21 marzo 2013

RELATO: CUANDO LAS PALABRAS SON HUECAS




Escribía hace unos días una entrada que denominé 'Una mujer guay'. Era el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y yo me encontraba en un bar tomándome una 'milnoh' (que es como le decimos en Granada a la muy sabrosa Alhambra 1925 Reserva). En fin, que prometí continuar con lo observado en aquel bar y surgió un relato, que como sabéis, siempre juega con la realidad y la ficción, intercambiando ambas. 

CUANDO LAS PALABRAS SON HUECAS

Era viernes, ocho de marzo, y yo me encontraba tomando una 'milnoh' en una bar del centro mientras leía Ideal. Al fondo del amplio local la televisión, de forma atronadora, como queriendo llamar la atención de los clientes, no cesaba de dar noticias sobre los papeles de Bárcenas y  el caso Nóos, en fin, toda esa cantinela informativa con la que nos afean el día  y de la que quieren que coparticipemos todos para ver si es posible que tengamos de una vez por todas conciencia de pueblo unido contra la corrupción política.
               En algún momento de las noticias salió hablando una tipa de un partido político -no importa cuál a estas alturas- informalmente vestida, pero muy bien vestida, bien maquillada y luciendo su nutrida melena que se agitaba con disimulado desorden cada vez que giraba ufana su cabeza para atender a las formales preguntas de los periodistas. Se trataba de una declaración oficial de esas que los partidos acostumbran a dar cuando se celebra algo que consideran importante. Se le veía cómoda y hablaba con mucho aplomo porque era el Día Internacional de la Mujer Trabajadora y ella estaba hablando de la mujer trabajadora y sus derechos. Cómodamente sentada y sintiéndose importante, con gesto adusto y solemne se refería a las conquistas sociales conseguidas en torno a la mujer trabajadora y que tan sólo su partido había conseguido hacer efectivas en este país, mientras que determinados partidos -decía- lo único que han hecho es poner obstáculos a los derechos de la mujer trabajadora. Yo ya estaba comenzando a cansarme porque la escuchaba más a ella que a mí propio pensamiento interior, que intentaba ordenar la información que leía en el periódico.
               Por un momento estuve a punto de decirle a la chica joven que atendía la barra y las mesas ella sólita que bajara el volumen, pero observando el agobio que tenía ésta, atendiendo a los clientes de la barra, a los de las mesas, preparando tapas en una plancha, poniendo el lavaplatos, cobrando, y un largo etcétera, me pareció violento e inmoral interrumpirla. Además, era  el día de la Mujer Trabajadora, su día. Por tanto, lejos de decirle que bajara el volumen, alcé mi mirada del periódico y me puse a observar cómo aquella chica se multiplicaba haciendo todas esas cosas al mismo tiempo y pensé que probablemente no cobrara más de 500 € al mes, si es que los cobraba, tras muchas horas de trabajo. También pude advertir que de cuando en cuando, en los pocos segundos de asueto que conseguía arañar de su endiablada tarea,  miraba de soslayo a la tele con gesto de hastío o de indignación, que eso no lo pude advertir con claridad. Posteriormente dirigí de nuevo mi mirada a la política que aún seguía hablando en la televisión cada vez con mayor seguridad,  verborrea y solemnidad sobre la mujer trabajadora y sus derechos. Cuando acabara su intervención le esperaría su coche oficial y, seguramente, se iría a celebrar con sus compas de partido lo bien que había hablado. Por su parte -pensé- a la chica del bar, con un poco de suerte, tal vez, estando ya la noche cerrada, vendría a buscarla su novio en una desvencijada moto y, probablemente, pocas fuerzas le iban a quedar para celebrar nada, entre otras cosas, porque nada había que celebrar.
               Y entonces es cuando estuve a punto de arrojar el platillo de la tapa a la pantalla del televisor, pero no lo hice porque con toda seguridad ese daño se lo hubieran imputado a la camarera y tan sólo le hubiera faltado eso para completar el día, su día.  


ACTUALIZACIÓN: ARTÍCULO -RELATO PUBLICADO EN IDEAL EL DÍA 26/3/2013

2 comentarios:

  1. Me he estremecido leyendo esta entrada. Puro realismo. Enhorabuena

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    1. En ocasiones la realidad está tan presente que cuesta verla. Gracias.

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Sin tu comentario, todo esto tiene mucho menos sentido. Es cómo escribir en el desierto.

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