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03 agosto 2012

UNA CUESTIÓN DE PESO


Para los corredores siempre hay una cuestión de peso en nuestra mente. Al peso físico me refiero. Es lógico que sea así. No sólo porque nos parece más estético estar delgados si corremos habitualmente, sino porque un menor peso siempre posibilitará que podamos correr mejor y castigar menos nuestros miembros inferiores. Pero no todo el mundo tiene una predisposición genética a perder peso y a estar delgado. Por lo general, la mayoría de la gente aumenta de peso con la edad por una razón muy sencilla: por poco que se coma, siempre se ingieren más calorías que las que realmente gastamos, principalmente, en la época histórica en la que estamos, en la que todo es más cómodo y hay tantos aparatos mecánicos, electrónicos y eléctricos que hacen nuestra existencia más cómoda, pero que también posibilitan que nos movamos menos. Todo lo positivo también tiene algo negativo. Un ejemplo muy sencillo: el mando a distancia que tienen todos los aparatos del tipo que sean, hacen muy sencilla nuestra vida, pero tienen el inconveniente que no hay mover el culo en absoluto para conectarlos, desconectarlos o graduarlos. Además, se da la circunstancia que la comida que consumimos cada vez es menos natural y, por el contrario, está más repleta de elementos químicos que no ayudan nada a nuestra dieta natural, así que todo sumado produce consecuencias catastróficas. No se trata de lo mucho o poco que se coma sino del tipo de productos que se consumen, ya que todas las calorías no son iguales.
Los corredores, a pesar de que gastamos más calorías que la media, no somos de otro planeta -bueno, algunos sí- y sucumbimos también a esa vida cómoda, a esa comida basura y a esa bebida azucarada que se encuentra por por todas partes, hasta el punto de que hay que hacer un verdadero esfuerzo para no sucumbir. 
De todo esto no te das cuenta de forma inmediata, es decir, no te das cuenta en los inicios como corredor. Compruebas -y comprueban- que vas perdiendo peso, pero con el tiempo te das cuenta que no es suficiente, bien porque te estancas, o bien, porque, incluso, coges algunos kilos si te descuidas un poco.  Sí, para la población en general estás delgado, pero es posible que no lo suficiente para el intramundo que gira en torno al corredor.Lees y te documentas y acabas llegando a la conclusión que la única manera de poder acercarte a tu peso forma -como siempre dice nuestro amigo Paco Montoro- es controlar también la alimentación. 
Mucha gente me pregunta si los corredores hacemos dietas específicas y les contestó que en absoluto; es más, no es conveniente porque, en mi opinión, todas las dietas adolecen de defectos y evitan que ingieras algún alimento básico para nuestro organismo. Lo que hacemos -les digo- es comer de manera sana, evitar atiborrarse y, sobre todo, evitar determinados tipos de alimentos (frituras, grasas saturadas, golosinas, frutos secos en abundancia, bollería industrial, comida basura, el tapeo...etc.). Lógicamente, cuando les enumeras toda esa retahíla de alimentos, la mayoría considera que, en su caso, es misión imposible, pero yo opino que en absoluto es necesario el consumo de todos esos alimentos que lo único que provocan es mal alimentarte y hacer que ganes peso (he de decir al hilo de esto, que casi me escandaliza los alimentos que habitualmente come la gente que, además, no hace ningún deporte). 
En lo que respecta a mi caso particular -que en absoluto soy un purista de la alimentación-, no me supone ningún esfuerzo añadido apartarme de estos productos, pero he decir que tampoco los desdeño si se tercian en determinadas ocasiones. Por ejemplo, nunca los desdeño cuando viajo por placer ya que siempre me intereso por la gastronomía del lugar, sea la que sea. 
En cuanto al peso, puedo hablar de mi caso particular por si a alguien le resulta útil. Cuando comencé a correr en serio -después de muchos años de inactividad y actividades contrarias a la comida sana, estaba en torno a los 92 kgrs. (mido 186 centímetros). Al poco tiempo de correr de manera habitual, bajé a los 87 u 88 y más progresivamente me estanqué en los 84 u 85.  En 2006, acabé el año con 83,7;  en 2007, que fue el año de mi primer maratón, lo cerré en 83,5, pero curiosamente, en 2008, que intensifiqué la actividad, cerré en 84,5. Sorprendentemente, un año después -el año de mi segundo maratón- lo acabé en 85,3 y en 2010 en 84,1. 
El año pasado -el 2011-, fue un año poco equilibrado, llegando a pesar en mayo 86,7  y en diciembre 82,1; y de esa manera, un tanto irregular comencé 2012. Hay que admitir que no siempre se coge peso porque se tenga más grasa. Puede ser que se tenga más músculo, pero la sensación de delgadez siempre pasa por tener la menor grasa posible. Así que dije que había que ponerse manos a la obra y fue el pasado junio cuando comencé a reflexionar y  a documentar y comprendí que había un principio muy básico -basiquísimo diría yo- al que se referían desde grandes maestros de la nutrición -Grande Covián- hasta grandes campeones profesionales -Martín Fiz- y aficionados -Francis Tovar-: había que gastar más calorías que las que se ingieren. Pero, a pesar de ser un axioma de fácil construcción, no es tan fácil llevarlo a la práctica, ya que es muy importante que los corredores ingiramos los nutrientes y los oligoelementos necesarios para que nuestra dura actividad física no acabe por enfermarnos. Así, que creo que dí con la tecla para bajar de peso (ahora, estoy en torno a los 80 y quiero bajar a los 78): bajar mucho más la ingesta de hidratos de carbono, principalmente, en la cena, alejarse, practicamente, por completo del tapeo a mediodía los siete día de la semana (lógicamente, advirtiéndoselo antes a los amigotes y compas de oficina), aumentar el consumo de proteínas -sin que sea necesario llegar a la malsana dieta Dukan-, aumentar el consumo de fruta, eliminar carnes que no sean magras,  eliminar todo el alcohol de las bebidas espirituosas y no atiborrarme en ninguna de las comidas. Con anterioridad, hace años que ya había eliminado de la dieta normal todos esos alimentos basura que antes enumeraba. 
Lo que he decidido no hacer, porque por ahora no es necesario, es eliminar la cerveza, aunque, sin tapa claro, y preferentemente en casa que es el lugar donde yo puedo controlar con qué productos sólidos la acompaño. Lógicamente, unido a una carga de kilómetros de no menos de un maratón semanal -es decir, la suma de kilómetros semanales-, si es posible.
¿Llegaré a ese peso propuesto con este plan? Estimo que sí. Al menos voy camino de ello. Pero, aconsejo, que cada uno adapte su propio sistema, el que le vaya bien.                   

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