30 agosto 2015

HUELLA DEL BÚHO: COMPARACIÓN ESTADÍSTICA AÑOS 2014-2015.


Ya en frío, me he dedicado una buena parte de esta tarde de domingo, día previo a la prueba, a elaborar una rápida estadística de mi peor rendimiento este año con respecto al año anterior. Eso siempre ayuda a conocer qué paso en realidad y, de alguna manera, rectificar errores si de diera el caso. 
Ha habido un elemento fundamental este año: los problemas estomacales. También los tuve el año pasado, pero no me impedían correr -lo hacían las piernas-. Sin embargo este año, excepto en las subidas, donde me quedaba sin fuerza, las piernas no me han impedido correr, a pesar de que a ciertas alturas de la prueba ya lleves los dedos de los pies repletos de rozaduras y sabañones. Me lo impedía el volcán en erupción que era mi estómago. 
Iré paso a paso, tomando referencias los distintos avituallamientos y lo haré en términos comparativos del año pasado con éste: 

En el primer avituallamiento, en el pago de la Sierra del Morrón, a cuatro kilómetros y medio de la salida, el tiempo ha sido casi idéntico: 27 minutos y 53 segundos en 2015; 27 minutos y 56 segundos en 2014. 

En el segundo avituallamiento, en Tózar, en el kilómetro nueve y seiscientos metros, este año he tardado casi un minuto y medio menos que el año pasado. 

En el tercer avituallamiento, en la Fuente de la Corcuera, en el kilómetro 14 y setecientos metros, este año he llegado casi cinco minutos antes. 

Hay que considerar un elemento importante: el tiempo de detención en los avituallamientos. En 2014 me detuve más tiempo por diversas circunstancias. Por lo tanto, el ritmo ha debido ser muy parecido.
Sin embargo, este año ha habido un punto de inflexión con respecto al año anterior en este punto. En favor del año pasado, lógicamente.

En el cuarto avituallamiento, en la Plaza del Ayuntamiento de Moclín, estando ya en el kilómetro 16 y 400 metros, el año pasado tardé en llegar, 2 horas, 28 minutos y 27 segundos. Este año, un minuto y medio más. Aún los tiempos están parejos, hecho que cambia desde Olivares. 

En el quinto avituallamiento, en la Plaza de Olivares, estando ya en el kilómetro 19 y 800 metros, este año, he llegado sobre un minuto y medio antes. Por eso decía, que el hundimiento principal está claro que es desde aquí hasta la meta, en Colomera. 

En el sexto y último avituallamiento, ubicado al final del campo de olivos que arranca desde la zona del nacimiento de Las Majadillas, en la parte alta de Olivares, las diferencias entre este año y el anterior ya se agudizan de manera importante. Cuatro minutos menos el año pasado. Se debe principalmente a lo que decía del estómago, pero también muy importante al hecho que el año anterior me uniera a un pequeño grupo muy compacto, calibrando muy bien el ritmo y este año iba totalmente sólo y en peores condiciones (prefiero unas piernas doloridas a un estómago roto). 

Desde el último avituallamiento, al final de ese camino de olivos y el comienzo de la carretera del Berbe hasta Colomera, las diferencias ya son extremas. El año pasado tardé 10 minutos menos en recorrer esos últimos kilómetros. Influyó también mucho el poder ir con ese grupo, que se desintegró a tan sólo un kilómetro de la meta, cuando ya estaba casi todo el trabajo hecho. Este año también fui sólo y con el estómago cada vez peor.  

Resumiendo, en términos generales, puedo deducir que el año pasado iba peor de piernas, pero incomprensiblemente tenía más 'puch' en las grandes subidas y el estómago no se rebeló demasiado. 
Por su contra este año, tenía mucho más frescas las piernas, pero tenia menos 'puch' en las grandes subidas y el estómago sí me impidió correr todo lo que hubiera querido.  
Por su parte, hay que decir que no se puede afirmar en absoluto que no llegara desechó este año, pero puedo afirmar que esta ocasión, tras vomitar todo lo que me sobraba y me había impedido correr, no me he encontrado tan dolorido y he recuperado mucho mejor que el año pasado. Sigo pensando que mi nivel de forma era mejor, pero las circunstancias diversas de esta prueba siempre se empeñan en llevarte la contraria.   

14 agosto 2015

NUEVAS REFLEXIONES EN TORNO A ILURCO Y LOS RESTOS ROMANOS DE LA VEGA DE PINOS PUENTE

Cuando entreno por la Vega, en todo momento tengo a la vista el Cerro de los Infantes e intento mirar con los ojos de hace más de dos mil años. Y cada vez que lo observo más convencido estoy que es un 'Oppidum' perfecto para los esquemas de los antiguos 'bastetani', que poblaron el mismo. El 'Oppidum' es un término latino que designa un lugar elevado, una colina o meseta, que habitualmente cuenta con defensas naturales, pero también con las que aporta la mano del hombre. Un lugar desde el que se puede controlar los cultivos y la corriente fluvial, así como lugar de vigilancias de incursiones enemigas. Además, solían contar con una corona plana, tipo meseta. 
De acuerdo con estas características, el Cerro de los Infantes, cumple con todos esos requisitos. Un vasto dominio sobre los cultivos de la vega que explotaban y a sus faldas un río, que por entonces, debió ser mucho más amplio y más dotado de fauna acuífera. 
Lógicamente, el acceso al 'Oppidum' no era nada fácil para los hipotéticos enemigos. No muchos, hasta la llegada de Roma. 

Un ejemplo de 'Oppidum'
Los pueblos que vivían en Iberia, por lo general, circunscribían su actuación a su propio territorio. Actuaban como ciudades-estado se podría decir, y a pesar de que se caracterizaban por ser buenos guerreros, raras veces invadían fronteras de los otros. Es más, de lo poco que se conoce sobre el 'modus vivendi' de estos pueblos, toda vez que no solían dejar nada escrito sobre su existencia, se sabe que solían nacer y morir en su propio poblado y pocas noticias tenían de sus pueblos hermanos, por cerca que estuvieran. Las pocas noticias que tenían, casi siempre eran portadas por comerciantes griegos y fenicios que se aventuraran a penetrar en el interior, ya que por lo general eran pueblos que solían comerciar sus mercancías en las ciudades de la costa, mucho más importantes, caso de Gádir, Abdera, Malaka o Sexi. No obstante, había ciudades importantes en el interior -no sabemos si lo era Ilurco-, tales como Orisia, cuyas ruinas se han encontrado cerca de la población de Vílchez, en la provincia de Jaén, o bien Cástulo, cerca de Linares y Obulco, la actual Porcuna, también en Jaén, entre algunas otras. También se podría considerar una ciudad importante -más que nada por la impronta que tuvo esta ciudad para pueblos posteriores-, Iliberis, cerca de Atarfe, pero también con parte en el término municipal de Pinos Puente. Sobre el pasado ibérico de esta ciudad hay dos versiones. Gómez Moreno la ubicó inicialmente en Atarfe, pero posteriormente rectificó y afirmó que era el origen de la actual Granada, en la zona del Albaicín.
Pero volviendo a Ilurco, decía al principio que ese 'oppidum' es perfecto, de libro. Y así debió ser como lo vieron los primeros invasores romanos. 
Con ocasión de la aparición de los restos romanos junto al puente de Alitaje, a un kilómetro de Pinos Puente -y sobre los que escribí aquí hace poco-, he reflexionado sobre la impronta de Roma en esta zona. 
Restos hallados junto al Puente de Alitaje, en la Vega de
Pinos Puente (Foto de J.A. Flores)
 Estos restos, junto a los hallados hace años a tres kilómetros, en Ánzola, demuestra que Roma perpetró su mecanismo habitual desde que decidió venir a Hispania -como le llamaron- para ver qué podían sacar por aquí. Y su mecanismo habitual no era otro que 'civilizar' a su forma las ciudades prerromanas que fueran encontrando a su paso. Lo tuvieron más o menos fácil en toda la península, pero no tanto en la cordillera cantábrica, tierra de astures, cántabros y vascones. Esta zona del norte les costó algo más.
Sin embargo, hay que decir que las formas con las que intentaban conquistar eran más o menos educadas. Eso era así si había aquiescencia del pueblo candidato a conquistar. De lo contrario, no dudaban entrar a cuchillo e invadir por la fuerza. Ese fue el caso de Numancia, a cinco kilómetros de Soría, poblado arévaco que tardaron en conquistar quince años y cuando lo consiguieron se encontraron a un pueblo que se había lapidado, autodestruido, antes de verse conquistado. También fue el caso de Astapa -la actual Estepa- y Calagurris -la actual Calahorra-, si bien estas dos ciudades en menor número de años que la primera.
Por tanto, se supone, que por aquí, por el sur, como era habitual. tanto en la turdetania como en la bastetania, e incluso la oretania, la conquista era rápida. Si había acuerdo con los reyerzuelos locales -a cambio de prebendas, claro está- y si la ciudad era importante, no dudaban en darles el apelativo jurídico de 'municipium'. Es eso lo que pasó con Ilurco al que denominaron 'Municipium Ilurconense'. Por tanto, superado ya ese fácil trámite, no pensemos que Roma se asentó en el 'Oppidum', es decir, en el Cerro de los Infantes. 
Es posible que dentro del 'Oppidum', residieran la mayor parte de los antiguos pobladores de Ilurco, aunque, en mi opinión, también debía de haber casas desperdigadas en torno al Cerro. Sin embargo, el pueblo romano no tenía necesidad de vivir en lugares de difícil acceso, por la sencilla razón de que no tenían enemigos. Sí, existía una potencia amenazante, Cartago, pero ésta ya fue liquidada en la Segunda Guerra Púnica (218-201 antes de la era cristiana). Por tanto, su lugar ideal para vivir es en zona llana a la que gracias a su ingeniería avanzada llevaban agua y mercancias, dada su buena red de calzadas.  De hecho, pensemos en las grandes ciudades españolas sedes de su Imperio: Córdoba (Córduba), Santiponce (Itálica), Emérita Augusta (Mérida), Tarraco (Tarragona), Cesaraugusta (Zaragoza),...todas ellas en lugares llanos, sin necesidad subir grandes cuestas o caminos inaccesibles. 
Eso nos lleva a la posibilidad más que real que tras tomar Ilurco buscaran construir sus casas y palacios en el entorno de la Vega más cercana al Cerro de los Infantes. 
Si el observador curioso pasea por la zona de la Vega cercana a Pinos Puente verá como la franja que hay entre Ánzola y el lugar en el que han aparecido los últimos restos está en línea recta y siempre se tiene a la vista el Cerro de los Infantes. Eso nos puede llevara a la conclusión -y estoy seguro que los arqueológicos lo saben- que en esa franja de tres kilómetros aproximados de longitud se encuentren aún bajos los campos fértiles muchas y más importantes ruinas romanas. De hecho, siempre han aparecido trozos de tejas -que bien podrían ser tégulas romanas- cuando se araban esos campos.
Claro, es tan sólo una opinión, basada en la observación, contrastándola con lo que se conoce sobre las costumbres de estos pueblos.  

Por José Antonio Flores Vera

10 agosto 2015

CIRCUITO PINOS PUENTE- OLIVARES- PINOS PUENTE, COMENTARIO DE UN ENTRENAMIENTO FALLIDO.

Cuando tengo previsto hacer un entreno duro y largo, lo suelo planificar el día anterior. Veo los pros y los contras del terreno, la temperatura que se puede alcanzar, la hora de salida (en verano, básicamente para evitar las horas de temperatura más alta; en invierno, primavera u otoño me da más o menos igual), las zapas más adecuadas para el terreno, la ropa técnica, llevar o no llevar correa de hidratación, ingerir más hidratos o menos, pero aún así, no las tengo todas conmigo. Principalmente por dos motivos: Uno. Porque algunos aspectos planificados se caen del programa. Dos. Porque a pesar de la rigidez con la que planifico la ruta, siempre es posible hacer algunos cambios, en función de cómo me vaya encontrando.
Y algo de eso pasó en el pasado entrenamiento del sábado, ocho de agosto. Cayeron cosas del programa y opté por hacer una ruta, que debí haber acortado dadas las circunstancias. Explico. 
De todo lo planificado, cayeron varias cosas. En primer lugar, la hora de salida y el cálculo incorrecto sobre la temperatura. Lo de la hora lo suponía, porque a las tres y media de la madrugada tenía aún los ojos bien abiertos engolfado en capítulos de la fascinante y adictiva serie francesa Braquo; sin embargo, erré con lo de la temperatura llevado por ese viernes vespertino medio tormentoso y caída hipotética de las mismas. De hecho, el sol no me acompañó apenas a lo largo de los 21 kilómetros de circuito pero estaba ahí, tras las nubes, provocando una calina casi irrespirable en muchos tramos. Esa fue una de mis tumbas y el por qué le llamo a este entrenamiento fallido. A ello hay que sumar lo inoportuno de haber optado por la ruta menos adecuada. 
Cuando comienzas una ruta casi nunca sabes cómo vas a estar unos kilómetros más adelante. En ese aspecto hay muchas sorpresas y me las he llevado todas. Desde salir como una tortuga de ochenta años y llegar como una liebre joven; o bien, salir como una liebre joven y llegar como una tortuga de ochenta años. Así que en ese aspecto no suelo detenerme demasiado. No obstante, a los ocho, diez o doce kilómetros de ruta ya sí es posible vaticinar con bastante exactitud cómo vas, que es justo el momento en el que debes de tomar la decisión de acortar o alargar el circuito. 
Cogí el camino mozárabe, el cual discurre más arriba de la zona de los cementerios de Pinos Puente y a pesar de las dificultades de éste -principalmente en los primeros cinco kilómetros y medio-, me encontraba moderadamente bien. No había ausencia de fuerzas ni piernas cansadas. Así que me dije, que cuando llegara al punto en el que debía de tomar la decisión de volver por el mismo camino o alargar hasta Olivares, siguiendo la carretera que une esta población con Colomera, tomaría la decisión adecuada. Ese punto kilómetro es el ocho y medio. Pero en vistas de lo que ocurrió posteriormente, no tome la adecuada. Decidí seguir hasta Olivares sin valorar en profundidad varias cosas importantes a saber: Una. Malas sensaciones en esa dura recta empinada final hasta llegar a la carretera, que fue como un aviso de falta de fuerzas. Dos. No prever en su justa medida que aunque apenas había sol la calina del nublado era más mortífera que el propio sol cayendo en picado, provocando una sensación de humedad parecida a cuando correr en lugares de costa. Tres. Haber cometido dos errores alimenticios: ingesta de hidratos demasiadas horas antes de la ruta (hidratos, además, de mala calidad, por cierto -pizza-) el día anterior y mal calculo del líquido portado a pesar de haber pasado por dos fuentes públicas. 
El resultado final no podía ser otro que catastrófico: me quedé sin fuerzas antes de llegar al Cortijo de Enmedio, faltando aún cinco kilómetros y medio para llegar a Pinos Puente. 
Subí con relativa solvencia la cuesta que une Olivares con el Cruce con Tiena, pero a partir de ahí, el liquido se fue acabando y el poco que había no estaba ya en condiciones de ser ingerido, a pesar de que había dormido en el congelador toda la noche. Así que los últimos cinco kilómetros fueron un arrastrarse por la carretera, debiendo alternar andar con correr. Exactamente eso me ocurrió en la última Media Maratón de Motril, casi por las mismas circunstancias.
Por suerte, el tramo que une Olivares con Pinos Puente, salvando algunas zonas, es benigno. Existe una continua leve bajada hasta el Cortijo de Enmedio y a partir de ahí el terreno no es demasiado complicado. Aún así, procuraba andar en las bajadas y correr en las subidas para no perder tono muscular, pero eso cada vez era más complicado. 
Normalmente este tipo de malas sensaciones, días antes de una prueba dura, no es demasiado ventajoso para la psicología de un corredor. Ahora bien, en mi caso, no suelo hacer un drama donde no lo hay. Entrenamientos nefastos como éste los he tenido a montones, lo importante es siempre racionalizar las causas, porque si estás entrenando bien y sumando kilómetros, siempre ha de haber un por qué de estos días fallidos. Lo importante es conocer ese por qué y erradicar esas causas, a pesar de que no todo se puede controlar en esto de correr. Sencillamente, hay días en los que el organismo no responde y otros en los que sí. Todo corredor que se precie debe contar con eso. 
Quería contarlo aquí, porque servirá para otros y también para mi mismo, ya que con el paso del tiempo estos artículos suelen ser esclarecedores por su utilidad didáctica.  

Pongo aquí algunas fotos tomadas en esta misma una ruta hecha anteriormente en bicicleta: 


Plaza de Olivares, con su fuente de agua fresquísima. Foto de J.A. Flores.

Bajada de Olivares hacia Pinos Puente, antes de llegar al Cortijo de Enmedio -aún en término de Moclín-. Al fondo ya se aprecia el Piorno y los picos de Sierra Elvira. Foto de J.A. Flores.

Cuesta de Olivares anterior al Cruce de Tiena. Al fondo Olivares y su Barrio Alto. Foto de J.A. Flores.

Búcor (ya en término de Pinos Puente) Foto de J.A. Flores.

09 agosto 2015

CINE: PRIDE (UK, 2014)


Casi nunca me decepciona el cine británico. Aborda como pocos el realismo social. Le interesa las historias contemporáneas, a pesar de de ser un país con una enorme historia tras de sí. 

Pero la Gran Bretaña de ahora no es ni por asomo lo que fue. Un país colonizador, dueño de una gran parte del mundo, dotado de la mejor armada, padre de civilizaciones, del idioma universal, uno de los primeros que accedió a la democracia, el primero con una forma de estado republicana gracias a Cromwell...Sin embargo, lo contemporáneo, lo social, la historia reciente de los últimos treinta años les interesa sobremanera. Y eso gracias, en buena parte, a que tuvieron a bien que les representara una dama de hierro, la infame Margaret Thatcher, que practicó un liberalismo bestial y dio la vuelta al país como un calcetín viejo. Porque mucho tienen que ver esas políticas liberalizadoras con esta película que reseño, Pride (Orgullo), en concreto políticas relacionadas con las minas de carbón que supuso un bastión importante de su política económica.
Porque va de mineros pero también de homosexuales y lesbianas. Una impresionante historial real, que pocos sabríamos que existió si no es por esta excelente película británica del director Matthew Warchus, que dirige más en teatro que en cine. 
Gracias a Pride he podido conocer una historia singular. Una historia de movimientos sociales y laborales que entrecruzan sus mundos con una inusual ternura. Una sociedad británica rural y otra urbana que se dan la mano. Mineros de Gales y homosexuales y lesbianas de Londres que, contra todo pronóstico, un buen día deciden unir sus caminos. 
Pero de todo, lo que realmente te emociona y te engancha a esta película no es otra cosa que las posibilidades que a veces, en ocasiones, tenemos los humanos para mostrar nuestro atributo más propio. Sabíamos de luchas de colectivos unidos en torno a una misma causa, que es algo que se ha de sobrentender, pero poco de luchas paralelas de colectivos tan antagónicos que un buen día deciden revolucionar sus propios mundos.
Todo ello contado con maestría, interpretado con maestría con ese buen elenco de enormes actores y actrices que nos ofrece la antigua y pérfida 'Albión'. Con una excelente fotografía, que siempre nos ofrece el cine británico y que nos permite trasladarnos a su mundo, a sus pueblos, a sus calles, a su peculiar campiña, algo que es un sello muy propio del cine de este país de países. Nada de estudios, nada de atrezzo, nada de imposturas. El mundo tal y como es. Por ese motivo y por otros muchos, procuro no perderme ninguna película británica que aborde el drama social. 
Es imprescindible ver 'Pride'. No verla sería un delito si queremos disfrutar de buen cine británico, de buen cine europeo a fin de cuentas, tan necesario en ocasiones para desintoxicarse de Hollywood. Advertidos quedáis.  

04 agosto 2015

CINE: FELICES 140 (ESPAÑA, 2015)

Con películas como 'Felices 140', el cine español debería de comenzar a quitarse complejos. Es una buena película, dotada de un buen guión, de una buena fotografía, de sobresalientes interpretaciones, con Maribel Verdú a la cabeza, que es posible que haya hecho el papel de su vida. Bajo la dirección de una experimentada directora, Gracia Querejeta, la película aborda todo lo bueno que tiene que tener el buen cine negro, que se asoma un poco a la comedia, pero que, en mi opinión, es mucho más dramática que cómica. 
Pasiones humanas, avaricia, deshonestidad, ambición, falsa amistad, orgullo, arrogancia, falsedad, todo eso desfilará ante los ojos del espectador en grandes dosis. 
Desde mi punto de vista estamos ante una película que se podría haber estirado algo más. Tal vez, unos quince o veinte minutos, porque quizá su punto débil sea su incompleto y precipitado final. Da la sensación que los productores no hayan querido más minutaje por aquello de los exiguos presupuestos del cine español, todo es posible. Dicho esto, no sería ninguna desfachatez una segunda parte porque la historia ofrece esa posibilidad. Es más, una segunda parte bien trenzada sería una magnífica idea para desenlazar y desenmascarar todo lo que se cuece en el fílm que no espolearé, como jamás suelo hacer cuando escribo de cine.
Tan sólo insistir en que contamos con buen cine. Contamos con buenos directores, con buenos guionistas, con buenos actores y actrices, buenos responsables de fotografía, buenos compositores de BSO, buenos montadores..., lo que hay que intentar es perder ese complejo de inferioridad, porque esta película, con esta trama, montada en Hollywood, tan escaso de ideas desde años, podría ser una bomba.
He dicho.

01 agosto 2015

RUTA CALLE ANCHA DE PINOS PUENTE-CAMINO MOZÁRABE-URBANIZACIÓN LOS CORTIJOS-CALLE ANCHA (19 KILÓMETROS)

Las fotos que veréis a continuación corresponden a una ruta grabada parcialmente con la cámara deportiva SJ4000. Una ruta de 19 kilómetros que ha transcurrido prácticamente por caminos entre olivos (apenas 4 kilómetros de asfalto). La ruta salía desde la C/ Ancha de Pinos Puente, en la parte alta del pueblo, cogía el camino de Caparacena y lo dejaba inmediatamente para coger el denominado Camino Mozárabe (que también se utiliza como ruta del Camino de Santiago). Casi siete kilómetros más allá, hay que estar atento para coger otro camino similar, también entre olivos, que nos lleva hasta la Urbanización Los Cortijos-La Ribera, pasando por la Escuela de Vuelo para conectar con la carretera que une el Pantano del Cubillas con Caparacena y Pinos Puente. No obstante, dejé pronto esta carretera para conectar de nuevo con otro camino de olivos, que era de lo que se trataba en este entrenamiento y, posteriormente, volver a salir a la Carretera de Caparacena y llegar de nuevo a Pinos Puente. 
He seleccionado un buen número de fotos que irán acompañadas con un breve texto. Decir que ha sido duro, no sólo por el terreno y el número de kilómetros, sino por el hecho añadido de ir grabando el recorrido parcialmente. No obstante, eso lo suelo hacer en determinadas rutas y, lógicamente, una sola vez, porque es duro ir sacando la cámara -por pequeña que sea- conectarla, grabar y volver a guardarla...y todo eso en ruta.  

Son las las 9,30 horas de la mañana del 1 de agosto y comienza la ruta. El sol ya avisa que no habrá tregua.

Acabo de entrar en Camino Mozárabe. Polvo y olivos será lo único que veré a lo largo de muchos kilómetros.

Comienza la primera dificultad importante a los 1300 metros de iniciada la ruta. No hay problema porque las fuerzas están aún intactas.

La segunda dificultad en el tercer kilómetro es de las más importantes. La cuesta impone. Me escudaré a la derecha buscando algo de sombra.

Vuelvo la vista y vez lejano el Cerro de los Infantes. Viéndolo desde aquí se comprende la estrategia de los pueblos que lo habitaron dada su situación privilegiada que permitía dominar todo el terreno que le circundaba.  

En el kilómetro seis ya se aprecia a lo lejos la localidad de Tiena, perteneciente al término municipal de Moclín...

.....Y si se aprecia Tiena, también es fácil ver algo de Olivares, que apenas permite ver sus casas más altas, ya que el pueblo está escondido en la falda de la sierra.  

Sin embargo, si se aprecia bien el Castillo de Moclín, con su iglesia adosada a sus pies. Esta fortaleza fue una de las más importantes del Reíno Nazarí ya que dada su altura era fácil controlar la entrada de tropas enemigas. Además, desde ella era posible comunicarse a través de espejos o fuego con las principales del Castillo de la Mota de Alcalá la Real (Jaén) y la Alhambra de Granada. Entre todas éstas existía -y existe- todo un complejo sistema de torreones auxiliares, entre los que se encuentra el Torreón de Albolote.   

Cabo de dejar el Camino Mozárabe y me dirijo hacia la Escuela de Vuelo. El sol aprieta, tal y como refleja la fotografía. Voy camino del kilómetro nueve de la ruta.

Aquí podríamos decir que tenía el mundo a mis pies, dada la redondez de la imagen. Al fondo ya se aprecian los picos de Sierra Nevada.

El calor ya se va notando camino del kilómetro 10. No obstante, en ocasiones aparecía una suave brisa, que es mucho pedir si corres entre olivos.

Cuando llego a esta zona intento no mirar al frente, porque aunque parezca una broma, hay que subir aquella endiablada cuesta del final. El sol vigila lanzando sus rayos de fuego.  

Superado el kilómetro 10 pude ver la cara norte de los picos de Sierra Elvira y el Piorno. Eso significa que nos vamos acercando poco a poco al final, no obstante aún quedan nueve kilómetros.   


A la hora de iniciada la ruta, me topo con la Escuela de Vuelo y el comienzo de la zona asfaltada.

Unos kilómetros más adelante entro en la Urbanización Los Cortijos-La Ribera. Altas y lujosas casas con el Piorno de fondo. He superado el kilómetro 12 de la ruta. Ya sólo faltan siete.  

La Avenida Paraíso es enorme. Si estuviera en cualquier capital podría casi atravesarla de punta a punta. Esta avenida me dejará en la carretera que une el Pantano del Cubillas con Caparacena y Pinos Puente.

Ya he superado, por fin, la avenida y conecto con la carretera que me llevará a Pinos Puente, no sin antes volver a entrar a otra zona de olivos. En el margen superior derecho de la foto, un pájaro grande alza el vuelo y me saluda.


Como decía, vuelvo a entrar en otra zona de olivos. Por tanto, no pasaré por Caparecena, que no suelo evitar cuando no llevo agua, pero en esta ocasión sí llevo. Se trata del Camino de Santa Rosa. 

El sol cae sobre mi cabeza, pero es algo que tengo asumido.

Ya estoy en pleno camino de Santa Rosa y y he superado el camino 15 de la ruta. La buena noticia es que aún me quedan fuerzas. Más me vale.

El Camino de Santa Rosa ofrece algún respiro. Un poco más adelante el terreno se volverá a complicar. 

Ya lo dije: este terreno no da tregua.


En esta zona, el camino casi desaparece. La única opción es correr entre piedras intentando imaginarte el camino. Eso es complicado, principalmente, porque también hay una dura subida. Ya son casi las 11,20 minutos y el calor ya aprieta más fuerte.   

Superada la subida anterior, el camino se desliza hacia abajo buscando la carretera que une Caparacena con Pinos Puente. Un poco de respiro no viene nada mal a estas alturas. No obstante el camino está tan roto que cuesta correr por ahí. El Piorno ya preside toda la ruta.

Ya he dejado los olivos y corro por zona de asfalto. Estoy a punto de comenzar la subida de la conocida por los lugareños 'Cuesta de los Muertos' y a punto de entrar en el kilómetro 18 de la ruta.   

Comienza la subida. Esta cuesta siempre es dura. No demasiado larga pero sí intensa, y mucho más si ya llevas un montón de kilómetros en tus piernas y son las 11,32 horas de un 1 de agosto. 



Ya atisbo la llegada. Eso ofrece mucha satisfacción, algo indescriptible. Más satisfacción a más dura sea la ruta. 

Pocas veces se alegra uno de ver al fondo la Calle Ancha, no sólo porque nací en ella, sino porque ya estoy detenido y descansando. Misión cumplida.

UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...