar de Javi un poco antes de lo habitual. Y, claro, todos sus colegas se mofaron de él: que si te ha dado un toque la parienta, que si ya no aguantas, en fin, toda una batería de frases típicas y tópicas que suelen proferir en los bares al colega que se marcha el primero, precisamente para disuadirlo de que se marche. En absoluto nada de eso que decían le ocurría: se iba a correr. Le había estado dando vueltas a la idea toda la noche y también toda la mañana, mientras trabajaba. ¿Y si no lo dejara para el domingo?  ¿Y si probara hoy mismo? ¿Y si comenzaba a trotar por el camino que arranca cerca de casa y por el que se adentra en el interior de la vega? Ya era hora de retomar esa ansia juvenil, volver a intentar correr obviando lo que le ocurrió cuando probó hacerlo no hacía mucho tiempo y cuyos hechos no deseaba volver a recordar, aun sabiendo que ese verbo parecía estar proscrito en su casa, como ese objeto viejo que se deposita en el más remoto trastero, no porque ya no es útil, sino porque su mera presencia es indeseable. Claro, él había olvidado que correr con unas copas recién tomadas y, además, acompañadas por un voluminoso plato de patatas fritas, un almuerzo a base de morcilla y panceta de cerdo, junto a tres tercios de cerveza y un bocata previo a las doce de la mañana, sin contar con la copa de brandy tras el desayuno, podía ser contraproducente. También había olvidado que correr con unas ajadas zapatillas del mercadillo de los sábados pesando ciento tres kilogramos podía ser más contraproducente aún. Se las arregló para que su esposa no conociera su intención alegando un recado pendiente y se fue andando en dirección al camino, con las zapatillas escondidas en una bolsa de plástico, que para nada hacía sospechar de su verdadera intención a los ojos de su esposa. Se calzó las zapatillas en el balate de una acequia, junto a un frondoso y solitario árbol, y tras trescientos metros recorridos se refugió frente a un arbusto del camino y comprobó que toda esa ingesta era mucha para un solo día. Por un momento, confundió la indigestión con lo que le había pasado no hacía mucho, pero de aquello, una vez más, no quería acordarse, deseaba borrarlo para siempre de su mente, como si no le hubiera ocurrido jamás a él, igual que si se tratara de un mal sueño. Mientras se inclinaba para verter lo que el organismo no deseaba albergar, comprobó que sus voluminosos gemelos adquirieron de pronto un tono morado, y comenzó a sentir unas afiladas y finas agujas clavadas en estos. Se fue a casa frustrado, pensando que debería haber seguido en el bar con sus colegas. En definitiva, tenía cuarenta años y esa era su vida. De nada serviría esforzarse por cambiarla. Esas eran las reglas. Ese era el redil por el que él estaba destinado a pasar. Pero, en puridad, no debería desmoralizarse nuestro amigo por esa nimiedad; al contrario, debería sentirse contento. Si el organismo rechazó toda esa fastuosa ingesta de comida y bebida de todo un día es porque no la necesitaba. Al menos no para correr. Pero ¿y el dolor en los gemelos? ¿Y ese color violeta que iba adquiriendo una tonalidad cada vez más oscura? A medianoche, mientras veía una olvidable peli —y con el pie extendido en el sofá— ya no pudo resistir el dolor y  fue a urgencias. Lo acompañó Natalia, a la que no contó cómo se había provocado esa lesión. Le dijo que se había dado un golpe al bajar del andamio, algo muy creíble y habitual en su profesión de albañil. Si a alguien no debía contarle que había comenzado a correr era a ella, eso lo tenía muy claro. El facultativo le preguntó si había hecho algún movimiento brusco. Y fue cuando comprendió que correr lo era. O al menos, lo era si no se había corrido desde hacía tiempo. Lo negó al estar presente su esposa. Se fue desmoralizado de urgencias. A la mañana siguiente, tras una noche febril en la que se mezcló el dolor de los gemelos —parecía que ahora tuviera cuchillos, en vez de agujas, clavados en los mismos— con un apreciable cambio en su concepción del mundo, se levantó renovado. Sufrió una profunda metamorfosis por dentro, o al menos eso percibió. Había soñado que atravesaba campos en llamas y que, a cada salto que daba para esquivarlas, los gemelos se le desprendían de las piernas. Sin embargo, al despertar, tenía la mente clara y dispuesta. Soy otro hombre, se dijo.


(....)


(Primeros párrafos del primer capítulo de mi novela Equis quería correr. Disponible en Amazon en formatos papel y digital)

09 agosto 2020

LISBOA (EBOOK: RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES, -AMAZON, 2018)

RELATOS Y ARTÍCULOS DE VIAJES: Impresiones de un viajero eBook ...





En mi libro (eBook), publicado en Amazon, Relatos  y artículos de viajes, dediqué unas páginas a varias ciudades visitadas de nuestro país vecino, Portugal. He aquí las palabras dedicadas a su peculiar y encantadora capital.


Lisboa

 

Alguien contó al viajero que Lisboa ha sido la única ciudad en la que ha quebrado un McDonald`s. El viajero no tiene datos para confirmar tal rumor, pero da por hecho que si en algún lugar ha podido fracasar la franquicia multinacional norteamericana de la prescindible alimentación no le cabe duda de que ha debido de ser en Lisboa. Y eso es así porque la capital de Portugal tiene otro aíre, es distinta. O al menos lo es en lo que realmente interesa de la ciudad, que es casi todo, si bien será imprescindible visitar todo su centro histórico, sus barrios Alto y Alfama, así como su Castelo de S. Jorge. El resto es nuevo y moderno como cualquier ciudad occidental que se precie, pero siempre interesante. No obstante, nada en ella pierde su sabor portugués y esa modernidad ha sabido implantarse de manera inteligente y ordenada, o al menos, es lo que ha podido deducir el viajero en sus distintas visitas a la ciudad del Tajo (o Tejo).

Porque Lisboa no es tan solo su elevador de Santa Justa ni tan siquiera sus tranvías, es mucho más. No hay duda de que los tranvías que suben hasta las partes altas de la ciudad, hasta las Siete Colinas o el Castelo de S. Jorge ofrecen un sabor especial, pero será pateando cuando el viajero descubrirá una ciudad con muchos matices y a medida que obtenga mejor panorámica (el Castelo de San Jorge le parece un lugar ideal) podrá observar la magnífica ubicación de esta antigua ciudad, enclavada en la desembocadura del Tajo, que es un mar, con el océano Atlántico de fondo.

Un aspecto importante para él es que en esta ciudad no parece existir el estrés. No solo por el carácter apacible y tranquilo del portugués medio, sino por la propia configuración de sus calles y plazas. Un paseo tranquilo por el Chiado es imprescindible, sobre todo considerando que es posible llegar a pie desde este lugar a los lugares más simbólicos de la ciudad, incluido el Barrio Alto, lugar repleto de restaurantes económicos en los que por la noche será posible cenar escuchando un buen fado. Y si el viajero echa de menos esa modernidad a la que antes se hacía referencia, interesante también es lo nuevo, lo moderno, que podrá encontrar en el recinto donde fue celebrada la Exposición Universal de 1998, un vasto espacio repleto de restaurantes y locales de ocio junto al río Tajo. O bien, dirigirse a la otra parte de la ciudad, cerca de la desembocadura del Tajo y visitar su magna Torre de Belém, su Monasterio de Los Jerónimos de Santa María de Belém y no olvidarse jamás de degustar un pastelito de Belém en el sitio original, que es lo que hizo con gran deleite.

Pero de todo, se ha quedado con la impresión de que Lisboa es una especie de reserva espiritual de Europa, a pesar de que siempre ha tenido una amarga sensación de que eso pueda cambiar con la llegada voraz de la modernidad, sin alma. Porque las ciudades tienen alma, eso lo sabemos, pero en ocasiones se vende al diablo por poco precio. Se especula, se destruyen lugares icónicos y bellos…, todo en nombre del progreso y la modernidad. Craso error. El progreso tiene sentido si se conserva lo histórico y bello, lo que perdura. Que Lisboa pueda vencer la llegada de ese pretendido progreso dependerá de muchos factores, pero para él tiene que una ciudad con tanta personalidad jamás puede perder su esencia. Y espera que así sea.

24 julio 2020

NOVELA: EQUÍS QUERÍA CORRER (AMAZON, 2019)


Esta novela está en promoción, gratis, durante los días 24, 25 y 26 de julio de 2020 en todos los países donde opera Amazon. Puedes descargar su versión digital AQUÍ
Pero antes puedes leer su sinopsis y algunas opiniones que se han escrito sobre ella.
SINOPSIS:

     Equis es un tipo normal que un buen decide comenzar a correr. Lo ha intentado en varias ocasiones sin éxito, por una razón o por otra. Curiosamente, siempre desea comenzar a correr cuando decide cambiar algún aspecto de su vida, que no le satisface. Su estrecho entorno no comprende que desee correr ni cree que esté preparado para ello, y menos que nadie su esposa, la cual prefiere que siga en el bar maltratando su hígado a que corra. La aversión de ella a esa práctica deportiva es casi enfermiza. Eso produce una tremenda crisis en el aparente tranquilo matrimonio. Pero, siempre hay un pasado sorprendente, y se vuelve a constatar que las cosas no son como parecen en esta historia de encuentros y desencuentros.

OPINIONES EN AMAZON:


Adaptando una de las mejores frases del libro a este medio, espero que al comentar no se me queden muchas palabras perdidas en algún lugar remoto entre mis dedos y este ruidoso teclado desde el que escribo.

A primera vista podría parecer que sea una novela sobre correr, que lo es, pero va un poco más allá dejando como telón de fondo esta noble actividad atlética, adentrándose en el verdadero argumento de la historia que no es otro que correr; pero correr tras la realización de nuestros sueños a lo largo de nuestra lábil vida. Unos sueños tan anhelados como tantas veces perdidos y que una vez alcanzados nos dejan unos breves momentos de loca felicidad.

Un relato narrado de forma soberbia a la vez que sencilla sobre una estructura perfecta que supera con creces las expectativas puestas en él, que ya de partida no eran fáciles de alcanzar. Se trata de una instantánea certera y precisa de nuestra sociedad moderna, muy bien escrita, preciosamente adornada y tejida en una trama exquisitamente urdida. Con un final que no te dejará indiferente invitándote a que cruces de nuevo bajo el pórtico del arcoíris en pos de los sueños. Una bella historia que, aunque tú aún no lo sepas, hará que suenen unas campanillas una vez que poses tus ojos sobre su punto final.


Estamos ante una novela de dos personas a quienes une la afición que tienen por correr. Dos personas que se conocen, "¿por casualidad?" No diría yo que es una novela sobre correr; sino que es una novela que trata del mismo ser humano, de sus sentimientos, de su valores... Que trata de esa "humanidad" del ser humano. Y el deporte, correr en este caso, es el instrumento que ha utilizado José Antonio para transmitirnos lo que quiere. Lo cual hace muy bien. Tampoco podremos olvidar al mejor amigo de Equis, con unos valores intachables... Y como el verdadero amigo y consejero de Equis. Un personaje, aunque secundario, también entrañable. Pero sería a los personajes, no ya aJosé Antonio que, al fin y al cabo, no hace más que plasmar en palabras escritas lo que sus personajes le dictan, a quienes tendríamos que preguntar qué les impulsaba a actuar como lo hacía. Qué sentimientos les impulsaban a ello... Qué "sentían" para actuar de una forma, y no de otra...



Un viaje por las emociones de las personas, como podemos cambiar cuando los demás esperan que lo hagamos y como olvidamos nuestros propios deseos buscando la complacencia de los demás. Una lectura emotiva con cambios de sentimientos a los protagonistas, con los que te das cuenta de que nada es lo que parece.


Gran relato!, me parece genial la idea del autor, mediante el deporte, cruzar la vida de dos personas de polos opuestos, llegando al centro de su polaridad, uniendo esos sentimientos en uno, la vida misma!, Genial, enhorabuena!


Lo recomiendo. Te tiene expectante hasta el último momento.


Novela muy entretenida, que aborda la relación de una pareja, que a pesar de pertenecer a diferentes clases sociales se cruzan el uno con el otro por la aficion por correr, afición y pasión del propio autor, narrada con ágil ritmo narrativo que te atrapa y con un final que no te esperas.


El autor combina magníficamente su pasión por correr, en la narración de una novela que engancha desde la primera página. Parece que sea fácil, pero lo que hace José Antonio no es nada sencillo. Un libro muy recomendable.


Muy buen libro, la historia engancha mucho y te deja con ganas de leer el siguiente capítulo. Muy recomendable.

CRÍTICA LITERARIA DE HEYDEVENIR:

¿Quién no ha intentado alguna vez empezar a hacer ejercicio y desiste a los dos días? Equis quería correr cuenta la historia de Equis, una persona aparentemente normal que, cansada de ciertos aspectos de su vida, trata de cambiarlos corriendo. Es una novela con encuentros y desencuentros, de amores y desamoresEs un libro muy humano que hace que el lector se sienta identificado en algún momento conforme devora las páginas, porque sí, quien se anime a leerlo, las devorará. Equis quería correr posee una estructura sencilla y una narrativa muy amena, lo que facilita su lectura, y bajo una apariencia trágica debido a los blancos y negros, amores y desamores, éxitos y fracasos, etc., cuenta con unos toques de humor que consiguen que la lectura sea divertida. A primera vista puede parecer una novela que trata sobre el deporte, sobre correr. Pero como bien nos contaba su autor, José Antonio Flores Vera, en la entrevista que le hicimos, realmente se trata de un tapiz de fondo sobre el que se desarrolla la historia, que no quita que un aficionado a correr vaya a disfrutar más o menos del libro, pues como os decíamos, la historia es tan humana que cualquiera se siente identificadoEquis quería correr es una novela sencilla, entretenida, triste, alegre, divertida y sorprendente, pues el final no dejará indiferente a nadie. Desde Devenir recomendamos encarecidamente su lectura. Enhorabuena a José Antonio por este gran libro.

07 febrero 2020

NOVELA EQUÍS QUERÍA CORRER














SINOPSIS:

     Equis es un tipo normal que un buen decide comenzar a correr. Lo ha intentado en varias ocasiones sin éxito, por una razón o por otra. Curiosamente, siempre desea comenzar a correr cuando decide cambiar algún aspecto de su vida, que no le satisface. Su estrecho entorno no comprende que desee correr ni cree que esté preparado para ello, y menos que nadie su esposa, la cual prefiere que siga en el bar maltratando su hígado a que corra. La aversión de ella a esa práctica deportiva es casi enfermiza. Eso produce una tremenda crisis en el aparente tranquilo matrimonio. Pero, siempre hay un pasado sorprendente, y se vuelve a constatar que las cosas no son como parecen en esta historia de encuentros y desencuentros.

CRÍTICA LITERARIA DE HEYDEVENIR:

¿Quién no ha intentado alguna vez empezar a hacer ejercicio y desiste a los dos días? Equis quería correr cuenta la historia de Equis, una persona aparentemente normal que, cansada de ciertos aspectos de su vida, trata de cambiarlos corriendo. Es una novela con encuentros y desencuentros, de amores y desamoresEs un libro muy humano que hace que el lector se sienta identificado en algún momento conforme devora las páginas, porque sí, quien se anime a leerlo, las devorará. Equis quería correr posee una estructura sencilla y una narrativa muy amena, lo que facilita su lectura, y bajo una apariencia trágica debido a los blancos y negros, amores y desamores, éxitos y fracasos, etc., cuenta con unos toques de humor que consiguen que la lectura sea divertida. A primera vista puede parecer una novela que trata sobre el deporte, sobre correr. Pero como bien nos contaba su autor, José Antonio Flores Vera, en la entrevista que le hicimos, realmente se trata de un tapiz de fondo sobre el que se desarrolla la historia, que no quita que un aficionado a correr vaya a disfrutar más o menos del libro, pues como os decíamos, la historia es tan humana que cualquiera se siente identificadoEquis quería correr es una novela sencilla, entretenida, triste, alegre, divertida y sorprendente, pues el final no dejará indiferente a nadie. Desde Devenir recomendamos encarecidamente su lectura. Enhorabuena a José Antonio por este gran libro.

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UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

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