30 agosto 2010

UNA SITUACIÓN ESTRESANTE

Escritos unos cuantos relatos breves dedicados al mundo jurídico, que da mucho juego, le dedicamos uno a nuestro mundo, al de correr, con tensión y resultado incierto... Veamos.

J.L, ha planificado la tarde para correr, porque no en vano es uno de esos días en los que ni el Diluvio Universal le haría desistir de su cometido atlético. Además, está en juego su libertad personal y la demostración a sí mismo acerca de su capacidad para buscar tiempo libre dentro de su apretada agenda profesional y familiar.

Por tanto, desea hacer suya la mítica frase del doctor Sheehan, cuando pronunció aquello de “dejad que me ausente”.

El principal escollo, la agenda familiar, parece que está solucionado y nada parece que vaya a trastocar su sesión de correr en ese aspecto, pero cabe la posibilidad que su jefe le llame, como hace muchas tardes, para que ajuste el informe sobre la posibilidad de vender al por mayor esa marca de dentífrico blanqueante que acaban de exportar de Canadá y necesitan introducir en el mercado español. J.L., sabe que su trabajo no tiene horarios preestablecidos, a pesar de que en el contrato una cláusula asegura que su horario será de 8 a 15 horas. La empresa, lógicamente, incumplió desde los primeros días y luego llegó la crisis, etc., etc.

No obstante, siendo ya las cinco de la tarde y habiendo hecho la digestión debidamente –porque no en vano salió de la oficina al bar de la esquina a tomar un bocata de jamón con una cerveza 0,0-, el teléfono corporativo de la empresa aún no ha sonado por lo que abriga una racional esperanza de que no suene ya en toda la tarde.

Decidido –no puede esperar más porque le caería la noche corriendo- enfunda su ropa deportiva en el bolso y se dispone a elegir las zapatillas más adecuadas para el terreno por el que piensa correr. Baja al garaje y arranca el coche, experimentando en ese momento una confortable sensación de libertad. Justo en el momento en que se está abriendo la puerta del garaje el corazón, pareciendo imitar ese movimiento mecánico, se le vuelca y acelera porque acaba de sonar el teléfono corporativo de la empresa. Se compadece de su mala suerte y la autoestima se le cae mucho más abajo que donde pisa la suela de la zapatilla e incluso mucho más abajo que donde radican los infiernos. En ese momento se siente mucho más insignificante que el mismo Gregorio Samsa cuando una mañana despierta convertido en insecto. Hundido presiona el botón de recepción de llamada y escucha nítidamente la voz de su jefe que con su tono habitual, entre jovial y solemne, le dice:

-J.L, dime exactamente a dónde vas, que quiero ir a correr contigo. Que si me va bien me gustaría que corriéramos todas las tardes.

27 agosto 2010

EL OFICIO DE CORREDOR O COSAS QUE OCURREN CUANDO ERES UN CORREDOR HABITUAL


Correr, correr, correr... Qué gama más amplia de matices y secuencias ocurren cuando corremos.
Nuestro cuerpo y nuestra mente van perfectamente compenetrados. No hay apenas sufrimiento. La respiración va como la seda. Las piernas frescas y fuertes. La mente relajada. Vas tragando kilómetros. Por caminos. Por veredas. Por carreteras locales. Vas observando a tu alrededor todo lo que se mueve. Y lo que no se mueve. Corres al compás y al mismo ritmo que el transitar suave del agua de las acequias en la Vega. O corres cerca de los impertérritos olivos en el secano. O pasas junto a cortijos y casas de campo en carreteras locales casi despobladas. Lo ves todo como un cinematográfico antiguo. Y muy de vez en cuando te cruzas con personas. Que andan. Que también corren. Que van en bicicleta. Que van en coche. Que sencillamente están trabajando en el campo o viven por allí. Y todo pasa ante tus ojos que, relajados, van captando todas esas imágenes.
Ocurre que todas estas cosas que narro ocurren en la mente y el sentimiento del corredor ya avanzado. Aquel que no tiene que estar demasiado pendiente de su correr, de sus movimientos, de su esfuerzo. Es algo que nos ocurrirá más tarde o más temprano a los corredores (aquí sería el momento de mandar el mensaje a los corredores -como Miguel- que ahora empiezan para que comprendan que poco a poco su cuerpo y su mente serán como un reloj que nada necesitará para que funcione).
Y en el correr diario ocurren anécdotas, pasan cosas. Aunque sólo fuera por el índice de probabilidades, las situaciones en las que nos vemos los corredores son tan diversas como los días en los que sales a correr.
Podrá ocurrir que vayan acumulándose las sesiones de entrenamiento y nunca parezca que pase nada, pero de golpe y de manera inopinada, sin que ni siquiera lo adviertas salta la anécdota o la situación agradable o no agradable, que de todo hay: el perro que se lanza hacia tí no se sabe con qué intenciones, el trabajador en el campo que te dice: ¡eso tiene que ser trabajoso!, el bromista que te anima diciéndote que vas el primero -y el último, le replicas tú-, el conocido que te anima diciéndote que llevas buen ritmo, la persona que ante la lluvia o la nieve, te dice que hay que tener valor, la rata que asustada corre a tu par unos metros, la serpiente que se cruza en tu camino, el coche que pasa a una velocidad desmesurada, el camión que casi te echa a la cuneta, el chori-moto que aumenta la velocidad cuando pasa a tu lado por un camino de tierra, la señora mayor que está regando en su puerta y te ofrece agua, el anciano que ante una nevada y un frío siberiano te insiste en que te montes en su coche, la noche que cae sobre tí y aún te quedan tres kilómetros para llegar a tu destino, la detención en terreno de nadie por mor de un desgarro fibrilar en el gemelo, la avispa que te pica en un brazo, las ramas que te arañan las espinillas, la pájara que te da en el kilómetro siete cuando aún te faltan ocho para terminar la ruta, el perro de apariencia pacifica que resulta ser un león, el perro con apariencia de león que resulta ser pacífico, la gigantesca segadora que te obliga a saltar una acequia porque necesita todo el camino, las ganas de defecar en mitad del campo, sin un papel mínimo que te asista, la mente que no va, el flato que no te deja respirar, perder la verticalidad unas cuantas veces, el rebaño de ovejas que casi te detiene en seco, peinarte con unas graciosas ramas de un díscolo árbol del camino, el terreno inundado que te obliga a dar la vuelta y de camino echar por tierra la ruta planeada...
Podría estar días escribiendo sobre anécdotas y cosas (todas reales) que ocurren cuando eres corredor habitual. Seguramente que con algunas os identificaréis y, con toda probabilidad, vosotros, apreciados amigos-as podéis aportar otras cuántas...¡ Venga, haced memoria!

24 agosto 2010

RELATOS BREVES DE VERANO


Continuamos con los relatos breves de verano, una serie de diez basados en entorno del mundo. Vamos con éste denominado "Unos segundos de mala suerte":




Cuando la procuradora de los tribunales Marta Bermúdez salía de su domicilio a eso de las nueve de la mañana, impecablemente vestida con un traje azul marino y complementada con un bolso Tous, ni por asomo podía imaginar lo que le iba a deparar el día. Acostumbrada a la rutina diaria que consistía en andar los trescientos metros que separaban su despacho de la Audiencia Provincial, no reparó en aquel individuo que en pocos segundos tiró de su bolso Tous y cayó a la calzada tras romperse el asa del mismo –lo que dejó a las claras que era de imitación- con la mala fortuna de resultar atropellado por el autobús de la línea 9 que en ese momento pasaba atiborrado de usuarios.

Por motivos oscuros o desconocidos todos los transeúntes presentes, y algunos más que se sumaron sin estar presentes, convinieron unánimemente que aquella chica joven e impecablemente vestida, había esperado fríamente a que pasara el autobús para zafarse del bolso, acto meditado que provocó que el ladronzuelo –un ecuatoriano sin papeles- cayera de espaldas en la calzada con las consecuencias fatídicas de ser atropellado por ese autobús de la línea 9. Ya lleva veinticuatro horas en el calabozo de los juzgados y aún nadie del despacho de abogados con el que trabaja de manera asidua se ha molestado en visitarla, aunque se tratara de una visita más profesional que personal. Y lo que es más curioso, nadie de su propio despacho de procuradores de los tribunales parecía haberla echado en falta en el restaurante Dios Baco en el que habían quedado a almorzar con motivo de su veintisiete cumpleaños.

22 agosto 2010

DOS FORMAS DE VER UNA CIUDAD (PUBLICADO EN IDEAL EL 22/08/2010)



Dos formas de ver, dos formas de mirar. La importancia de tener la capacidad de mirar con distintos ojos, como me decía Jesús Lens. Algo que, generalmente, pasa desapercibido, pero que es primordial. Vamos a otra ciudad y miramos con otros ojos y otros nos visitan y miran nuestra ciudad también con otros ojos. Ese fue el hilo de reflexión para elaborar este artículo, principalmente, la observación de lo que cuento en el último párrafo.

Si no habéis tenido ocasión de leerlo este domingo en papel -algo totalmente asegurado en el caso de quienes no viváis en Granada-, os reproduzco el artículo completo.

Cuando por placer visitas otras ciudades miras con los ojos del turista que eres en esos momentos y buscas aquello más simbólico que te permite o crees que te permite conocer la esencia de esas ciudades. Los monumentos más singulares, las calles más céntricas, los establecimientos más señeros, las estatuas de los personajes locales más insignes, los lugares históricos citados en la última novela histórica del momento, todo visto como a vista de pájaro en pocos días u horas con la misma predisposición que se visita un parque temático.

Supongo que esa forma de viajar tan denostada por tanto viajeros literarios es inevitable dado el poco tiempo de que se dispone, aunque hay otra forma de viajar, de mirar, de ver, aunque conlleve perderse algún monumento que otro.

Particularmente cuando viajo soy un turista más –si bien procuro no enrolarme en grupos organizados- y aunque siempre acabo visitando los lugares señeros que ya llevo previamente señalados, cada vez más intento olvidar ese traje turístico y asomarme a la ciudad que late ordinariamente sin oropeles ni artificios.

Reconozco que no es fácil llevar a cabo ese ejercicio ya que la ansiedad por no dejar de ver nada se apodera de nuestro plano repleto de puntos que visitar, pero una vez superada esa ansiedad y abandonamos los circuitos turísticos se abre ante nuestros ojos una ciudad nueva, una ciudad no muy diferente a la tuya, pero al mismo tiempo totalmente distinta, con señas de identidad propias.

Tomarse una pinta de cerveza en un barrio sin huella en la tumultuosa Londres o adentrarse en un parque de barrio del Este menos mediático de Berlín hace que el turista deje por unas horas su uniforme y se sienta más viajero o quién sabe si no integrante de esa ciudadanía anónima que hace su vida de espaldas a la ciudad turística e incluso alejada de ella (en ese sentido sería muy interesante hacer un estudio sobre el escaso nivel de conocimiento que tienen los lugareños acerca de los sitios turísticos de su propia ciudad. A saber, cuántas veces al año, por ejemplo, subimos los granadinos a la Alhambra).

Como curiosidad, o tal vez como experimento, he buscado en Granada hacer lo contrario, es decir, ver la ciudad con los ojos del turista que llega hipnotizado por su presencia mediática en medio mundo, y más en estos días que aún estamos con la emoción a flor de piel por mor de la visita de la primera dama mundial, que bien podría dar para la segunda parte de la memorable película de Berlanga. Decía, que he buscado ver la ciudad con esos ojos turísticos perdiéndome por las angostas calles de la Alcaicería, por el sin par Albaicín o el amplio espacio urbano de Plaza Nueva, y ese ejercicio me ha ayudado a comprenderme más como turista cuando visito otras ciudades.

Y al volver de nuevo a la Granada real, a la Granada de las obras del metro, del enfurecido ruido, del tráfico surrealista, de los jardines maltratados, de las aceras sucias y pegajosas de las terrazas urbanas, de la anarquía de la carga y descarga, he comprendido que nada tienen que ver entre sí la ciudad que mira el turista con la ciudad que mira el residente habitual, algo que debe ser común en todas las ciudades del mundo.

Porque también existe una predisposición concreta a mirar con unos ojos o con otros, algo que comprendí con nitidez cuando en cierta ocasión pasando por la Plaza de la Pescadería observaba cómo unos turistas fotografiaban admirados a una anciana vendedora ambulante de flores mientras mis ojos, acostumbrados a mirar de otra forma, sólo veían a una mujer mayor que lleva a cabo su trabajo diario con indisimulado esfuerzo.

20 agosto 2010

EL CORRER ES SIEMPRE MENOR DE EDAD



Es curioso esto del correr, que siempre se comporta como un menor de edad, tan imprevisible, tan inestable, tan irregular...Me explico.
Hace apenas unas entradas -es decir, hace unos días- comentaba que algo no funcionaba; que corría entre treinta y cuarenta kilómetros semanales; que me iba encontrando mejor; que no sufría atisbo de lesión alguna, pero algo muy interior no funcionaba.
Pero hace casi dos semanas opté por subir al Torreón, que para algunos podrá ser una subida imposible mientras que para otros podrá ser una tachuela, pero para mí es una subida talismán, a pesar de que no estoy huérfano de subidas en mi historial, porque el Torreón ofrece al corredor un verdadera sentimiento de subida, algo que es evidente cuando se está arriba y puedes ver Granada a vista de pájaro prácticamente y los más avezados MTB se quedan colgados en algunas de sus rampas.
Por tanto, esa subida supuso para quien esto firma comenzar a ver las cosas de otra forma, aunque aún no sentía la confianza de antaño.




El recorrido de 15 kms. del pasado lunes

Pero la mañana del lunes temprano, cuando las playas comenzaban a ponerse hostiles, a eso de las 8,45 de la mañana, en un horario atípico para mí, decidí hacer quince kilómetros por la Vega de Pinos Puente y Fuente Vaqueros, un recorrido que ya había hecho en muchísimas ocasiones y que había sido básico para preparar el Maratón de Sevilla de 2009. Sin embargo -y ahí es cuando aprecias que el correr es siempre menor de edad- desde la lesión de agosto no lo había hecho o lo había hecho muy poco, y en estos dos últimos meses en los que me propuse rodar e ir afinando la forma ni siquiera lo contemplaba. Así que aupado por la subida al Torreón decidí hacerlo con un resultado tan inesperado que casi concluí la ruta con la emoción a flor de piel. Emoción por haberlo culminado con una facilidad pasmosa -sin propuesta previa, solamente disfrutando del rodaje por sensaciones, la media fue de 4'57'' el mil, una media que fácilmente dominaba en los primeros meses del año, que alcancé un estado-forma muy adecuado, pero que últimamente ni por asomo conseguía-. Y lo que es mejor: las pulsaciones en ningún momento superaron los 145 ppm, a excepción del sprint en los últimos quinientos metros. También he de reconocer que correr por la mañana, con la digestión de la cena más que hecha, con el cuerpo descansado, con una climatología de 25 o 26 grados, son claras ventajas.
Por unos motivos o por otros, esas dos últimas salidas han logrado que me reencuentre con el "yo corredor" que tanto trabajo me estaba costando.

El rocoso recorrido de 12 kms. de hoy jueves, 19 de agosto

La confirmación de todo lo que digo ha llegado hoy. No he corrido en las mejores condiciones, no ha habido una digestión suficiente, no estaba especialmente motivado, pero cuando la mente y el cuerpo funciona todo es más fácil. Hoy, esta tarde, en la ruta de 12 kilómetros rocosos por la zona del Pantano del Cubillas y Caparacena me he encontrado fenomenal. He podido rodar más fuerte pero me encontraba muy cómodo rodando suave a una media de 5'16'' el mil, si bien el recorrido era complicado.
Lógicamente, las sensaciones han sido tan buenas que las he guardado bajo llave para seguir posibilitando aquello que me propuse al principio del verano, que no es otra cosa que acumular kilómetros, bajar las pulsaciones y perder entre dos y tres kilos. Todo parece que se está consiguiendo, porque todo suele venir en el mismo paquete. Lo importante es perserverar.

17 agosto 2010

RELATOS DE VERANO



EL JUEZ


Cuando el juez Gonzalbez contempló su pequeño pero coqueto chalet a la luz de aquella impresionante luna llena que decoraba el agua del estanque de su abigarrado jardín se enorgulleció de que esa bonita propiedad a las afueras de la ciudad fuera el fruto de aplicar justicia, si bien hubo de admitir que el espléndido y potente coche aparcado en la puerta, que adquiría una tonalidad muy sofisticada por mor de esa luna llena, era el fruto de dejar de aplicarla.

15 agosto 2010

EXTRAÑA RELACIÓN


Mi relación con el correr -al menos durante este verano- está siendo extraña, muy extraña. Pareciera que ambos -el correr y yo- fuéramos dos grandes desconocidos que acaban haciendo buenas migas tras unos cuantos kilómetros.
En realidad, esa extraña relación comenzó a fraguarse desde la última lesión, que ni por asomo fue la más grave de los últimos años. Sin embargo, llegó, tal vez, en el momento menos adecuado, cuando más estaba disfrutando de este deporte y cuando mejores sensaciones experimentaba.
Y quizá por ese parón inesperado, en estos últimos meses, corro con la sensación de provisionalidad, con cierto desconcierto, casi preguntándome por qué corro o, quizá, atemorizado ante una nueva recaída. Aunque la realidad es que no estoy relajando los rodajes y rara es la semana que termino con menos de treinta kilómetros repartidos en tres o cuatro sesiones semanales que, en ocasiones, alterno con la bicicleta, llegando en ocasiones casi a los cuarenta.
Sin embargo, esa relación sigue fría y la confianza no aflora, a pesar de que me empeño en seguir corriendo por los mismos lugares para que esa confianza aflore.
Y lo más curioso es que la ilusión por seguir corriendo casi a diario sigue intacta y el placer de rodar por rodar no ha perdido un ápice de frescura, principalmente desde la inyección de moral que supuso subir al Torreón de Albolote hace una semana. Por lo tanto, no hay más remedio que seguir porfiando porque, en ocasiones, este tipo de "crisis" casi siempre desemboca en un mayor crecimiento.

12 agosto 2010

EL LETRADO RATÓN

Seguimos con los relatos breves de verano, dentro del mundo de la abogacía que dá mucho juego:



EL LETRADO RATÓN

El ratón llegó a la sala de togas de la Audiencia Provincial y comprobó que dada su fisonomía no había toga que pudiera adaptarse a su roedor cuerpo. Así que cariacontecido -ya que esa era su mayor ilusión desde acabó la carrera en la prestigiosa Facultad de Derecho de Salamanca- hubo de conformarse con echarse encima de sus hipotéticos hombros la funda blanda de tela de color negro de las gafas Gant que acababa de comprarse en esa lujosa óptica del centro con los amplios emolumentos obtenidos con su primera caso ganado.

Cuando accedió a la sala de juicios nadie parecía reparar en su inexistente toga porque todo el mundo, incluido el magistrado y los funcionarios de la sala, estaban expectantes ante la sabiduría de aquel ratón, tan versado en leyes.

10 agosto 2010

OBAMAMANIA VERSUS CATETURA TIPYCAL SPANISH



Ya lo he dicho en varias ocasiones: seré un bicho -un lechón, por favor si es posible elegir- de otro planeta pero cada vez comprendo menos a mis semejantes.
Lo pensaba el otro día a cuento de la visita de la "primara dama mundial", que es como otra especie de realeza no monárquica que recae en personas no elegidas por el pueblo, pero que son consortes de personas elegidas que salen mucho en televisión.
Así que como era de esperar se lío parda.
Michelle Obama y su retoño visitaron la Costa del Sol malagueña, vinieron un día a Granada y posteriormente pasaron por Ronda. Y allí en donde estuvieron se formó el tropel.
En un mundo como el nuestro tan cambiante y en el que la población civil y anónima cada vez cuenta menos y todo depende de lo que escupa el tubo catódico, se observa como cada vez más se subliman a personas por el simple hecho de ser muy famosas aunque no tanto por su talento, buenas acciones y algún tipo de contribución para el bien de la humanidad.
Los poderosos medios, el poder político y todo lo que rodea al gran capital nos preparan desde mucho tiempo atrás para que percibamos las cosas burdas y banales como grandes acontecimientos y nos intentan convencer que lo que está a punto de suceder es de una importancia mayúscula, ya sea la visita de un personaje famoso -dando igual a lo que se dedique- que la del enésimo partido del siglo. Finalmente, consiguen lo que se proponen: alejarnos de la cruda realidad de nuestra cotidianidad y de camino hacernos menos críticos y más sumisos a través toda esa dosis inmunda de bazofia televisiva, que es algo a lo que ya se están apuntando los periódicos y la radio.
Michelle Obama vino a Granada, como decía, y el espectáculo en mi opinión fue bochornoso. Gorilas de dos metros y miles de horas de gimnasio tras sus gafas negras acobardando a la población que osaba acercarse, a los fotógrafos que osaban tomar fotografías, a los vecinos que tan sólo pretendían con todo el derecho del mundo acceder a sus domicilios. Incluso, en una famosa heladería de la Gran Vía granadina fueron expulsados de malas formas los clientes para que la primera dama mundial y su retoño pudieran tomarse un refrescante helado. Todo ello bajo la organización de todo un aparato de seguridad excesivo, prepotente y desmesurado.
Al parecer, algo similar ocurrió en Marbella, lugar en el que se acordonó un trozo de playa pública para disfrute de las visitantes, algo que seguramente es contrario a la filosofía de la Ley de Costas; en Ronda, un tanto de lo msmo, en fin, por donde pasaban las norteamericanas.
Pero, claro, la justificación de todo ese atropello y abuso estaba más que claro: aportaba a Granada - a la Costa del Sol, a Ronda...- una publicidad gratuita, etc., etc., cuyos frutos seguramente no pueda recoger jamás la población insultada, aunque sí los grandes empresarios y los políticos faroleros.
Y me pregunto ¿ está justificado todo esto? ¿Qué pensáis?

09 agosto 2010

OCHO DE AGOSTO



Que esta entrada lleve por título "ocho de agosto" tiene una razón de ser: ese fue el fatídico día de 2009 en el que me lesioné de manera importante en la bajada de Tiena a Pinos Puente, cuando las cigarras y los grillos componían sus agudos cánticos celebrando el proceloso calor del estío.
Desde ese día tuve miedo ante la posibilidad de tener que dejar de correr de manera definitiva, pero tras varios rodajes en bicicleta, el trabajo del fisio y la paciencia pude volver a rodar en el mes de octubre, sin molestia alguna en el gemelo izquierdo.
Es probable que llegue un momento en la vida del correr en el que se observe con familiaridad la decadencia; un momento en el que solamente los sueños y los recuerdos podrán volver a hacer esas duras rutas de antaño, aderezado el recuerdo tan sólo por fotografías o, tal vez, con relecturas de entradas de un blog como éste que guarde los archivos convenientemente.
Tan sólo hace un año de aquella lesión -que por imprudencia agravé saliendo a correr a la semana siguiente- y asentado en esa decadencia pareciera que hayan pasado lustros.
El corredor absorbido por esa decadencia y mirando con nostalgia ese tiempo pasado sigue corriendo, pero sabe que ya habrá rutas que sólo podrá hacer en los sueños, y ya se sabe que los sueños, desde que lo dijo Calderón, "sueños son".
Probablemente ese corredor observará en la lejanía esas alturas a las que subía y no encontrará la forma ni el momento de volver a repetir esas "gestas". Mirará con mirada acuosa -como dicen que miraba Azaña a sus colaboradores cuando comprendía que se perdía la República- y sólo contará con la imaginación y, ya digo, con los sueños.
Esos momentos decadentes deben ser terribles, pero en la misma magnitud, pero diametralmente al contrario, esos momentos deben de ser dulces y victoriosos si ese corredor, como el Ave Fénix, resurge de sus cenizas, auspiciado por la fuerza de la ilusión y la voluntad.
Lo que cuento es mitad ficción, pero también mitad realidad.
La noche del sábado pensaba en correr el domingo por la mañana. Como últimamente hago, me inclinaría por un circuito de no más de doce o trece kilómetros aprovechando que el calor aún no sería acuciante. Elegiría probablemente la Vega o, tal vez, la zona de Caparacena. Sin problemas. Pero por un momento desde mi terraza, cuando ya había consensuado conmigo mismo ese circuito alcé los ojos del libro que estaba leyendo y los posé en la figura diminuta e iluminada del Torreón árabe de Albolote que puedo observar en la lejanía, perdido en la negrura misteriosa de la noche. Y lo vi claro. Me dije que, mañana domingo sería ocho de agosto, y que por principios morales debería de "conmemorar" esa lesión de hace justo un año con una ruta épica. Sabía que no estaba en condiciones de subir a Tiena y bajar, recorriendo 21 kilómetros, pero sí podía intentar una subida al Torreón tal y como había hecho hace más de un año -justo el 1 de julio de 2009-, tal y como reseñé en aquella entrada fotográfica.
Así que sin apenas darme cuenta ya había tomado la decisión: el ocho de agosto de 2010, de forma conmemorativa y brindando porque aquella lesión de hacía un año no me retirara de correr, subiría al Torreón, a pesar de que no tenía la confianza suficiente para superar esas dantescas rampas.
Mientras escribo esta entrada, he de reconocer que rezumo satisfacción. No voy a contar esa subida, tan sólo diré que la he completado con éxito sorprendente y con menor esfuerzo del que suponía, algo que se corroboraba perfectamente en las pulsaciones del pulsómetro.
Lógicamente, he escrito mis apellidos junto al Torreón en el suelo polvoriento -que ya estarán borrados- y posteriormente he brindado con una merecida "verde", contemplando de nuevo el Torreón desde mi terraza.

04 agosto 2010

SEGUIMOS EN LA BRECHA, AUNQUE EL CALOR ACECHE.



No niego que cuesta correr en estas fechas, pero con las lógicas excepciones de los viajes de vacaciones -en los que ya no me llevo zapatillas; pocas veces lo he hecho-, sigo en la brecha con cierta regularidad. Cerrando las semanas entre 30 y 40 kilómetros, únicamente rodando, sin atisbo de calidad alguno, sólo rodaje.
Un rodaje, que como vaticiné, no suele estar por debajo de los 5' el mil, con algunas ligeras excepciones en las que consigo una media de 4'55'' aproximadamente en rodajes llanos de diez kilómetros. Pero rodar más rápido no me preocupa en absoluta. Me preocupa más mantener las pulsaciones controladas, bajando el ritmo si es necesario.
La revista Runner's -que raras veces compro, aunque este mes sí lo he hecho- decía que a partir de 15 grados hay que restar unos 15 o 20 segundos por kilómetro por cada aumento de cinco grados. Es algo que me pareció excesivo hasta esta tarde, que pude comprobar cómo en mi rodaje de trece kilómetros y medio no conseguía bajar apenas de 5'30'' en los últimos kilómetros. Acusé el calor, a pesar de comenzar el rodaje a las ocho de la tarde, y acusé la falta de líquido, algo que se hizo evidente cuando casi devoré la botella de medio litro de isotónico que tenía en la mini nevera en el maletero del coche al concluir la ruta. Posteriormente debí de beber más de un litro de agua, un vaso de zumo y dos cervezas. La deshidratación era evidente, por lo que os recomiendo que extreméis al máximo las salidas con temperaturas superiores a treinta grados, a pesar de que no exista apenas sol.
Esta semana quiero acabar en los 40 kilómetros, con sesiones no superiores a los 9 o 10 kilómetros (lo de hoy ha sido una excepción) y entre medias intercalaré una sesión de bicicleta no superior a los 40 kilómetros.
Como sabéis la Vega tiene circuitos infinitos. El otro día descubrí uno nuevo -que podéis ver en la imagen de arriba-, tras escuchar la incursiones por nuevos caminos que me indicaron Paco corriendo y Emilio en bicicleta. Me aventuré y resultó ser un circuito ameno y natural de algo más de diez kilómetros por los contornos de Sierra Elvira. Quién sabe si ese mismo espacio de terreno no fue zona de influencia de la mítica ciudad de Media Elvira. Un aliciente más para correr por esos parajes.

02 agosto 2010

RELATOS BREVES DE VERANO


Buenos amigos-as, que estamos en verano. Que hay tiempo de correr, pero también de escribir. De escribir ficción, que ahora con el estío viene muy bien para afrontar los rigores del calor.
Por tanto, comenzaré un ciclo de relatos breves de no más de doscientas palabras con los temas más variopintos ¿ Cómo lo veis ?
Comenzaremos con uno de picapleitos, que es un campo muy abonado para la imaginación. Su título: Abogado de oficio. Con él os dejo:


Recibí una carta en la que me designaban abogado de oficio para aquel caso tan mediático relacionado con la burbuja inmobiliaria, cuya instrucción tan bien conocía como funcionario del juzgado competente. Obviamente alguien debió hacer mal su trabajo: yo estaba colegiado pero como no ejerciente. Sin embargo, sabedor de la ilegalidad pero movido por la vanidad accedí.

Curiosamente, la parte contraria estaba representada por mi mujer, prestigiosa abogada de la ciudad que, inmediatamente, denunció sin éxito mi designación, si bien antes extraje de su mochila la memoria portátil que contenía las pruebas de la corrupción orquestada desde el ayuntamiento, incluido el documento escaneado del decreto de legalización de la construcción de ese mastodóntico centro comercial en zona verde con la firma original del alcalde.

Según la última encuesta de un prestigioso diario, hoy día soy el abogado más famoso del país. Me acabo de divorciar.




UN NUEVO PROYECTO ARRIESGADO

  Tras acabar mis dos últimas novelas, Donde los hombres íntegros y Mi lugar en estos mundos , procesos ambos que me han llevado años, si en...