20 agosto 2017

CINE: "OKJA" (Corea del Sur, 2017)


Me gusta el cine oriental. Casi nunca me desilusiona. Cuenta con una frescura y una forma de contar las historias que siempre me impresiona. Hay verdaderos talentos que dirigen un cine increíble, magnífico casi siempre. Y de esta parte del globo llega esta película "Okja", si bien no está centrada como otras de estos lares en su territorio, sino que introduce elementos y actores y actrices que habitualmente trabajan en Estados Unidos, ya sea en Hollywood o en esa enorme factoría amorfa de cine indie. 

Me hablaron de Okja como una película de corte infantil, pero no lo es en absoluto. Podría parecer que está dirigida a ese sector de edad, pero nada más lejos, ya que su temática es dura y adulta, si bien yo aconsejaría que se viera en todas las escuelas del mundo, porque de esa manera muchos niños y niñas del planeta optarían por una alimentación vegetariana y se alejarían de esa psicopatía que representa la industria cárnica, aunque mucho me temo que sus papis no lo permitirían. Comemos carne, pero no conocemos -o no queremos conocer- todo ese proceso, todo ese dolor. Y a pesar de "Okja" es una cerda gigante diseñada digitalmente, que sepamos hoy día inexistente, lo que nos quiere transmitir su director y guionista  Bong Joon-ho es tremendo y real, como lo es la realidad y el día a día de los mataderos. Quiso el destino que ese mismo día viera otra película de corte animalista, una película húngara muy digna titulada en España como "Dios blanco" en la que los perros se revelan contra sus maltratadores y eso me hizo pensar en que está surgiendo una tendencia en el mundo más cercana y empática con los animales. Ojalá eso sea cierto.
     De "Okja" me ha gustado todo. Una historia que es original en la medida que pocas películas muestran la realidad de esta industria, pero investida de un road movie que ya no es familiar, pero que rodado bajo las ordenes del buen director surcoreano adquiere otro sentido, a pesar de que son evidentes las muchas horas de trabajo de ordenador, muy necesarias para contar esta historia de una animal que no existe en la vida real -aún- pero sí su hermano pequeño, los pobres cerdos y cerdas de este cruel mundo, arrinconados al único rol que se les ha otorgado: alimentarnos, rol que comparten con todos los animales que nos metemos entre pecho y espalda.  
    Lógicamente, en la película hay malos muy malos como son los regentes de esta industrial asesina, pero también los hay malos por necesidad, compromiso y lucha, esa Frente de Liberación Animal cuyos miembros tan bien me han caído y que con tanta ironía y tragedia llevan su lucha en el film. Ni que decir tiene, también existe la heroína (no, no estoy hablando de droga), la joven Mija, muy bien interpretada por la surcoreana An Seo Hyun, dispuesta a dar la vida por "Okja". Y qué decir de la fantástica interpretación del cada vez más genial y camaleónico Jake Gyllenhall, en el papel de famoso zoólogo televisivo  (una especie de Frank Cuesta, a pesar de que éste no es zoólogo)  vendido a la industria, un actor que en su vida real despotrica siempre que puede del maltrato animal, sobre todo de la tauromaquia. 
     Se comenta que esta película está haciendo que mucha gente se esté convirtiendo en vegetariana y vegana. En mi opinión, no creo que sea del todo cierto, pero sí lo es que ha instalado en la mente de muchas personas que la han visto una nueva conciencia que puede acabar con el rechazo hacia la carne de mucha gente dada su forma de producción tan atroz. De hecho, el director Bong Joon-ho no ha dudado en introducir escenas inspiradas en la realidad del sacrifico en el matadero y simular una especie de campo de concentración de los supercerdos que esperan su turno, común a todos los animales que lo esperan. En ese sentido, conmovedora la escena de esa pareja de supercerdos que rompen la valla parar liberar a su pequeño lechón con el fin de que pueda ser llevado por Mija y Okja a las altas montañas surcoreanas, donde le espera un destino mejor, una escena que nos ha recordado a tantas vistas de los campos de concentración nazi. 
Por tanto, una película que verán seguramente todos los vegetarianos y veganos de todo el mundo -que no la necesitan- para reforzar su idea y a la que se asomarán quienes ya estén abrazando la idea de eliminar la carne de su dieta pero no encuentran el camino. La película les ayudará seguramente y si no es así, al menos nos informará sobre la atrocidad de la industria cárnica y los mataderos industriales en los que los animales comestibles sufren todo un crimen con el fin de que podamos consumirlos bien disimulados en sus bandejas de plástico.                   

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