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04 julio 2021

EL RETO DE LLEGAR A ONCE KILÓMETROS

Mi reinvención como corredor apasionado y habitual comenzó hace muy poco. Una lesión de esas paralizantes me dijo al oído que iba a acabar con mis días como corredor. Pero no la escuché. E hice bien porque de haberlo hecho ahora estaría lastrado y probablemente deprimido, aunque uno no es muy dado ni a una cosa ni a la otra. El caso es que, como ya he contado, desde enero, tras varios intentos fallidos de fisioterapia en fisioterapia, encontré la adecuada (profesional, Cristina) y la lesión comenzó a remitir aunque no a curar del todo porque pocas lesiones serias se curan del todo. Lo importante es que aproximadamente sobre el mes de febrero comencé a dar los primeros pasos tras muchos meses sin darlos.
   Los primeros entrenos no fueron de más de seis u siete kilómetros hasta comprobar al poco que podía asumir alrededor de ocho. Llegaba a casa y aunque parecía que el dolor (se trata de una tendinosis aquilea crónica) no aparecía, a la mañana siguiente nada más salir de la cama sí aparecía, pero ya no se trataba de aquel de unos meses atrás que me impedía casi andar; se trataba de una molestia permanente más que de dolor en sí. Por tanto, me atreví a seguir sumando kilómetros, que se iba calmando con el paso del día. En los ocho estuve durante bastante tiempo porque, hay que decirlo, el estado de forma había caído lo suyo y me costaba llegar a más. Comprobaba que la lesión seguía ahí, claro que sí, pero por entonces ya había incorporado una rutina exigente de estiramiento diario (estirar, siempre estirar, aunque no haya lesión alguna), ejercicios específicos y me había hecho con una pistola de masaje. Todas estas cosas juntas comenzaron a ayudarme de manera espectacular tras las seis o siete sesiones de ondas de choque en fisioterapia.
Al poco ya no eran ocho los kilómetros acumulados por sesión (no más de dos a la semana), sino que podía asumir perfectamente nueve y diez kilómetros. Al mismo tiempo, con sorpresa para mí, ya podía hacer tres sesiones a la semana y lo que es más importante dos sesiones en dos días continuados, algo que era casi imposible meses atrás.
Hasta que ayer conseguí llegar a los once kilómetros, sin dificultad aeróbica y a un ritmo ya algo superior de cinco minutos y cuarenta segundos el kilómetros (en mis sesiones anteriores era difícil bajar de seis minutos el kilómetro). El resultado ha sido que esta mañana tenía la zona del Aquiles inflamada como suele ocurrir siempre, pero es algo normal porque a medida que pasa el día e inicio estiramientos y automasaje, comienza a bajar la inflamación. Lo importante es que aunque aún exista inflamación el dolor postsesión de entrenamiento ya no es paralizante. Por supuesto sé que aumentar a doce kilómetros o más aún no es posible, pero llegar a los once (que antes de la lesión era bastante rutinario para mí) ha sido un reto conseguido importante. Y en esa distancia seguiré, alternando con nueve y diez kilómetros.
Las lesiones son muy jodidas, amigos, pero si se consigue gestionarlas con cabeza, paciencia y sentido común son superables.


29 julio 2020

NO CORRO PORQUE ME DUELEN LAS RODILLAS Y OTROS TÓPICOS

Tendinitis de AquilesCuando alguien me dice –y me lo dicen con mucha frecuencia– que le duelen las rodillas y eso le impide correr, ya no suelo contestar. Antes lo hacía. Les decía que se trata de una zona muy fuerte y que el problema del dolor no es importante; que le duelen porque no están habituadas a correr; que necesitas comenzar poco a poco; que es posible que no se trate de las rodillas sino de una rigidez excesiva de los músculos isquiotibales o incluso de los gemelos... Pero como digo, ya no contesto. Porque si lo hiciera tendría que hablarles de la amplia gama de dolores por los que he pasado y sigo pasando desde que corro de manera habitual. Hubo una época en que me dolieron las rodillas. Es más, hasta un poco antes de que nos tocara confinarnos me dolían en exceso cuando corría y tras correr, pero el dolor..., desapareció, sencillamente porque me centré en eliminar ese dolor, que finalmente pude comprobar yo y el fisio que visité derivaba de una carga excesiva de los isquiotibiales. Y no contesto porque tendría que hablarle de mi lesión crónica denominada tendinitis aquilea o tal vez fractura del calcáneo, porque no tengo un diagnóstico aún, si bien ambas cosas pueden estar conectadas. Esa lesión siempre ha estado ahí y hasta recuerdo el día en el que la provoqué por falta de información o de prudencia, que en ocasiones es casi lo mismo. Repaso entradas antiguas de este mágico mundo que es el blog, donde todo permanece (no como en las redes sociales, que todo se evapora) y desde que corro y escribo sobre correr siempre he aludido a ella, sencillamente, porque siempre ha estado ahí. Recuerdo en una ocasión, hará unos diez años, que, incluso, ya había renunciado a correr. Sí, recuerdo como anécdota que por aquel entonces viajé a Londres con mi pareja y la ilusión que llevaba por comprar allí unas New Balance, fabricadas en aquel país se disiparon. Entré en Harrods y vi el modelo que quería (no recuerdo si eran las 1080) a un precio bastante competitivo. Una vendedora con pericia pudo ver en mi aproximación que era corredor y que las buscaba e intentó que me las probara y le dije con un horrible inglés que estaba lesionado y que el correr para mí había acabado. Lo comprendió y dijo Sorry. Esa era mi determinación por entonces. Estaba convencido que no volvería a correr. A los pocos meses me compré una MTB preparando ya la retirada de patear caminos y calles. No recuerdo si había participado ya en la Subida al Veleta o no, pero lo que sí es seguro es que después de esta fatal lesión volví a correr mucho, participando en un maratón, muchos medios maratones, por no hablar de cientos de carreras de todo tipo, incluso montaña y trail. Por tanto, a ese dato me aferro, si bien hay días en los que no tengo fe ni tan siquiera en esos halagüeños datos del pasado, días en los que tras correr el dolor reaparece y resulta horrible, sobre todo cuando tras un tiempo de inmovilidad se enfría la zona. Días en los que tengo que espaciar durante varias jornadas correr por mor de ese dolor. 
Corrí el pasado sábado y no he corrido hasta hoy, miércoles. He dejado pasar tres días, los suficientes para que con el tratamiento adecuado (crioterapia, ultrasonidos, roller, estiramientos, automasaje y Traumeel) el dolor desaparezca en gran parte, aunque nunca del todo. Cuando comienzo a correr el dolor siempre está presente en los dos primeros kilómetros, pero cuando la sangre riega bien la zona por el efecto del trabajo muscular el dolor desaparece y tan solo quedan pequeñas molestias, que no me impiden correr. Y así siempre. Siempre se trata de una rueda que no parar de girar: correr, dolor durante varios días, tratamiento, recuperación y vuelta a correr. Siempre es así.
Y por eso cuando alguien me dice que no corre porque le duelen las rodillas, ya no contesto. 

12 julio 2020

UNA RUTINA DE ENTRENAMIENTO BAJO MÍNIMOS

Los corredores habituales hemos de enfrentarnos a un sinfín de lesiones de mayor o menor alcance que pocas veces nos imposibilitan poder correr de manera habitual, pero en otras ocasiones nos hacen detenernos por completo. Mi caso está a mitad de camino desde hace tiempo al sufrir una tendinitis aquilea, que no me ha impedido correr de manera habitual aunque ha habido épocas en las que he tenido que espaciar los entrenamientos. En este caso, toda prevención es poca.
No ayuda una sobrecarga de entrenamiento ni correr por terrenos duros (asfalto, aceras), por lo que intento hacerlo por caminos el mayor tiempo posible.
La tendinitis del talón de Aquiles se manifiesta de manera evidente en la fase de enfriamiento de la zona lesionada, manifestándose el dolor de manera muy significativa cuando saltas de la cama, desapareciendo el dolor a medida que va calentándose la zona, es decir cuando llega la sangre a esa zona, por lo general poco irrigada. También, cuando estás un tiempo sentado sin actividad física alguna. Hay lesiones que comienzan a aflorar (el dolor) al poco de correr; otras, cuando llevas ya varios kilómetros, pero el dolor de la tendinitis aquilea, desaparece, precisamente, cuando llevas un par de kilómetros corriendo y eso es porque es cuando la zona está más irrigada, más caliente. Otra cosa distinta es que el dolor aparecerá sin duda cuando se enfríe. Y podrá ir a peor si no se pone remedio.
Por tanto, los expertos aconsejan siempre estiramiento permanente en esa zona, frío para bajar la inflamación –que en mi caso es evidente, pero no de manera espectacular– y, por supuesto, detener la actividad cuando la lesión esté más agravada. Sin embargo, detenerse por completo tampoco es lo más recomendable porque la inactividad podría provocar que la zona dañada empeorara por la falta de irrigación; en todo caso, andar es una buena idea. 
  Y como jamás me planteo dejar de correr alterno estas dolencias con soluciones que me suelo aplicar con constancia absoluta en las épocas de mayor gravedad. Además, del estiramiento, suelo aplicarme ultrasonidos que obran una verdadera mejora, así como frío y calor infrarrojo. Es una zona complicada para el Compex, por lo que lo último que he adquirido es un kit de rodillo revestido de suave hule, que no debe de faltar en la casa de cualquier deportistas, aunque el Compex vendrá de maravilla para gemelos y soleo.
Dicho esto, ayudará mucho a que la tendinitis aquilea no se agrave o mejore la descarga de la musculatura adyacente e, incluso, más lejana com es el caso de los isquiotibiales y, por supuesto, siempre del gemelo y el soleo, los músculos vecinos, así como correr por terrenos blandos y con perneras de protección, que últimamente he olvidado algo. Y, por supuesto, siempre hay que correr con zapatillas con buen nivel de amortiguación y olvidarse de las ya desgastadas por mucho cariño que les tengamos.
Toda ayuda es poca. 

02 mayo 2014

VOLVERÉIS A LOS CAMINOS

Camino de Alitaje con Piorno al fondo. Fotografía de J.A. Flores

Cuando ayer acababa mi entrenamiento pensé en escribir la entrada que ahora os relato. 
No se trata de una entrada que pretenda contar nada especial, aunque es posible que sí, depende cómo se mire.
Terminaba mi entrenamiento de casi diez kilómetros bajo un fuerte calor, inapropiado para estas fechas, y llegaba muy cansado. Me había costado subir la última cuesta, a menos de un kilómetro de la llegada, que se eleva sobre un antiguo paso a nivel. Son las única subidas que tiene la llana Vega. Sin embargo, las sensaciones al terminar eran viejas conocidas. Esas que te indican que estás muy cansado, pero que todo lo demás ha ido estupendamente. Nada de dolor, nada de vacío, nada de ansiedad por temor a alguna lesión...
Así que al llegar al coche, mientras grababa en el teléfono móvil las sensaciones del entrenamiento, como vengo haciendo desde que estoy recuperado, pensaba en la enorme capacidad que tiene nuestro organismo para regenerarse. El ejemplo más cercano lo tenía en mí mismo y por eso me pareció bueno contarlo, no sólo como autoconsumo propio, sino para que quien lea esto, y lo haga en un periodo de bajón por causa de una lesión, pueda obtener signos de esperanza. Eso siempre nos viene muy bien a los corredores. 
Siempre que me he lesionado, como nos suele pasar a todos los corredores, lo he visto todo negro. Acechan las dudas y las sombras sobre si habrá o no una pronta recuperación o, simplemente, sobre si llegará la recuperación. Pasan los días, y en ocasiones los meses, y no vemos signos de ella y ese dato nos vuelve a sumir en la negrura. Son los peores momentos por los que pueda atravesar el corredor: vislumbrar en el horizonte la posibilidad de no poder correr en el futuro. No digo correr para competir, sino correr simplemente para vivir.
La experiencia me ha enseñado que estas sombras de duda son, normalmente, exageradas. No hay base para ello. Sencillamente por una razón: aunque no lo creamos en ese momento, el organismo siempre acaba regenerándose y va apartando poco a poco la lesión, a no ser que se trate de algo crónico, que en ocasiones tampoco impide correr.
Mientras descansamos, leemos, nos divertimos o, incluso, trabajamos, el organismo sólo tiene una msión: regenerarse. Lo hace durante veinticuatro horas y sin descanso y lo hace de una forma silente, sin que nosotros lo percibamos, algo parecido a cómo crecemos o aprendemos. Poco a poco, sin prisa, pero tampoco sin pausa. Es algo mágico.
Y por mucho que le cueste siempre lo intenta. Se acaban cerrando tanto las heridas externas como las internas, aunque siempre es conveniente ayudarle en esa sin par batalla. 
Ayudarle no es nada difícil y lo menos que podemos hacer por él, aunque no nos lo exija, como si se tratara de tu mejor amigo. Respetando los descansos, preservándose en cuanto a esfuerzos, alimentándolo bien, tratándolo si hiciera falta con la ayuda de un profesional sanitario, pero sobre todo dejando que el tiempo se convierta en su mejor aliado.    
No siempre va a necesitar el mismo tiempo. Eso dependerá del alcance de la lesión. Pero a buen seguro que acabará venciendo a cualquier anomalía que se presente. 
Eso es algo que experimentamos muchas veces a lo largo de nuestra vida deportiva, pero siempre lo olvidamos. Lo olvidamos con mucha facilidad. La memoria que nosotros no poseemos la posee el organismo. Una especie de reloj interno ejerce un control exhaustivo sobre nuestras lesiones y sobre la recuperación. De ahí que en ocasiones volvamos a lesionarnos mil veces en la misma zona. Y eso es porque no lo hemos dejado recuperarse al cien por cien. La memoria del organismo es siempre infalible. Ojalá la nuestra también. 
Lo he experimentado a nivel personal infinidad de veces. Me he lesionado después de haber acabado pruebas duras, largas y complicados y en ese momento aciago no me he podido imaginar que estuve allí no mucho tiempo atrás. Pero tras un periodo corto de tiempo he vuelto a correr esas duras pruebas u otras más duras aún.  De nuevo he vuelto a lesionarme y de nuevo he vuelto. Es como una especie de espiral. 
Hace unos meses consideré seriamente que ya no podría correr más y ahora estoy planeando correr un maratón antes de acabe el año. Por eso me gustaría que esta entrada fuera un rayo de luz y esperanza para todos aquellos que están postrados. No dudéis que volveréis a los caminos.

28 abril 2014

LOS PARAÍSOS PERDIDOS


Con Mario, Paco, Paquillo y Francisco. Mucho 'pinero' junto.
Es probable que si no fuera por la importancia simbólica de la prueba que corrí el pasado domingo, no hubiera considerado escribir esta entrada. Pero tiene mucha importancia. Personal, claro.
Compruebo -porque así lo reflejo en la parte derecha de este blog- que la última vez que competí fue el día 10 de noviembre del año pasado, es decir, casi seis meses han transcurrido desde que pateé a buen ritmo los llanos de Antequera en esa fría mañana del segundo domingo de noviembre del año pasado. Se trataba de la última Media Maratón de la milenaria ciudad de los dolmenes y los molletes.
Desde entonces han pasado muchas cosas desde el punto de vista deportivo, casi todas negativas. En un mes, pasé de casi romper mi marca personal en la distancia a verme postrado por los incontables problemas musculares en ambos gemelos. Suspendí la última prueba de competición que quería hacer en 2013, que no era otra que la retomada Subida al Conjuro de Motril que tanta ilusión me hacía, y suspendí por completo los entrenamientos. No sabía qué diablos me pasaba. Probaba correr tras un par de semanas de descanso y volvía a caer con más estruendo si cabe en la misma lesión. La desesperación estaba ya rebosando.
Así que retomé la antigua idea de tratarme el problema vascular en ambas piernas. Consideré como una hipótesis que los diversos problemas vasculares se podían deber a ese problema. Total, me dije, si no puedo correr, ahora es el momento de actuar. De esa manera pasé por la consulta médica en la segunda semana de marzo y a los pocos días ya había sido intervenido.
Son esos días en los que ves muy lejanos los días de trono y gloria deportiva; aquellos en los que te podías plantear correr cualquier tipo de competición y entrenar bien siempre que te diera la gana. Lejanos pero no perdidos. Los paraísos perdidos siempre están a la vuelta de la esquina, me dije, aunque en ocasiones cueste verlos.
La recuperación fue otra travesía en el desierto, la cual ya no me inquietaba ni sorprendía. ¿Qué podía suponer un mes más o menos tras tantos postrado? Me ayudaba de la inestimable ayuda de la MBT, las largas caminatas y un fuerte optimismo y esperanza. Y así hasta ayer, en el que volví a retomar la competición. Por eso aludía al principio a la importancia simbólica de la prueba.
Una prueba que no tenía pensado correr, pero hablé con mi amigo Paco y entre su inactividad última y la mía -ambas por distintos motivos-, acabé animado a participar, inscribiéndonos in-extremis en una prueba que va a camino en convertirse en la más señera del atletismo local. Me refiero a la prueba del Padre Marcelino que ya ha entrado en su octava edición.
La idea no era competir, lógicamente. Ni tan siquiera conmigo mismo, que es como yo suelo competir siempre. La idea no era otra ver si se confirmaba la recuperación apuntada ya en los últimos entrenos, aguantar lo mejor posible el envite de los diez kilómetros por las calles más céntricas de Granada y al mismo tiempo retomar también esa idea antigua de correr juntos una prueba Paco y yo. 
Y casi lo conseguimos. O al menos, lo conseguimos hasta bien superada la mitad de la prueba. Paco percibió molestias en la pierna izquierda al paso por la mitad de la calle Recogidas, a falta de tres kilómetros y medio para acabar y a partir de ahí me sorprendí a mi mismo corriendo a ritmos similares a los que frecuentaba antes de la lesión y operación.
Si esos primeros seis kilómetros y medio fueron una delicia, corriendo y disfrutando de la compañía, del deporte, la buena mañana y la ciudad, los últimos tres y medio fueron un encuentro con las buenas sensaciones de antaño y con la esperanza de una mejoría anunciada.    

Con Paco, Francisco y Paquillo -hijo del primero-
Con Francisco y Paquillo en la línea de llegada.

21 abril 2014

PASIÓN EN LOS CAMINOS

Esta Semana Santa, tan alejada para mí de procesiones y pasos, ha sido extraordinariamente deportiva. A pesar de la convalecencia y de lo prematuro aún de comenzar a desarrollar deporte enérgico alguno, todo ha ido extrañamente bien.
Y digo extrañamente bien por lo que contaré a continuación. Si por estas fechas de hace 2014 años se produjo el milagro de los panes y los peces, milagrosa también ha sido para mí la súbita recuperación. O al menos, casi incomprensible. Pero todo puede tener una explicación -menos los milagros-.Veamos.
El pasado domingo probé correr, como expliqué en el lateral derecho de este blog, pero me encontré de bruces con la imposibilidad de hacerlo a partir del kilómetro cinco. De nuevo los sempiternos dolores que vengo arrastrando desde que acabó 2013. Así que fiel a mi filosofía, que es muy rudimentaria, consistente básicamente en tener paciencia, opté por montar en MTB, circunstancia ésta que -es probable- que ha podido ejercer algún tipo de influencia significativa de cara a la recuperación. Dos salidas -jueves y viernes Santos- que acumularon cerca de sesenta kilómetros. Nada de dolor, nada de molestias, todo a pedir de boca.
Un día antes, la doctora de cabera a la que le comenté mi dolencia, más que nada para que me derivara a un especialista, tuvo la virtud de localizar con precisión dónde tenía la rotura fibrilar, en un lugar muy aproximado al que yo suponía. 'Una radiografía no nos dirá nada y las resonancias las ha detenido por ahora el SAS', me dijo. No me sorprendí. De hecho, casi un mes antes ya había tenido yo que costearme una operación vascular porque el SAS no consideraba prioritaria la intervención.'Es probable que en unos veinte días tengamos en este centro -un nuevo centro de salud- un aparato para hacer ecografías y podamos practicar una a ver qué sale. Se verá si no es muy profunca', acabó diciéndome la doctora. De todas formas, la posibilidad de contar con ese aparato no sería inferior a veinte días.
Decía, pues, que envalentonado por los buenos resultados de las dos sesiones de bici y habiendo hecho los deberes con automasaje, crioterapia y Traumeel, el sábado -Santo- decidí probar suerte. Busque este camino de tierra para evitar el asfalto:


Y en este camino decidí comenzar a correr. 
El pasado domingo el dolor reapareció aproximádamente en el kilómetro cinco. En esta ocasión las molestias aparecieron en el kilómetro uno. Malas perspectivas, me dije. Pero eran molestias no dolor. Había esperanza. Así que continúe.
El camino era de tierra y el dolor no aparecía. Seguían las molestias, pero con éstas se puede correr. Con dolor nunca. Cuando volvía a mirar de nuevo el Polar llevaba casi tres kilómetros y el dolor no reaparecía. Seguían, eso sí, las molestias. Lo que no suponía que éstas practicamente desaparecía en el kilómetro cinco, que era el punto fatídico en el que solía recaer. Llegó el seis y también el siete y el dolor no apareció, al tiempo que las molestias casi remitieron por completo. Llegué al coche y quise besarlo pero estaba sucio, así que no lo hice. En su lugar, miré para atrás, observé el largo camino y me congracié con él. Ya casi había olvidado la dicha que supone llegar al coche con el deber cumplido.  
Más envalentonado aún, al día siguiente, domingo -Santo-, a pesar del fuerte aguacero, me fui a este camino:


Un camino de asfalto en esta ocasión para evitar el barro. E hice un total de nueve kilómetros, dos más que el día anterior. Un riesgo, me dije, pero había que probar.
Desde los primeros pasos me concentré en las molestias y en el hipotético dolor. La lluvia hacía un recorrido anárquico por mi rostro y el chubasquero iba rechazando agua como podía, pero no me importaba. Lo importante era comprobar si aparecían esas molestias o ese dolor. Pero nada apareció. No podía ser cierto, me dije. No operan tan rápido las recuperaciones, volví a decirme.
Pasaron los kilómetros: 1,2,3...hasta un total de nueve y el dolor no aparecía ni por asomo. No recé porque nunca lo hago, pero miré al cielo. Tan sólo conseguí que el agua cayera en mis ojos, pero no me importó. Las buenas notician estaban un poco más abajo, muy cerca de la tierra, en los gemelos. Sanos como lechugas.
¿Qué ha podido pasar? Se me ocurren cuatro posibilidades: 

1. Al localizar la microrrotura y trabajar sobre ella, la evolución fue rápida.
2. Al salir con la bici, mejoró el tono muscular y eso conllevó la curación de la microrrotura.
3.La recuperación estaba ya casi completada y yo no lo sabía.
4. La intervención vascular ha posibilitado un mejor riego sanguíneo, que es alimento de dioses para los músculos. (A este opción se suma la doctora que me ha visto hoy).

Por tanto, yo creo que ya si puedo decir que HE VUELTO A LOS CAMINOS.

12 marzo 2014

EL POZO DE LAS HORAS BAJAS

Has subido lomas y bajado a valles; has enfilado carreteras comarcales infinitas y devorado kilómetros en caminos polvorientos. Pero nada de eso es suficiente. Porque puede llegar el día en el que entres en el insondable pozo de las horas bajas. Esas en las que tu propio potencial físico no es más que una escaramuza en el recuerdo y tan siquiera pensar en esas proezas no tan lejanas se convierte en una broma de mal gusto. 
Pero no olvidemos que esa cara oscura también forma parte del deportista. Porque quien piense que sus días de gloria serán eternos, no piensa con corrección. Sin embargo, hay que asumirlo. La grandeza de la psicología del deporte estriba en la asunción de las propias limitaciones y la convivencia con éstas. 
Y es que si hay algo que es fácil perder no es otra cosa que los vaporosos momentos de dicha deportiva. Aunque todo, dentro de un orden y una disciplina, es recuperable. Tan sólo se trata de actitud.
Y con ella estoy trabajando. Desde principio de año no levanto cabeza. Los fines de semana intento correr cuando ya creo que estoy recuperado, cuando estoy seguro que los gemelos -que siempre han sido mi punto débil, como en otros corredores son los isquios o las rodillas- ya están completamente recuperados y vuelvo a caer con más estrépito si cabe. Corro los primeros kilómetros con la ilusión del atleta recuperado, pero a los tres, cuatro o cinco, comienzan las malas sensaciones en la zona. Intento pensar en otra cosa para no obsesionarme con esas molestias -que aún no son dolores-, pero no avanzo más de quinientos metros cuando tengo que detenerme ante la aparición del dolor. Estiro y ando un poco. Luego comienzo de nuevo a correr y va a peor. 
Pero no pierdo la paciencia. Ni la actitud. Vuelvo a encerrarme en la cotidianidad de los días de semana y buena parte de la tarde la dedico a la crioterapia, al calor infrarrojo, al Compex y a los ultrasonidos y las molestias se alivian. Pero vuelvo a probar en el fin de semana siguiente y los problemas persisten. 
Así que ahora he cambiado de criterio y estoy introduciendo más estiramiento y fortalecimiento de la zona, a la espera de una inminente intervención vascular en los gemelos, que en última instancia podría ser la solución. Es pronto para sacar conclusiones, si bien es el momento adecuado en el que la psicología ha de coger las riendas. Actitud y motivación no me falta. Tampoco paciencia. Puedo pedalear sin problemas y puedo dar largas caminatas contemplativas. Y, por ahora, con eso me basta. 
Por lo demás, estoy convencido que con todas esas acciones pendientes y con la actitud positiva, ya estaré de nuevo subiendo lomas y bajando a valles, como máximo, a principios de mayo. A partir de esa fecha, espero que todo esto sea historia y una experiencia negativa pedagógica.               

15 febrero 2014

CONFIESO QUE HE CORRIDO

El 15 de febrero era la fecha prevista. Y el verbo se ha hecho carne. 

Tras una Navidad renqueante, en la que no llegaba a despegar, tras un fin de temporada muy satisfactorio, poniendo el broche de oro en la Media Maratón de Antequera el 10 de noviembre del año pasado -ahí sigue, en el margen derecho; inamovible-, el primer día del nuevo año, cuando los caminos se encontraban aún más solitarios que de costumbre, salí a hacer unos catorce kilómetros y comencé a sentir molestias en la parte alta del gemelo de la pierna derecha cuando aún me quedaban tres o cuatro kilómetros para acabar el entreno. Lo dejé durante unos días -cogí la MTB en esos días- y volví a salir a correr el día de Reyes, hallando de nuevo los caminos solitarios-. A los pocos kilómetros de iniciada esa ruta, que pretendía ser de unos catorce kilómetros, comenzó la molestia, y luego dolor, en la misma zona. Decidí no continuar.
Era el momento de tomar una decisión drástica: parar durante más de un mes. Así que con la tranquilidad y  la paciencia que ofrece el llevar bastante tiempo corriendo, apelotoné la ropa técnica en el bolso, justo encima de las zapas, y me dije que ese bolso ya no volvería a abrirlo hasta el 15 de febrero, fecha que barruntaba suficiente para recuperar la zona afectada. 
MIS NUEVAS ZAPAS.. NEW BALANCE 1080 V3Por delante, quedaba todo un trabajo de recuperación que hacer, al margen de las sesiones en MTB, que siempre es mi mejor aliada cuando estoy lesionado. MTB, infrarrojos, ultrasonidos, Compex, Traumeel y, sobre todo, mucha paciencia. Además, había un incentivo inédito: las NB 1080, aún sin entrenar, dormitando en su caja.  
La semana pasada estuve tentado de correr, pero alivié el deseo saliendo a hacer largas caminatas andando, incluso subiendo monte. Me atreví en mitad de las caminatas a correr un poco, toda vez que llevaba puestas las Salomon relax, que gracias a su gruesa suela son idóneas también para amortiguar la pisada. Y al comprobar que el dolor en el gemelo estaba ausente, sentía dicha e ilusión por la llegada de la próxima semana.
Cada día de esta semana pasada he ido contando los días. Ya no me encontraba a gusto en el mundo de los no corredores. Necesitaba patear caminos. No obstante, subyacía la angustia cuando se me representaba la fatídica idea de que el gemelo pudiera no estar totalmente recuperado. Y con esa angustia he salido a trotar esta mediodía, con una temperatura excelente, a pesar del molesto aire. 
La angustia fue desapareciendo a medida que transcurrían los kilómetros y comprobaba que el dolor no reaparecía. Por lo general, éste solía hacer aparición a partir del kilómetros dos, que es cuando el músculo acumulaba el trabajo hecho y mostraba su lastrada deficiencia. Pero hoy, tras el dos vino el tres y posteriormente el cuatro, el cinco y el seis. El dolor no ha aparecido en ningún momento. Ni tan siquiera las avisadoras y previas molestias. Así que lo dejé en seis kilómetros para no cargar la zona. Hoy habrá sesión de Compex -el programa de masaje relajante- y mañana volveré a la carga con otros seis kilómetros, que espero sean los que confirmen la recuperación total. Espero que así sea porque rondan por mi mente infinidad de pruebas  a realizar a partir de ahora.         

06 junio 2013

UNA PAREJA DIABÓLICA


Esta pareja de aparatos de la fotografía es diabólica; genialmente diabólica. Juntos, y aplicados de manera correcta, son imprescindibles para el corredor que se precie.
Como decía no hace mucho, decidí comprarlos. Uno -el aparato ultrasonidos- es bastante caro; el otro -la lámpara de infrarrojos- bastante barato, pero ambos son muy precisos para cuando andamos renqueantes por mor de alguna lesión o indicio de lesión. Incluso como medida de prevención. 
Comprendí enseguida que mis puntos flacos anatómicos son los gemelos. Será por genética o por los deportes que he practicado con anterioridad, pero los tengo muy desarrollados y la musculatura de ambos gemelos -mas que ambos sóleos- se me contracturan con facilidad. Esa es mi vulnerabilidad, igual que para otros corredores lo son sus isquios o sus rodillas. 
Comprobé que de todos los tratamientos recibidos por profesionales, la electroterapia (tens de masaje), los ultrasonidos, el frío y el calor a través de luz de infrarrojos han sido muy efectivos y son los que me han permitido recuperarme y seguir corriendo con normalidad; eso y el conveniente reposo. Así que progresivamente, me fui haciendo de cada cosa que me beneficiaba. 
Porque a estas alturas ya conozco cuando una lesión comienza a ser incipiente y sé cuando he de parar.
Lo presentí el otro día en la prueba de Órgiva -recién salido de una lesión por microrrotura fibrilar en el gemelo interno derecho-. Debido básicamente a la experimentación en la técnica de carrera -en la que seguiré porfiando-, cargué demasiado los gemelos. Fueron días de entrenamiento en subida y, para colmo, la subida de la prueba de Órgiva. Sabía que ese dolor que experimentaba -sobre todo en el gemelo derecho- iba a acabar en lesión si no hacía algo, como siempre ha ocurrido.
Pero vinieron unos días minifestivos en Granada y opté por salir de la ciudad aprovechando que se celebraban las fiestas del Corpus. En esos días, lógicamente, no corrí, pero aún así, cuando andaba, percibía ese molesto dolor en el gemelo derecho. El izquierdo me dolió en Órgiva, pero desapareció por completo a los pocos días. De manera, que cuando regresé a Granada comencé -ayer- a correr. Y para mi sorpresa e inquietud, seguían las molestias, pero de una manera extraña. En los primeros metros, sentí un inquietante pinchazo y eso determinó todo el entrenamiento de nueve kilómetros y pico. Bajé el ritmo. Al finalizar la sesión, volví a sentir otro pequeño pinchazo. Esos pinchazos breves siempre han sido la antesala de microrrotura fibrilar. No obstante, eso no me impidió acabar la ruta, pero llegué al coche algo cariacontecido. Tienes que programar un par de sesiones de ultrasonidos y infrarrojos, me dije. Y es lo que hice nada más acabar el entrenamiento. El día anterior había preparado otra y esa mejoría fue la que determinó que no me detuviera.  Y lo que esperaba se ha cumplido: hoy he vuelto a hacer la misma ruta, los pinchazos han desaparecido por completo y sintiéndome tan seguro y cómodo he apretado y he logrado hacer ¡25'' menos por kilómetro! con respecto ayer en idéntico circuito ¿Qué ha pasado? Muy fácil: en esos pocos días que he estado sin correr no he perdido un ápice de forma y con la confianza de no experimentar dolor, la sesión de entrenamiento ha salido rápida y redonda. Una importante culpa de que todo haya ido sobre ruedas, se debe a esos efectos positivos que generan en la musculatura esta pareja diabólica, que aconsejo a cualquier corredor.    
   

26 mayo 2013

SOBRE EL 'CORRER MINIMALISTA' Y LA PRUEBA DE FONDO DE ÓRGIVA

En nuestro organismo existen fuerzas centrípetas que ejercen una presión de resistencia al cambio. Es algo natural. Ocurre en todo lo que tiene vida y movimiento. Y es alto el precio que hay pagar por ello. 
Desde el pasado miércoles se hizo evidente que mis gemelos y sóleos anunciaban un dolor que hasta el momento no tenía identificado. Un dolor que me acompañó a lo largo de toda la semana y que ya se comenzaba a barruntar desde la semana anterior.
En los 15 kilómetros de este pasado miércoles esa tendencia antitaloneo estuvo presente en todo momento y terminé con los gemelos muy cargados. En el entrenamiento en subida del pasado viernes esos dolores persistían, pero no tan agudos como se han evidenciado en la prueba de este domingo en Órgiva.
La cuestión -como expliqué- es que estoy intentando mejorar la técnica de carrera, básicamente, estoy intentando talonear lo menos posible. Y lo debo estar consiguiendo a tenor de esos dolores que explico.
Pero eso tiene sus riesgos y su precio. Si desde siempre hemos corrido de una manera concreta, cambiar a ciertas alturas se puede convertir en un problema. Sin embargo, voy a seguir persistiendo porque entiendo que es la mejor opción.
Hasta ahora el dolor había sido asumible. Antes del entrenamiento del viernes me aplique electroterapia en la zona dolorida y después de este entrenamiento me apliqué ultrasonidos y automasaje. Eso hizo que el dolor remitiera bastante, pero ha reaparecido en carrera con contundencia y sin avisar; ese dolor ha determinado toda mi participación en la larga y dura prueba de Órgiva. 

LOS SÍNTOMAS 

Había iniciado la prueba con la misma filosofía, intentando talonear lo menos posible y no había aún superado el kilómetro tercero, momento en el que las rampas comienzan a convertirse en severas, cuando una fuerte punzada parecía atravesar por dentro la zona del gemelo-sóleo de la pierna derecha. La izquierda no ha dado problemas para mi sorpresa.  Lógicamente, en este terreno la opción era propicia para impulsar la pisada desde la parte media del pie, pero me era totalmente imposible. No se trató de un dolor totalmente paralizante como ocurre con las microroturas fibrilares, pero casi. Lógicamente, lo primero que pasó por la cabeza es retirarme, algo que hubiera sido una opción siempre traumática pero no demasiado inoportuna en el kilómetro tres. Regresaría plácidamente a la salida y punto y final. Sin embargo, consideré que cambiando la forma de pisar el dolor podría remitir algo. Y así fue. Comencé ha descargar la tensión de la pisada en el talón de manera más directa y el dolor remitió de manera considerable y eso me permitió continuar. En ocasiones  volvía a aparecer y debía de revisar de nuevo la pisada. Eso se convierte en un sinvivir cuando sabes que quedan más de 15 kilómetros, muchos de ellos en subida. 
Si no taloneaba de forma contundente el dolor aparecía y si pisaba en terreno irregular -algo muy común en esta carretera de sierra en la que el trazado es irregular y no uniforme- también aparecía el dolor. En las rampas el dolor era más ostensible y la única forma que había de que éste decreciera un poco era bajando el ritmo. No podía subirlo ni tan siquiera en la bajada. Mucho mejor bajar el ritmo que no detenerme por completo, me dije. Sin duda, ha sido un suplicio correr en esta exigente prueba debiendo de estar pendiente en todo momento a cada pisada. Suerte que al menos hoy las sensaciones han sido muy buenas y el menor ritmo ha posibilitado llevar mejor amueblada la cabeza. No diré que no he sufrido, pero he sufrido poco. Obviamente, también ha ayudado que la climatología haya sido hoy la adecuada, principalmente en la bajada. No ha hecho el calor del año pasado ni por asomo, pero eso no ha impedido que haya habido varios desvanecimientos. Siempre ocurre en esta prueba. 

Esta prueba es bellísima y está muy bien organizada, pero es muy exigente 
Nada más acabar la competición -a una media de 4'47'' el mil- opté por dirigirme raudamente al coche para aplicarme líquido frío administrado en spray y, mientras escribo esto, pasadas unas horas, ambos gemelos -más el derecho- siguen fuertemente sobrecargados y el dolor persiste, pero celebro que no se trate de una enésima microrotura fibrilar. Con ésta no hubiera podido continuar en carrera. 
Lo que procede ahora, ya que se trata de sobrecarga, es enfriar la zona con crioterapia y descargar con electroterapia (si persiste el dolor mejor un programa 'tens') y ultrasonidos. Posteriormente, masajear la zona cuando el dolor remita y elongar lo máximo posible y en un último estadio, incluso, reforzarla, pero jamás cambiar la técnica de carrera que posibilite talonear lo menos posible. Progresivamente los gemelos y el sóleos irán asimilando el trabajo y desaparecerá el dolor.
He estado consultando algunos modelos -casi todas las marcas ya disponen de ellos- diseñados para el 'correr minimalista y natural', pero por lo pronto lo descarto. No considero que tenga el peso adecuado para experimentar con este tipo de zapas minimalistas, pero no hay impedimento técnico en adaptar ese correr mínimo con zapas más amortiguadas (las que normalmente utilizamos todos). Lo importantes está en la técnica y no tanto en la zapatilla, en mi opinión. 

21 abril 2013

BUSCANDO LA FORMA

Son ya más de 70 kilómetros los recorridos desde que comencé a correr tras la lesión, pero aún no está olvidada. Mal haríamos si ninguneáramos las lesiones, si las olvidáramos para siempre. Tampoco se trata de vivir obsesionados con la última lesión, pero es inevitable que cualquier escaramuza en la zona lesionada, cualquier tenue dolor, cualquier leve pinchazo provoca alarma. 
Ando buscando la forma a paso firme. Por lo pronto, la prudencia conlleva la progresividad en los entrenos, tanto en kilómetros como en ritmos. Nada de calidad -por supuesto-, ni rodajes rápidos, procurando mezclar terrenos asfaltados con otros terrenosos. Además, procuro calzarme las zapas menos gastadas por los kilómetros, para asegurar la mayor amortiguación posible (por supuesto, no creo en el run free o como se llame esa nueva tendencia, pero sí es muy beneficiosos andar descalzo por la playa o por el césped). 

Esta semana pasada ha sido escasa en rodajes. No más de 35 kilómetros repartidos en tres salidas, pero éstas han sido buenas en sensaciones y en progresividad. 
Comencé el pasado miércoles con un rodaje urbano de 10 kilómetros a un ritmo medio de 5'07'' el mil. Las sensaciones no fueron las mejores, porque aún encontraba las piernas algo cansadas por las rampas de Alhama, pero el objetivo era rodar y no otro.
El jueves con fuerte calor, Juan Carlos Álvarez -asiduo del Circuito provincial también- y yo llevamos a cabo un bonito rodaje, sumergiéndonos por la Vega más auténtica, pasando por terrenos de los municipios de Pinos Puente, Santa Fé y Fuente Vaqueros. Fue un rodaje tranquilo de 13,5 kilómetros y medio a un ritmo de 5'33'' el mil; y el sábado salí a rodar sólo 10,5 kilómetros a un ritmo algo más exigente -5' el mil- encontrando en este último rodaje mejores sensaciones que los dos rodajes anteriores. Por tanto, esa planificación progresiva va funcionando perfectamente. 
El próximo domingo habrá una prueba rápida: la del Padre Marcelino. Se trata de un circuito totalmente urbano de 10 kilómetros homologados y su perfil es llano. Por tanto, si consigo entrenar bien durante la semana y continuo con esa progresividad podría atreverme a rodar a 4'30'' el mil, aunque será la carrera la que me ponga -nos ponga- en nuestro sitio. Para tal fin tendría que rodar en alguno de los entrenos a 4'50'' el mil durante 12 kilómetros. Si lo consigo, no creo que tenga problemas para rodar el domingo al ritmo indicado.       
Y pensar que ese domingo tendrá que estar en el Maratón de Madrid, de acuerdo con mis planes de principios de año.

11 abril 2013

REGRESO A LOS CAMINOS (OTRA VEZ)


Regresar a los caminos y retirarse. Dos caras de una misma moneda. El Yin y el Yang. Una parte importante de la 'Biblia' del corredor. 
Casi dos meses refugiado, esperando a que cierre la microrotura fibrilar en el gemelo interno izquierdo. Dos meses de paciencia hagiográfica, alternando las largas caminatas, con la MTB, las sesiones de elongamiento, las sesiones de abdominales, las sesiones de fisio. O sea, nada ocioso. Porque de lo que se trata es de hacer todo lo posible para comenzar a correr de nuevo. Y sí, ya estoy corriendo de nuevo. Cuatro sesiones suaves ya cumplidas, con un total de 36 kilómetros -el último con mi compañero de trabajo Juan Carlos Alvarez, por la zona del Pantano del Cubillas-. Y todo bien. Bastante bien. 
Y de cada sesión saco consecuencias positivas y nuevas experiencias; de cada lesión aprendo. Principalmente, intento aprender a no lesionarme de la misma manera; a afinar una vez más el oído para escuchar al cuerpo, a no forzar cuando se enciende alguna luz roja, a aprender a entrenar descansando, a admitir que el cuerpo -como las máquinas- se desgasta por el mero paso del tiempo y la actividad. Y un largo etcétera. Hay que cuidarse al máximo, hay que prevenir.
De esta nueva etapa, además, me he interesado por las nuevas tecnologías que la industria de la fisioterapia pone a nuestra disposición. Información que adquieres cuando acudes a las sesiones de fisioterapia, aparatos que ves, por los que preguntas y sobre los que descubres que también el mercado dispone de ellos para el ámbito doméstico.

A lo ya adquirido hace tiempo -electroestimulador Compex- como ya anuncié aquí, se une una lámpara infrarrojos, que debería de estar en la casa de todo corredor. La luz de infrarrojos ayuda a la recuperación; una vez aplicada la crioterapia inicial, el efecto calor de este tipo de foco, ayuda a acelerar la recuperación, toda vez que la alta temperatura provoca una penetración a través del tejido de la piel produciendo, entre otros muchos, un efecto anticontracturante y ayudando a bajar la inflamación si la hay; además produce un mayor y mejor crecimiento celular. 
Lógicamente, hay que tomar medidas en la aplicación local, pero todas las lámparas -que además son económicas- vienen con las instrucciones precisas para su uso, que es fácil y cómodo. 

También he adquirido algo más sofisticado y que está comenzando a penetrar en el ámbito doméstico. Se trata de un aparato de ultrasonidos portátil. Lo suelen usar mucho los fisios en las lesiones y es muy efectivo para una enorme cantidad de dolencias y lesiones, que van desde la ciática hasta las contracturas, pasando por la tendinitis, epicondolitis, lumbalgia, artrosis y un largo etcétera. También tiene programas relacionados con la estética y el cuidado de la piel, pertenecientes al moderno campo de la cavitación. Es un producto, aún, algo caro. Lógicamente bajará de precio cuando forme parte de la electrónica de consumo, pero eso no es probable que ocurra en mucho tiempo, como no está ocurriendo con los electroestimuladores de calidad.        
Lógicamente, no pretendo montar en mi domicilio una consultar de fisioterapia, entre otras cosas porque no poseo esa titulación y tengo otra profesión muy distinta; ni tan siquiera una de quiromasaje. Además, hay excelentes fisios que hacen su trabajo muy bien (¡qué haríamos sin ellos!). 
Tampoco sustituir las seguras sesiones de fisio que tendré que asumir en el futuro, nada de eso, pero sí procurar una prevención y una más pronta recuperación si vuelvo a lesionarme, que seguramente ocurrirá tarde o temprano. 
La tecnología doméstica al servicio del corredor aficionado. Y eso suena bien.    

27 marzo 2013

JURO QUE NO VOLVERÉ A LESIONARME

Juro que no me lesionaré más, me dije. Pero con un juramento no basta. Porque la lesión es inherente a la propia esencia de correr. Existe la posibilidad de no lesionarte tanto; de lesionarte menos; de lesionarte con menor gravedad. Pero no existe la posibilidad de no lesionarte. Pero aún así lo juro, a pesar de que sé que es un juramento falso y que el catolicismo es indulgente con los pecados.  

Sin embargo, lo importante es que el proceso de recuperación va a pasos agigantados. 
Por ejemplo, en la cuarta sesión de fisioterapia -que ha sido hoy-, los dedos y nudillos de Encarni -que es mi fisio actual- se han deslizado por mi gemelo izquierdo con la misma facilidad con la que se deslizan por una bolsa de harina. No sé si es una imagen adecuada, pero es la que he tenido. Eso se debe, decía Encarni, a que al ir desapareciendo la lesión, el músculo ya no se contrae. Es una mecanismo de defensa que se contraiga. Por tanto, correré algo esta Semana Santa, le dije, envalentonado. Mi consejo es que no corras; como mucho que alternes correr con andar y si sientes la más mínima molesta, te paras, dijo. Luego, no sé qué hacer. Total, por unos días de inactividad más nada va a pasar. Además, me he vuelto a enamorar de la MTB.
Sin embargo, en un sólo día pueden cambiar las cosas. De hecho, en la sesión de ayer, no existió esa facilidad. Percibía que los dedos y nudillos de la fisio encontraban mucha resistencia en determinadas zonas del gemelo y el sóleo. No vi las estrellas pero sí una sensación incómoda. 
Ya puedo ver la luz del final del túnel; aún no ciega mis ojos, pero ya la puedo ver. Pero la realidad es que quedan aún seis sesiones, seis, y mientras que éstas no se lleven a cabo, estaré oficialmente lesionado, aunque la lesión ya haya desaparecido por completo ¿Alhama el 14 de Abril? Es muy posible. 
Queréis un consejo gratis: No os lesionéis.  

14 marzo 2013

FOTOS QUE INVITAN A CORRER

El pasado sábado pude vencer al 'mono' de correr gracias a la MTB, pero no el domingo. 
Estaba la tarde muy lluviosa y fría y coger la bicicleta en esas condiciones no era la mejor de las recomendaciones, así que no tuve más remedio que andar por uno de los caminos que frecuento corriendo ¿Vencí el mono? Ya sabemos que no es igual andar que correr; sin embargo, sí pude hacer estas fotos que parecen vaticinar que pronto estaré pateando por estos lares.
De hecho, ya hay ecografía en la zona del gemelo y el doctor considera que existe 'antecedente de pequeña rotura fibrilar de la unión músculo-tendinosa en fase de resolución....entre el gemelo interno y el sóleo'. Es decir, que la recuperación va por muy buen camino.  Bastarán unas cuantas sesiones de ultrasonido (la lámpara de infrarrojos ya me la estoy aplicando en casa) y una buena sesión masajeadora con el Compex y/o fisio. También va a venir bien que cesen las lluvias para poder trotar por zonas blandas, que siempre son las que están más embarradas. Espero estar completamente listo para Semana Santa,  que es una época festiva en la que cada año aprovecho para correr de forma intensa, toda vez que no me interesa el ritual procesional ni me parece atractivo viajar en en fechas tan masificadas. 

Pues nada, ahí van esas fotos comentadas.


Cuando el camino es liso y está mojado la invitación a correr es irresistible. Foto de J.A. Flores

Siempre me ha gustado pasar junto a estos manzanos. Los veo a lo largo del año caducos, en flor y con su fruta; de ahí que me sean tan familiares. Foto de J.A Flores

En invierno es pura poesía ver las alamedas al fondo inertes, como adormecidas. Foto de J.A. Flores 

Llovía a cantaros en ese momento, pero el sol forcejeó con la lluvia más allá de el 'Piorno' y el espectáculo que ofrecieron fue majestuoso. Foto de J.A. Flores


No cabe duda que las alamedas inertes y dormidas sintieron cercano el arco iris. Foto de J.A. Flores

07 marzo 2013

YA HAY DIAGNÓSTICO

Ya hay diagnóstico de la nueva lesión. 
En puridad, no se puede considerar una lesión como concepto amplio y concluyente sino una lesión pequeña, tal y como vaticinaba. 
Una lesión importante se aprecia enseguida, tanto interna como externamente; te deja tirado en cualquier camino, carretera o calle; es tan cobarde, que ni tan siquiera te mira a los ojos y jamás avisa, a no ser que tengas ya bastante desarrollado eo 'oído' para 'escuchar'. 
En mi caso, esta última lesión fue generosa y me miró a lo ojos, algo similar a esa pequeña avería que a veces tenemos con los vehículos: no nos deja tirados, como sí suele ocurrir con las averías de más calado. Algo similar ocurre con las lesiones. 
Cuando el traumatólogo palpó el gemelo, casi inmediatamente diagnosticó que se trataba de un pequeño desgarro en el gemelo interno, quitando importancia a que hubiera algo de más calado. Era algo que yo ya casi sabía, pero desde siempre he procurado no adelantarme al diagnóstico de un médico, que eso denota prepotencia. 
Incluso conocía la causa de la lesión, que resultó ser la misma que me comentó el doctor: ¿has salido a correr sin calentar?, me preguntó. Sí, le contesté lacónico; y luego añadí -por decir algo, supongo-: jamás aprendemos. 
'Estas lesiones pueden venir tanto cuando sobreexplotamos el músculo como cuando ocurre lo contrario y forzamos sin calentar', me dijo. Y, efectivamente, cuando salí a correr -pensando que con dos semanas de inactividad la musculatura estaría descansada- ni tan siquiera se me ocurrió calentar. Activé el GPS y me lancé a correr y el día era muy frío. Por tanto, suspenso; ¡que digo, suspenso! muy deficiente, porque esas cosas no deberían ocurrir a quien ya lleva unos cuantos años corriendo. 
En otra cosa que acerté fue en el tratamiento poslesión: tres días de crioterapia, Traumeel desde el siguiente día y calor a partir del cuarto día. Y sobre todo, inactividad, que es la mejor aliada para estos casos. No obstante, me hará una ecografía (si la autoriza el seguro de la Federación) en la zona del gemelo para comprobar el aspecto de la rotura fibrilar, si bien el dolor ya prácticamente me ha desaparecido cuando camino. Acudiré a una sesión de fisioterapia cuando acabe de cerrar por completo la rotura fibrilar, porque no conviene que las fibras rotas se engarcen con las regeneradas.  
Por lo pronto, seguiré haciéndome de aparatos para el mayor cuidado domiciliario. Lo pronto será la adquisición de una lámpara de infrarrojos portátil, que me ayudará a la recuperación en futuras roturas fibrilares.                 

04 marzo 2013

VIDA DESPUÉS DE CORRER

El pasado sábado cumplí lo previsto: una sesión corta y suave de MBT. Finalmente fueron 22 los kilómetros recorridos, pero lo importante no era eso, sino contactar con la naturaleza y poner en marcha el cuerpo para evitar su oxidación. Finalmente dará igual qué hagamos o no, lo importante es que hagamos algo para no caer en el despropósito que supone la inactividad, que también es un hábito, aunque no lo creamos. 
Al día siguiente, sabedor de que no iría a Loja y que tampoco podría correr aunque fuera suavemente, opté por andar por una zona de monte, intentando no forzar demasiado. 
Y mientras andaba por el monte, en la soledad de la naturaleza, con la sola presencia de los pájaros invernales, consideraba que no era mala solución cuando el organismo ya se sienta incapaz de trotar por esos caminos de Dios. 
Y es que al final, todos somos animales de costumbres e igual que hacemos del correr un hábito insustituible, ese mismo hábito se adueñará de otras actividades, ya sea montar en bici o andar por el monte.
Sin embargo, el correr siempre está presente -es un hábito ya muy arraigado- y a partir de mañana comenzará esa nueva recuperación clínica -que llevará con el tiempo a otra nueva lesión-; de hecho, ganas tengo de correr por este excelso sitio por el que ayer anduve: 


Estas veredas entre pinos serán un excelente sitio fortalecer las piernas....
.....y la recompensa será ésta.  


02 marzo 2013

HACIENDO LOS DEBERES

Estoy haciendo los deberes, en cuanto al proceso de recuperación se refiere. Hacer los deberes y recuperar son conceptos inextricables y conviene que vayan de la mano. Nada se consigue perdiendo la cabeza en esto de las lesiones. Tienen su recorrido, su tiempo, su proceso y hay que cumplirlos de forma escrupulosa. 
Pero ocurre que en ocasiones consideramos que ya estamos listos para correr porque cuando no nos exponemos al ejercicio, el dolor, por lo general, no suele aparecer, pero sigue ahí, agazapado como un animal herido a la espera de lanzarse sobre su pieza porque sabe que es la última oportunidad que le queda para seguir sobreviviendo. Sé que puede parecer  una metáfora excesiva, pero es cierto que una lesión suele ser como un animal herido. 
Por tanto, sigo con mi proceso pausado y ordenado: crioterapia los tres primeros días -seguirla más allá de 72 horas en lesiones normales no suele ser efectiva-, Traumeel desde el primer día y, sobre todo, no correr. Sin embargo, para alejarme de la oxidación sí continuo con alguna leve sesión de elongamiento muy suave y abdominales casi a diario; y ya hoy haré mi primera sesión suave de MBT con tan sólo 21 kilómetros de pedaleo, porque consideramos que con el pedaleo no forzamos demasiado y, sí, es cierto, pero tampoco hay que pasarse ya que aunque el gemelo no sufra el impacto del terreno sí trabaja con el continuo pedaleo, principalmente, en las cuestas.
A fuerza de lesiones -son ya unas cuantas en la misma zona- he llegado a detectar, sin necesidad de probarme corriendo, cuando estoy ya listo para correr y cuando no. Es algo que aprecias interiormente; hay una sensación extraña que te transmite ese dato. Y el dato que detecto no es otro que debo esperar algún tiempo más, toda vez que -además- aún no me han asignado clínica deportiva que me pueda atender. He recibido ya dos llamadas del seguro que gestiona la Federación de Atletismo en Granada y siempre me dicen que intentan concertarme una cita y no hay forma porque hay clínicas que no cogen el teléfono ¿La razón? No puede ser otra que la que ya me apuntaron en la clínica a la que acudí el año pasado: pagan mal, tarde y poco. A ver si hay suerte y la próxima llamada -y la tercera clínica ya- es efectiva.
Por tanto, que sirva esto como una denuncia expresa o tácita sobre el mal funcionamiento que hay en este asunto y que nos afecta a tantos corredores federados ¿Culpa de la Federación? ¿Culpa del seguro contratado? ¿Culpa de las clínicas adscritas? Conviene conocer qué ocurre. 

24 febrero 2013

TRES SEMANAS MÁS DE INVIERNO

Este sábado pasado volví de nuevo a la ruta tras dos semanas de parón por mor del resfriado, enfriamiento o lo que diantres haya sido; el caso es que he regresado en un día para olvidar, de esos en los que ni tan siquiera se escucha el trinar de los pájaros invernales.
Pero el destino ha querido hacerme ver que no era tampoco mi día, porque no había superado aún el kilómetro cuatro de una ruta programada de 14 cuando las sempiterna zona del gemelo-soleo -el izquierdo en esta ocasión- comenzó a lanzar proclamas y reclamos de dolor. Un dolor soportable pero agudo por momentos; así que subí la cuesta de quinientos metros de longitud que estaba subiendo, estiré un poco y decidí volverme para no caer en la estupidez de lesionarme definitivamente en el kilómetro siete, sabiendo que tendría que hacer otros siete para volver al punto de partido, lugar en el que estaba el coche. 
Esos siguientes cuatro kilómetros y pico de vuelta los hice -lógicamente- más suaves y me detuve en un par de ocasiones a estirar la zona. El dolor seguía presente, pero nada me impedía correr como sí suele ocurrir cuando te tienes que detener de golpe cuando sufres un desgarro fibrílar sobrevenida -la temida piedra-. 
Lógicamente, cuando llegué al coche decidí no estirar la zona porque nada hay más insensato que estirar una zona que pudiera estar desagarrada. Así que hice lo que siempre hago: estirar el resto de zonas, tomarme el isotónico y devorar dos o o tres piezas de fruta. Por tanto, algunas semanas más de invierno. 
He tenido diversas lesiones y casi todas en la zona del gemelo-oseo, pero ésta me ha dejado perplejo. Principalmente porque no es de recibo que se produzca una rotura fibrilar cuando he estado dos semanas de inactividad. Por tanto, la causa puede ser un tirón sufrido hace unos días, al que no le dí la mayor importancia, pero no el estrés muscular. 
Estaba jugando un intenso partido de tenis de mesa contra un chino a través del 'Kinect' de la XBOX 360 y noté como una especie de chasquido indoloro en esa zona; luego ya por la noche, en la cama sufrí un leve tirón, que lo atribuí a falta de potasio o a la inactividad (tener tirones cuando se pasa de actividad intensa a inactividad, es común). Luego, estoy casi convencido que ese puede ser el motivo; y ojalá lo fuera porque si es así no se puede hablar técnicamente de una lesión importante, nada que no se cure con las obligatorias sesiones de crioterapia y estiramientos suaves. No obstante, mañana pediré cita al centro de medicina deportiva al que acudía cuando la lesión del año pasado por estas fechas. Me vendrá muy bien unas cuantas sesiones de electroterapia por medio de infrarrojos (calor) y ultrasonidos porque no descarto algo de desgarro fibrilar ya que la tarde del sábado era muy fría y no recuerdo haber calentado lo suficiente.   

19 abril 2012

REFLEXIÓN POSENTRENAMIENTO

Las buenas sensaciones que tuve en la prueba de fondo de Alhama, el pasado domingo, me han reforzado de cara a las muchas pruebas que quedan para acabar la temporada y ya será mucho más normalizado el entrenamiento hasta volver a la carga de unos 50 kilómetros semanales, volviendo de nuevo a las mayores distancias, pero alternando con las distancias más cortas. Sin embargo, aún no me planteo sesiones de calidad.
La semana de entrenamiento la he comenzado hoy, un poco tarde, sí, pero con una sesión de 12,5 kms., y bajo una lluvia pertinaz pero muy soportable. Casi una lluvia gallega.
No obstante, a pesar de la lluvia, que siempre me estimula, no me he sentido nada bien. Pinchazos en los gemelos -que pueden ser la manifestación de que las Saucony Triumph están llegando a su fin- y pesadez en general, aunque nada de eso ha impedido que concluyera ese kilometraje sin demasiados problemas a un ritmo suave de 5'10'' el mil. Para contrarrestar esas malas sensaciones, la sesión de mañana viernes, será más suave, no más de 10 kms. 
Sin embargo, cada vez veo más obligatoria una concienzuda sesión de elongamiento y una posterior de abdominales y nuevos estiramientos en suelo, para intentar contrarrestar la descompensación muscular que sufrimos en cada pisada, pero será el descanso obligado el que se encargue de solucionar todos los problemas orgánicos que sufrimos cuando corremos. Sin descanso, a pesar de que se estire a conciencia, la lesión es segura. De ahí que jamás haga más de cuatro sesiones seguidas y hasta es raro que haga tres seguidas, a no ser que dos de ellas sean suaves. 
Comentaba el otro día Arturo Casado, nuestro hombre más en forma en 1.500  que se ha lesionado debido a la fuerte carga de kilómetros semanales y que por mucho que te protejas el impacto de cada pisada produce microtraumatismos que acabarán en lesión segura. Y sí ocurre con un corredor de élite, imaginemos lo que puede ocurrir con nosotros que no lo somos y que, además, hemos de compatibilizar el trabajo con nuestro trabajo y otras tareas poco prosaicas del día a día.
De ahí que me parezcan temerarias las exigentes sesiones a las que se someten muchos corredores aficionados que, además, no suelen acudir a consulta alguna del fisio o del masajista, a no ser que se lesionen. Lo más doloroso de lo que pueda ocurrir en el futuro es que acaben (acabemos) con una lesión crónica, que es lo más odioso que le puede ocurrir a cualquier corredor. 
Por tanto, insisto, mucha prudencia, que nuestro fin  no es otro que seguir corriendo cuando nuestros amigos no corredores, en el cenit de sus vidas, ya sólo les apetezca la sopa y la mesa camilla. 
No es mala motivación.

ALGUNAS IMÁGENES DEL RECORRIDO DE HOY: 

Carril bici y carretera que une Valderrubio con Fuente Vaqueros.

Paso por el puente del Río Genil

Comienzo del Camino Real, en dirección a Pinos Puente
   
     

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...