19 diciembre 2013

CUATRO CIUDADES BÁVARAS (II): WÜRZBURG


La fortaleza de Marienberg (Foto de J.A. Flores)

El puente de Carlos (Foto de J.A.
 Flores)
        Cuando llegamos a Würzburg -ubicada a unos cien kilómetros al noroeste de Núremberg-, ya en noche cerrada, nos encontramos ante una ciudad solitaria. Una estación de tren propia de una ciudad media de unos ciento treinta mil habitantes -contando todo su término- conduce a la avenida principal, en la que afloran múltiples comercios y algunas grandes superficies.
            La calle está partida por las vías del tranvía en sentido doble y es utilizada indistintamente por vehículos privados y las sempiternas bicicletas. A lo lejos se aprecian altas torres de múltiples iglesias.
            -Esta ciudad tiene muchas iglesias -nos dice A.L-.
        No podría afirmarse que me pareciera una ciudad triste ni que el frío fuera considerable en ese momento para tratarse de una ciudad ubicada en el noroeste del länd de Baviera, en la región de la Baja Franconia.
       Un posterior callejeo por la ciudad nos abre una ciudad mucho más amplia, dotada de esplendoroso alumbrad navideño, el cual contrasta con la soledad de la ciudad. Los puestos del mercadillo navideño, silentes y ya clausurados, no nos ofrecen argumentos para creer en su alegría.
            Pero, posteriormente, el romántico puente de Carlos sobre el río Meno, el cual desembocará en el Rin, nos sorprende por su belleza y nos invita a unas vistas nocturnas protagonizadas por la fortaleza de Marienberg, que se corona orgullosa a la izquierda y un cauce fluvial amplio y caudaloso.
            El resultado del agradable callejeo por el centro de la ciudad nos convence de que se trata de una ciudad próspera y que, a pesar de la casi total destrucción infringida por la aviación británica durante la Segunda Guerra Mundial, hoy día conserva ese sabor antiguo propio de esta zona de Alemania. Esa idea permanece en nuestra mente y la corrobora la visita al agradable restaurante en el que tenemos mesa reservada.
         
(Foto de J.A. Flores) 
  El 'Backföfele' está ubicado en un antiguo barracón o amplia cuadra, cuidadosamente restaurado y decorado. No es un restaurante que tengas la oportunidad de ver a diario. Repleto de detalles y esmerada decoración, se adereza con el elegante decorado navideño. Las mesas, repletas de comensales, se ubican arracimadas sin una estructura ordenada, pero al mismo tiempo, exentas de improvisación. Se compone de varios comedores, perfectamente comunicados y dotados cada uno de ellos de una decoración algo distinta, pero encuadrada en una misma categoría de decoración de impronta rústica. Unos espacios cuentan con más iluminación que otros, pero eso tampoco forma parte de la improvisación. A estas alturas del viaje uno comienza a comprender que existe toda una vocación detallista en los restaurantes alemanes.
            Otro elemento a tener en cuenta en la restauración alemana es el buen servicio. Así que en poco tiempo somos atendidos por una camarera que nos indica con amabilidad que no todos los platos están ya disponibles. Son más de la diez de la noche y a esa hora no es fácil que los restaurantes alemanes ofrezcan viandas. Aún así, hay mucho donde escoger: carnes cocinadas de distintas formas, amplias ensaladas, quesos fundidos y guisos diversos. A.L nos va traduciendo la carta y en pocos minutos nuestra pequeña pero coqueta mesa se llena de diversos manjares. Pero siempre la cerveza merece una atención especial. Estamos en Alemania y no es fácil decantarse por alguna: Pilsen, tostada, de trigo, negra...todas las imaginables abundan y de todas las marcas. Así que continúa el festival de cerveza, que ya no acabará en todo el viaje. Un comensal vecino, comprendiendo que absorbíamos todo el encanto del lugar, nos ofrece hacernos una foto. Lógicamente, aceptamos.
   
(Foto de J.A Flores)
            La ciudad, que por la noche la encontramos serena y tranquila, por la mañana es otra. Bajamos a comprar pan recién hecho, que en este país es mucho más que una rutina diaria. La panadería de enfrente de la casa está a rebosar en ese momento, tanto  de clientes como de variedad panificadora. Por mucho que uno haya observado estas fastuosas panaderías que abundan por doquier en cualquier ciudad alemana, jamás podrá acostumbrarse al espléndido espectáculo de las estanterías repletas de panes de todo tipo, tamaño y color. Es algo que forma parte de la cultura alemana y una de las cosas que mayormente disfrutará el viajero que visite este país.
       Las calles a hora temprana ya están repletas de gente que, junto al abundante comercio y incesante paso de los tranvías de atrevido colorido, forman un espectáculo único. El viajero vuelve a tener la misma sensación que ya tuvo en Núremberg: parece una ciudad de juguete. Piensa también que una nueva versión moderna de 'Canción de Navidad' de Charles Dicken, podría encontrar aquí su mejor decorado si se le añade nieve.  

(Foto de J.A. Flores)
     Callejeamos distraídos por la ciudad en busca de sus lugares más emblemáticos y en breve nos topamos con la Residencia de Würzburg, una impresionante mole de estilo barroco, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y cuya función principal fue servir de residencia de los obispos de la ciudad.  No lejos de allí, se encuentra la vistosa catedral de San Kilian de estilo románico, que consta de dos amplias naves. Su concepción es muy sobria, pero elegante. En su puerta principal hay un enorme árbol de Navidad y al fondo de la animada calle, repleta de comercios se atisba el puente de Carlos, formando todo ello una estampa idílica.
            En pleno centro de la ciudad, se encuentra ubicado su  Christkindlesmarkt. Mucho más pequeño que el de Núremberg, se trata de un mercado navideño muy coqueto. Sus puestos guardan una gran armonía entre si y, cada uno de ellos, parece obedecer a una especialización temática. Cerrando el mercado, se ubica un puesto de mayor tamaño que dispensa todo tipo de viandas propias de la gastronomía alemana: salchichas de todos los tamaños, carnes guisadas de distintas formas y el siempre preciso vino caliente propio de estos climas tan extremos.
   El mercado está muy concurrido de ciudadanos de Würzburg y visitantes. Entramos en un pequeño puesto, repleto de motivos navideños y volvemos a sorprendernos de su cuidada decoración. Todo parece tener vida propia.
(Foto de J.A. Flores)
   Comprobamos que los dueños de los distintos comercios que frecuentamos son amables y se desviven por atender. Está claro que este país cuenta con una enorme tradición en cuanto al fomento del pequeño comercio, algo que en España es mucho más difícil de apreciar.
            Una nueva visita al puente de Carlos, en esta ocasión de día, nos convence de que estamos ante una de las ciudades más privilegiadas de Baviera, algo que se debe en gran parte a su prestigiosa universidad pública, una de las más valoradas de todo el país.

            Por la noche, volvemos de nuevo a las andadas gastronómicas y observamos que es muy difícil encontrar mesa si no se ha reservado con antelación. Debemos considerar que nos encontramos en una de las zonas más ricas de Alemania, algo que se aprecia.
        Finalmente, la encontramos en un coqueto restaurante que está atendido por camareras ataviadas con los vestidos tradicionales bávaros. Debemos compartir mesa con una hombre de mediana edad que dice ser austríaco, que resulta ser un tipo agradable y parlanchín. En muchos países europeos es normal que se haya de compartir mesa con personas desconocidas, experiencia que resulta interesante, a pesar de las reticencias iniciales que poseemos los españoles. Lógicamente, siempre se acaba conversando con quienes comparten tu mesa. El comer une mucho y eso suele ser siempre una experiencia agradable como ya expondré en sucesivas crónicas. 
          El restaurante, como ya se ha contado de otros, está provisto también de una cuidada decoración. aderezada por la navideña. Y la alta temperatura, las amplias viandas, la presencia colosal de la cerveza y la vestimenta de las camareras que nos atienden con amabilidad, producen en el viajero y sus acompañantes unas inolvidables sensaciones; y la fuerte convicción de sentirse en lo más esencial y tradicional de la vieja Europa, cuya cultura  ancestral tanto representa para este viajero. 

          

La Residencia de Würzburg (Foto de J.A. Flores)

2 comentarios:

  1. Te leeré tranquilamente estas entradas en estos días de vacaciones, ahora que por fin he terminado este infernal trimestre escolar!
    SALUDOS

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  2. Espero que esa lectura te arengue a hacer esa visita que tenéis pendiente. Saludos.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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