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14 septiembre 2014

CINE: CRÓNICAS DIPLOMÁTICAS (FR, 2013)


Esta comedia política francesa navega muy bien por la pantalla siguiendo las máximas de Heráclito. Ese podría ser un digno resumen de esta excelente comedia de casi dos horas. Inteligente y tratada con fino humor, su director,  el francés Bertrand Tavernier, dirige una muy completa película en clave crítica y ácido humor sobre la alta clase política francesa de la mano de un Ministro de Exteriores, cargo fundamental en la política francesa dada la presencia de Francia en el antiguo mundo colonial. Una crítica ácida que también es extrapolable a cualquier alta clase política de los países poderosos del primer mundo, tan divididos en mantener su poder, sus colonias y sus chanchullos a la vez que de aparentar ser los guardianes de la paz mundial. 

Me ha gustado esta película porque es ocurrente, inteligente, irónica y desenvuelta. Alejada de topismos propios de películas de este tipo, también es desenfadada. Contemplándola uno puede imaginarse en clave de humor las venturosos castillos de naipes que han de llevar a cabo los caóticos gabinetes de los ministros, en este caso del Ministro de Exteriores francés. 
Cuando uno se enfrenta a una película francesa, le pueda pasar de todo. Desde que se trate de una película muy retroalimentada y encantada de haberse conocido así misma, hasta encontrar un pequeño tesoro o algo muy original que no haya visto nunca. Eso es lo que tiene el cine francés: enorme cine -del que disfruto enormemente- pero al mismo tiempo cargado de esa especie de chauvinismo que caracteriza a los vecinos del norte. Pero quizá también en esa dualidad radique su genio, su calidad. 
De ahí que cuando en la tarde del domingo me acomodé en mi salón una vez bajadas las persianas y corridas las cortinas, no sabía con qué tipo de película me iba a encontrar. Tan sólo contaba con lo que me había contado, Juan Carlos, un compañero de trabajo y amigo con el suelo coincidir en gustos cinematográficos. Lógicamente, eso me infundió confianza. 
Así que a medida que iban pasando los fotogramas, me percaté que me encontraba ante una excelente película cuyo argumento giraba en torno a las peripecias del ministro y su gabinete, tirando del hilo argumental el protagonista encargado del lenguaje en los discursos. Un tipo que jamás parece acertar, no porque no ponga empeño y saber, sino porque es imposible acertar con la visión de la política que tiene el peculiar ministro, algo que ya saben los veteranos y veteranas del gabinete. Como trasfondo, como antes decía, las máximas peculiares del filósofo presocrático griego Heráclito. 
Un ministro que no lee lo que le escriben, a lo sumo la primera línea, en la que espera encontrar una interpretación de una máxima de su filósofo favorito. Si no es así, ese discurso se inutiliza rápidamente. 
Mucho disfrute, por tanto, en esta comedia francesa, de la que no hay que perder comba en cuanto a sus diálogos y situaciones. Muy aconsejable, desde mi punto de vista, claro. 

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